La última mente enciclopédica

Algunos individuos nacen con la excelencia; otros la consiguen a lo largo de la vida. George Steiner pertenecía al segundo grupo. Para él, sobresalir era vivir como crítico y vivir críticamente era esforzarse por alcanzar la excelencia. Como espíritu noble, pero también como pensador original, George Steiner fue probablemente la última mente enciclopédica del siglo XXI. Fue un crítico literario provocador y un lector prodigioso de los clásicos. Tanto si hablaba de León Tolstoy como de Fiódor Dostoievski, Paul Celan o Martin Heidegger, George Steiner se mostraba como un pensador original y una mente astuta, que observaba constante y críticamente nuestra civilización. Como pensador judío posterior al Holocausto, estaba obsesionado por el significado de la cultura tras el fracaso absoluto de la cultura. Por lo tanto, el dilema de cómo representar el Holocausto se convirtió para Steiner en la cuestión esencial de la cultura contemporánea. Las reflexiones de Steiner no deben verse sólo en el ámbito abstracto del pensamiento teórico; más bien se pueden considerar reflexiones concretas sobre las posibilidades y las limitaciones de la cultura posterior al Holocausto. La imposibilidad de escribir poesía después de Auschwitz que señaló Adorno estuvo ligada constantemente en la obra de Steiner a una conciencia aguda de la complejidad aporética que Auschwitz había situado en la idea de cultura. Según Steiner, “ahora sabemos que un hombre puede leer a Goethe o a Rilke por la noche, puede escuchar Bach y Schubert y la mañana siguiente ir a trabajar como cada día a Auschwitz”. Dicho de otro modo, según Steiner Auschwitz no fue un accidente sino “un impulso suicida en la civilización occidental”.

Steiner llegó a la conclusión de que el Holocausto fue el resultado de algo mucho más profundo que simplemente las circunstancias sociales y políticas de la Europa de los años treinta. El lo veía como el resultado de un deseo de venganza inconsciente contra los ideales imposibles impuestos en la cultura occidental por el monoteísmo de la tradición hebrea, la rectitud moral del cristianismo y el socialismo mesiánico del marxismo. Es interesante observar que Steiner consideró su propia condición judía como un exilio interminable, en lugar de una consagración a la fe de los patriarcas. En efecto, la visión cosmopolita de Steiner sobre la condición judía encontraba su expresión en el trabajo del “texto”. A su juicio, el libro era la verdadera patria del judío sin hogar. “Cuando el texto es la patria -argumenta Steiner-, aunque sólo tenga las raíces en el recuerdo exacto y en la búsqueda de un puñado de individuos errantes, nómadas de la palabra, no se puede extinguir”. Steiner consideró que este compromiso con una “patria” textual era una perspectiva moral crítica que rechazaba todas las utopías étnicas y nacionalistas. Como tal, Steiner percibía una contradicción entre la vida del espíritu y la vida política. Para él, esto se evidenciaba de una manera clarísima en la figura del judío como lector de la civilización humana. Por lo tanto, Steiner definió un judío como “aquel que siempre tiene un lápiz o un bolígrafo en la mano cuando lee, el que, en los campos de exterminio, corregirá un error de impresión, enmendará un texto dudoso, en las puertas de la extinción”. Steiner consideró que esta especial intimidad judía con los textos en general es inherente no sólo al compromiso con Jerusalén sino también con Atenas. “La idea de Europa -subrayó- es realmente un ‘cuento de dos ciudades’. Es el legado de Atenas en Jerusalén, que es que tenemos un libro, tenemos varios libros”.

Steiner explicó la decadencia de la cultura europea por la pérdida de un público capaz de hacer una lectura integral de los grandes textos. Observó: “La mayor parte de la literatura occidental, que ha sido durante más de 2.000 años tan deliberadamente interactiva, la obra como eco, como reflejo, que alude a obras anteriores de la tradición, ahora está quedando rápidamente inalcanzable”. Es en este espíritu donde el punto de vista crítico de George Steiner encuentra todo su peso y relevancia. La tarea que se fijó como filósofo de la cultura fue abordar el problema de una crisis de la mente europea en particular y de la civilización occidental en general. Una vez más, Steiner nos recuerda que vivimos en una “crisis de sentido, en una ecuación entre texto y pretexto […]”. Tal como lo plantea Steiner, “la revolución […] provocada por los ordenadores, los debates electrónicos planetarios, por el ciberespacio y la realidad virtual” ha llevado a la desaparición de esta presencia de sentido. Sin embargo, como lectores de Steiner, debemos entender que su intenso diálogo con las grandes fuentes artísticas y filosóficas de la civilización occidental sólo se puede apreciar en el espejo de su cuestionamiento de las diferentes formas de amenaza al pensamiento y a la creación en el mundo actual. Curiosamente, al tiempo que describe la muerte y la descomposición de la cultura occidental, George Steiner aporta todo su talento y su penetración para comprender las figuras refinadas de la cultura europea que han intentado encontrar otra manera de experimentar y convivir con la cultura.

Sin duda, la dedicación de Steiner a la lectura y la comprensión de los textos canónicos de la civilización humana ha convertido su esfuerzo literario y filosófico en un contexto propicio para el pensamiento crítico en nuestra era de la mediocridad. Viviendo y pensando a contracorriente, George Steiner se presentó como un pensador inquietante. Pero, como pensador inquietante, dejó mucha huella en el panorama intelectual de nuestro tiempo e influirá sobre las generaciones futuras.

* Director del Centro Mahatma Gandhi para la Paz de la Universidad Global de Jindal

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