En la campaña electoral que se ha desarrollado durante las últimas semanas en Portugal se ha hablado mucho de la relación con España. Más allá de cuestiones de vecindad y de la tradicional amistad se ha discutido de economía y de estrategia. Del tren de alta velocidad y otras conexiones que tienen que pasar inevitablemente por España. Hay portugueses que lamentan esta servidumbre y que desconfían de la proyección española sobre Portugal, mientras que otros la consideran una oportunidad para el crecimiento y la modernización. Esta discusión interna es seguida con mucha atención e incluso con emoción por los medios periodísticos de Madrid, que ofrecen interpretaciones claramente sesgadas. A algunos se les calientan las neuronas y escriben titulares que aseguran que Portugal aspira a constituir una federación con España. Los españolistas de piedra picada resucitan ahora, interesadamente. el antiguo ideal iberista que circulaba a finales del XIX y principios del XX. Compensan la obsesión que les causa el incremento del separatismo vasco y catalán con la ilusión de recuperar Portugal para la España grande. Onanismo imperialista. En una de estas informaciones se publicaba el resultado de una encuesta según la cual, hace ocho años, sólo un 15% de los portugueses consideraban positiva la posibilidad de formar un solo estado con España, mientras que ahora ya son un 24%.
Esto anima al nacionalismo español. A lo largo de la vida hemos tenido el gusto de conocer y tratar algunas portuguesas y algunos portugueses. Todos forman parte del 76% que no quieren saber nada de España y que lamentan la invasión de la región de Lisboa por parte del capitalismo madrileño, ya sea inmobiliario, energético u otros sectores. Nunca hemos conocido a nadie que formara parte de este supuesto 24% de hispanófilos. Debe de ser casualidad. O que hemos tenido malas compañías. Es por eso que estamos tranquilos y que suponemos que los portugueses no cometerán el inmenso error que sería dejarse tragar por España, ellos que tienen la suerte de estar fuera. ¡Ahí estuviéramos! Que tengan cuidado, sin embargo, porque, de esa red que llaman España, cuando estás dentro, cuesta mucho salir. Lo sabemos muy bien.