Se cumplen sólo 75 años de aquel abril de 1931 que celebró el advenimiento de la II República, ese brazo amputado que aunque no existe todavía se siente. Un proyecto que ilusionó a toda una generación, tantas veces comparado con el rayo de luz que iluminó la negra caverna, y que tuvo nombres y apellidos en esta pequeña Navarra. Protagonistas de la modernidad, ahora transparentes, ocultos, ignorados a sabiendas… nunca recordados, menos restituidos de una honra mancillada que también se extendió a cientos de familias mudas.
Aquel domingo 12 de abril tuvieron lugar unas elecciones municipales de consecuencias nunca calculadas. Olite fue uno de los pocos ayuntamientos navarros que consiguió mayoría republicana. Una isla tricolor en un mar carlista.
Con un gran respaldo popular, ejercido entonces sólo por los hombres porque el voto femenino lo traería la República dos años después, la candidatura de coalición formada por republicanos de centro izquierda y socialistas de la UGT logró siete de los diez concejales que había en liza. Sólo dos ediles fueron carlistas y únicamente uno salió monárquico.
De mayor a menor número de votos, de respaldo de los olitenses, figuraban el veterano labrador “republicano-socialista” Salvador Eraso Azcárate, de 70 años, que ya había sido concejal en anteriores ocasiones y ahora lograba 159 votos. Le siguió con 156 sufragios el destacado ugetista Tomás Chivite Fernández, jornalero de 38 años.
El tercer edil con mayor número de votos era el agricultor de 53 años Carlos Escudero Cerdán, también “republicano-socialista”, al que avalaban 155 olitenses y que este mismo mes se convirtió en el primer alcalde republicano de la localidad. A poca distancia, siguieron otros tres concejales de la misma coalición: Juan García Lacalle, secretario general de la UGT local, campesino de 34 años, que obtuvo 124 votos y sustituyó a Escudero como alcalde a partir de agosto de 1933.
Los puestos quinto y sexto fueron para los miembros de UGT Constantino Eraso Martínez, agricultor de 40 años, con 122 votos, y Julio Pérez García, de 35 años y que logró 114 apoyos. Socialistas y republicanos se presentaron juntos. Los primeros eran miembros de UGT y aparecían inscritos como “socialistas” a secas, mientras los segundos militaban en su mayoría en el partido Acción Republicana de Manuel Azaña y figuraban como “republicano-socialistas”.
Del resto de concejales que se decidieron aquel 12 de abril, tres de los diez en juego fueron para la derecha. El comerciante Leonardo Jaurrieta Leoz, de 48 años, fue como “independiente monárquico” y obtuvo 94 sufragios. Le siguieron los dos únicos ediles que lograron los carlistas: Santos Catalán Baztán, de 52 años, y que tras el 18 de julio de 1936 se convirtió en el nuevo alcalde faccioso, y Esteban Gorri Tambo, de 38 años, que arañó el respaldo de 81 vecinos. Ambos eran labradores.
Cerró la lista de elegidos en Olite, con 62 votos, el concejal más joven, el pintor afiliado a la Acción Republicana Jaime Alda Ibáñez, que en ese momento tenía 29 años. De los siete ediles republicano-socialistas, los más votados por el pueblo en aquellos comicios municipales, cinco serán fusilados tras el golpe militar del verano de 1936: Salvador Eraso, Constantino Eraso, Julio Pérez, Carlos Escudero y Juan García. Los dos últimos, además, fueron alcaldes. Siguieron la misma suerte que otros 44 vecinos. Una treintena más huyó o se exilió. Otros, la mayoría mujeres, soportaron vejaciones públicas.
Ningún Ayuntamiento de Olite, han pasado 75 años, ha restituido públicamente su memoria, apreciado su trabajo, valorado su empeño. Ningún ser humano merece ser sentenciado sin juicio previo, ejecutado a cientos de kilómetros del frente de guerra. Arrojado a una cuneta. Hoy es de Justicia su recuerdo.