La Picota o Rollo de Desojo

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La cruz, 350 aniversario

En la zona navarra de tierra de Estella, siguiendo el camino de Santiago, después de abandonar Los Arcos, nos encontramos a mano derecha con una carretera local que nos lleva a Desojo. Al tomar la última curva, vislumbramos al fondo un monumento vertical de piedra que siempre hemos conocido como la cruz o la picota. Es un monumento civil que podemos observar con relativa frecuencia en los pueblos peninsulares, pero es una rareza en Navarra por lo que creemos interesante el estudio en general y, en particular, el nuestro de Desojo.

Hoy denominamos rollo o picota a un mismo monumento, pero existe una diferencia conceptual. La picota era el poste en que se exponían a los malhechores a la vergüenza pública o se les castigaba. La pena de exhibición en la picota la encontramos en el libro de Las Partidas del rey Alfonso X el sabio, en el siglo XIII. Era la última de las penas leves a los delincuentes para deshonrarlos y castigarlos. En la partida 7ª, ley 4ª del título XXI, está escrito: “la setena es cuando condenan a alguno que sea azotado o ferido paladinamente por yerro que fizo, o lo ponen por deshonra dél en la picota, ol desnudan faciendol estar al sol untado de miel porque lo coman las moscas alguna hora del día”.

El rollo, por su parte, representa la categoría administrativa del lugar; sólo se levantaba en las villas, indicando el régimen al que estaba sometido: señorío real, concejil, eclesiástico o monástico. Marcaba el límite territorial y algunas veces, era un monumento conmemorativo de la concesión del título de villa. El rollo indicaba en un principio que el lugar tenía justicia propia, pero luego empezó a hacer funciones de picota, como lugar de castigo y exposición de reos, acabando ambos nombres por designar el mismo objeto público.

Es decir, el rollo sólo se levantaba en las villas y las picotas se podían erigir en cualquier lugar. En el caso de las villas, un mismo monumento representaba las dos funciones: penal y jurisdiccional. Como Desojo era villa lo que nosotros llamamos picota en realidad es rollo. El rollo es una picota de más categoría.

Si miramos al monumento de Desojo podemos deducir clarísimamente que era penal (las marcas de las cadenas lo denuncian). Si sólo hubiese sido jurisdiccional tendría escudos reales o señoriales .

Como la función era ejemplarizante la localización, como lo vemos en Desojo, estaba a la entrada de la villa, o en la calle más transitada. ¿A quienes se les ponía en el rollo? A comerciantes que engañaban con el peso o la medida, ¡al rollo! ¿Que vendías carne o pescado estropeado? ¡Al rollo! Prostitutas, jurados corrompidos, falsificadores, conspiradores…, ¡al rollo! Allí los tenían un tiempo, a veces varios días, para que los viese todo el mundo. La gente les tiraba todo encima, si eran tomates no pasaba nada, pero como empezasen con piedras o en tiempo de guerra, ya os imagináis como acababa. ¡Cuidado, sólo a villanos; nunca a la nobleza o eclesiásticos! Por lo que con el paso del tiempo comenzó a convertirse en símbolo de opresión del pueblo, de la existencia de dos varas de medir; para nobles, no; para villanos, sí. Esta situación persistió hasta el Código Penal de 1822, donde pasó a la justicia real.

En 1665 reinaba Felipe IV, que murió ese mismo año. España, en irreparable decadencia, había perdido casi todas las colonias en Europa, se guerreaba con Portugal, las arcas de Hacienda estaban vacías y el rey exigía más dinero a todas sus posesiones. En Navarra el Virrey era el duque de San Germán y para conseguir dinero se le ocurrió vender la jurisdicción civil y criminal y el derecho a asiento en Cortes a varios pueblos. Milagro y Mañeru pagaron 600 ducados. Huarte-Pamplona, 16.000 reales. Obanos, 7.000. Y Desojo pagó 8.000 reales. Así Desojo adquirió la autorización real para tener jurisdicción y poder erigir el monumento, que es lo primero que se hacía, además de nombrar sus jueces y autoridades locales.

En cuanto a su arquitectura, en su origen sería un árbol o palo hincado en el suelo. Luis Vélez de Guevara lo definió como: gentil árbol berroqueño que suele llevar hombres como frutos. Con el fin de perpetuar su duración, más tarde se construyeron en piedra y así lo contemplamos en Desojo.

Tiene forma de fuste de columna y se compone de:

Gradas, 4, que rodean la base. De fuera a dentro:

-3,53 por 3,53m

-2,80 por 2,80m

-2,09 por 2,09m

-1,36 por 1,36m

De ésta sale la base, 0,32 m.; fuste formado por cuatro piedras cilíndricas con un perímetro de 1,460 m, donde se sujetaban las cadenas (aún se notan las marcas), y longitud de 2,40 m. El capitel, cuatro brazos salientes en cruz, a modo de gárgolas, y remate o penacho de 0,57m.

Emplazamiento, entrada de la villa por la carretera de Sansol (siempre estaban localizados en sitios muy visibles o en la entrada al pueblo o en la plaza principal).

Decadencia

Un decreto de las Cortes de Cádiz del 26 de Mayo de 1813 ordenó la demolición de todos los signos de vasallaje que haya en sus entradas, casas particulares, o en cualquier otro sitio, porque los pueblos de la Nación Española no reconocen ni reconocerán jamás otro señorío que el de la Nación misma, y que su noble orgullo sufriría tener a la vista un recuerdo continuo de humillación.

Parece que el mandato de Cádiz no siempre se cumplió porque la reina gobernadora, María Cristina, en nombre de Isabel II, en enero de 1837, estableció con fuerza que se cumpliese con vigor y fuerza lo decretado el 26 de mayo de 1813, por lo que los generales mandaron quemar y demoler todos los signos de vasallaje que hubiera en los pueblos. Se destruyeron casi todos. En Navarra sólo sobrevivieron el de Lakuntza, Villava, en peores condiciones, y éste de Desojo.

El 14 de marzo de 1963 se promulgó un decreto de protección de monumentos menores por el cual los propietarios de este tipo de monumentos con más de cien años, no podrán cambiarlos de lugar, ni realizar obras de reparación alguna sin previa autorización del ministerio de Educación. El cuidado queda encomendado al ayuntamiento, el cual se hará responsable de su vigilancia y conservación. Posteriormente el Gobierno de Navarra ha dictado nueva legislación. Realmente a nivel general no ha servido para mucho la ley porque cualquier excusa era buena para destruir: ¿queremos hacer la plaza más grande? ¡Fuera la picota! ¿Queremos ensanchar el camino? ¡Fuera la picota! ¿Necesidades de trafico? ¡Fuera la picota! O, lo que es peor, indiferencia, desidia. Estas han sido las verdaderas causas de la desaparición, y no tanto, las leyes del s. XIX. La de Desojo también ha sufrido en sus piedras estos avatares. Así, en 1960, al encontrarse en un cruce de caminos y estorbar a los carros, algunos vecinos sugirieron la posibilidad de retirarla; el buen juicio de otros evitó el desastre. En 1970 estaba completamente tapada por matas y maleza y las piedras de la base sueltas. En el año 2000 la Fundación Príncipe de Viana realizó una restauración completa, que es como la podemos contemplar ahora. Y así hemos conseguido que la picota, mejor dicho, rollo de Desojo, haya celebrado el día 11 de octubre de 2015.

¡350 años!

 

Bibliografia

José Javier del Rio Chávarri, La Villa de Desojo en Navarra, pag 64

Victoriano Pérez Lanz. Desojo museo al aire libre, pag 7

José Vicente de Frias Balsa. Rollos y Picotas en Soria.

José María Ferrer González. Rollos y Picotas en la provincia de Guadalajara.