La pandemia, veinte años atrás

¿Cómo habríamos vivido esta pandemia hace sólo veinte años? ¿Cómo la habríamos encarado y le habríamos dado respuesta? Son preguntas que no tienen una respuesta sencilla, pero formuladas de manera rigurosa y con buenos datos podría tener interés responderlas para evaluar con mayor objetividad la situación actual. Por ejemplo, sería bueno saber cuál podría haber sido la reacción del sistema catalán de salud pública en el año 2000 teniendo en cuenta la presión demográfica de ese momento. Y, en este terreno, también se podría tratar de evaluar el impacto que la recesión del 2008 y las fuertes reducciones presupuestarias iniciadas por el segundo tripartito de izquierdas y las del gobierno siguiente pueden haber tenido realmente en la crítica respuesta actual.

La reflexión se podría hacer extensiva al modelo económico. ¿Cómo nos habría ido con una industria mucho menos abocada a la exportación? En 2000, las exportaciones catalanas suponían 2.214 millones de euros, y en diciembre de 2019 ya eran de 5.409 M €. Y se podría medir la resistencia que en 2000 podía haber tenido la clase media del país, ahora mucho más debilitada que entonces. También cabría preguntarse cómo habría afectado la pandemia a la población en riesgo de pobreza de hace veinte años, y cómo habrían podido responder las organizaciones del tercer sector como la Cruz Roja, Cáritas o el Banco de los Alimentos.

Sin embargo, quería poner la atención en el papel de las redes sociales. Particularmente, el escenario del año 2000 era el de una red con una velocidad de transmisión de datos muy baja y con una tecnología aún poco preparada para la transmisión de imágenes. No tengo datos precisos para describir la situación, pero recuerdo que en 2004 las movilizaciones políticas en las elecciones generales todavía se hicieron por SMS. Y en 2005, para llamar a casa desde los Estados Unidos, lo hacía con un accesorio de pinza que era una cámara de una calidad de imagen ínfima, y a un precio astronómico de conexión.

Veinte años después, el ancho de banda -en vías de entrar en 5G- permite el tipo de conexiones que ahora empleamos con normalidad, y que precisamente la pandemia ha puesto a prueba. Faltan datos actualizados y completos, pero doy algunos a modo indicativo. En diciembre de 2019, las suscripciones de banda ancha móvil en Finlandia ya eran 155 por cada 100 habitantes (en España, 99). En mayo de 2020, respecto al periodo previo a la pandemia, el incremento de tráfico en internet era de un 60 por ciento de media en la OCDE. El impacto de Covid-19 hizo pasar, sólo en la plataforma Zoom, de 10 millones de participantes diarios en reuniones el mes de diciembre de 2019 a 300 millones en abril de 2020, y la utilizaban 90.000 escuelas de 20 países diferentes. Y dos datos sobre Cataluña del Idescat: en 2019 usaban internet el 93,7% de catalanes, y más concretamente el 95 por ciento de los adolescentes de 10 a 15 años, el 66,7 por ciento de cuales que ya tenían móvil.

Hasta ahora sólo he puesto algunos ejemplos en términos muy generales y cuantitativos, pero hay estudios que muestran notables cambios en la forma en que usamos las redes debido a la pandemia. Porque si hasta ahora las redes habían cambiado nuestras formas de socialización, con la pandemia la necesidad de socialización -desde las relaciones interpersonales hasta la enseñanza y el teletrabajo- está transformando las mismas redes.

Vuelvo a la pregunta inicial: ¿cómo habríamos encarado los confinamientos que hemos pasado -y los que pueden venir- sin internet, sin banda ancha, sin los aparatos de alta tecnología que se han generalizado? Ni Radar Covid, ni investigación en red, ni atención médica virtual, ni clases en línea, ni teletrabajo… ¿Nos lo podemos imaginar? ¿Imaginamos cuál sería el panorama social? Hay quien piensa que las comunicaciones virtuales obstaculizan las relaciones interpersonales “auténticas”. Yo pienso que suerte hemos tenido en poder mantenerlas.

ARA