La revolución político-estatal

Todo el mundo tiene el natural deseo de dedicarse a su profesión y a su vida personal, pero algo habrá que hacer si queremos recuperar el Estado de Nabarra. Es evidente que Europa está cambiando y no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando, porque estamos desapareciendo poco a poco, diluidos en la decadencia. El decadente estilo de vida actual de superficial optimismo y pensamiento comercial en el que vivimos tiene que quedar atrás. Debemos desarrollar una resistencia interior contra el poder material reinante y aprovechar el inconformismo y la desesperación allí donde la haya. Debemos dar cobijo a todos los agrupamientos desencantados proveyéndoles del contenido ideológico correcto. Hay que crear un rumor que vaya creciendo y que pase a través de miles y miles de personas como expresión de saber que vivimos en una época de grandes cambios, en una época de transformación que debe llegar hasta las raíces de este ponzoñoso estilo de vida.

A día de hoy ya no hay diferencia de clases. Todos funcionamos según el dinero que tenemos disponible, unos más otros menos, pero en general todos tenemos acceso a todo y la política, más allá de cumplir su cometido, no es más que un instrumento de la industria y del comercio para manejar grandes concentraciones de dinero. Por eso, el cambio tiene que ser, no solo social y político, sino ideológico. No podemos conformarnos con un cambio político, porque no cumpliríamos nuestra misión. No se podría exigir sacrificios de todos nosotros ni resarcir los de tantas personas que han dado su vida por Nabarra, porque aunque tuviésemos razón en la renovación de la política, un cambio político solo duraría lo que durásemos nosotros. Solo calando ideológicamente en lo más hondo de las personas con nuestra mentalidad estatal podemos asegurarnos la pervivencia generación tras generación y de esta forma haber derrotado a las potencias invasoras para siempre sin ninguna perspectiva de que jamás volverán a dominar a la Nación baska.

Estamos todos en medio de una pugna de los más diversos sistemas de consecución de nuestro objetivo. Por el interior de cada basko luchan concepciones del Estado de Nabarra y del mundo con frecuencia totalmente opuestas. Los baskos como europeos que somos, cada vez estamos más globalizados, cada vez más desligados de nuestra tierra y poco a poco vamos perdiendo el juicio sobre los fines de nuestra vida. Una vez perdido el horizonte, tenemos asumido que la vida sólo es una rampa de transacciones comerciales y eso es un duro golpe contra nuestra patria, porque deja de tener sentido lo auténtico, es decir, la fidelidad al Estado de Nabarra y nos envuelve el ansia de ganar una parte, la marxista, sobre la otra, la capitalista, y viceversa, con todos sus grados intermedios incluidos, pretendiendo falsamente que después de las revueltas intestinas entre las dos partes se consiga un equilibrio estatal. Por otro lado, la lucha prolongada nos está conduciendo al fracaso absoluto porque el aburrimiento y la monotonía de estar siempre frustrados se está transformando en un falso pacifismo que nada tiene que ver con el amor y la paz de los baskos en su Estado de Nabarra, sino más bien con la alta traición a la patria, el aborregamiento de nuestro Águila Real. Ese falso pacifismo y su variante narcótico-floral, es un medio de los adversarios de Nabarra para volver al pueblo basko incapaz de toda resistencia, manteniéndonos en una esclavitud tributaria y en el desprecio político en el que estamos sumidos.

Todo este envenenamiento anímico profundo hay que superarlo con la fortaleza interior con que estamos dotados los baskos. Hay que avanzar no sólo en sentido económico sino también en el ideológico y además en todos los terrenos. Hay que potenciar nuestra tierra, nuestros oficios, nuestra industria, nuestra investigación, nuestro arte, nuestra cultura, nuestra historia. Hay que consumir productos nacionales, hay que hacer turismo nacional, hay que remover los cimientos del suelo patrio allí donde nuestros hermanos se hayan desorientado, hay que preocuparse seriamente de las consecuencias prácticas de tanta expoliación. Hay que superar nuestros problemas porque si no estamos abocados a la asimilación y a la desaparición.

Los diferentes órganos de Nabarra encargados de defender la cultura y la esencia de su ser nacional no son capaces de ofrecer resistencia, y los grupos políticos están rendidos y al servicio de la constitución española, por eso deben ser barridos todos de la escena, por inservibles. Más allá, las asociaciones ideológico-culturales, muy valientes, no nos podemos conformar con algunas protestas, que por ser demasiado elevadas no son capaces de llamar a toda la Nación a la resistencia, sino que además debemos perseverar en la acción, que ya va cogiendo diferentes formas entre nosotros.

Es decisiva la actitud del carácter frente al destino, así como los poderes de la política, la historia y la cultura. Por eso es fundamental que todos los baskos tomemos conciencia de que el Estado de Nabarra debe ser recuperado para el mundo.