La opinión pública, como ignorancia impuesta

Un reciente tuit con un dato del último Informe de la Plataforma por la Lengua (2022) me lleva a volver a hablar de qué es la opinión pública. En este caso, un anónimo que firma ‘Valenciano de cepa-Sheriff de lengua’, escribe: “Confirmada la idiotez catalanohablante”, con un enlace a la editorial de Vicent Partal en Vilaweb del día 21 de noviembre de 2022, y el dato que la justifica: “La mitad de los catalanohablantes en Cataluña (un 50,9 por ciento) creen que la sumisión lingüística (entendida como cambiar al castellano cuando alguien les habla en esta lengua) no es una amenaza para la lengua”.

No voy a discutir que si la encuesta dice que un 50,9 por ciento ‘piensan’ lo que se les ha preguntado, bien lo deben haber dicho. Otra cosa es qué significa que “lo piensan”, y sobre todo si lo han pensado mucho. O si han entendido un término como “sumisión lingüística” y sus consecuencias, porque si se lo hubieran preguntado vete a saber qué habrían respondido. Y, para acabar de afinar las cosas, habría que saber si todos los que en la encuesta se declararon “catalanohablantes”, en la práctica lo eran, o si eran demasiados. Pero vamos a la cuestión de la opinión pública.

En primer lugar, si bien la respuesta a la pregunta de la encuesta de la Plataforma no informa sobre la idiotez de nadie, sí señala un hecho fundamental: la opinión pública puede -y suele- ser profundamente ignorante. Puede ser útil realizar una encuesta para saber hasta qué punto somos ignorantes, pero para saber si la sumisión lingüística es o no una amenaza, lo que hace falta es preguntar a los sociolingüistas expertos en esta cuestión y que en lugar de opiniones nos expliquen sus investigaciones.

En consecuencia, es obvio que quererse guiar por la opinión pública -por ejemplo, a la hora de determinar cuáles son los problemas más graves a resolver en una determinada comunidad- es extremadamente arriesgado. Gobernar a golpe de encuesta es una tontería que sospecho que es una práctica bastante generalizada. En muchos casos, la encuesta no pasa de orientar estrategias electoralistas que buscan simpatías simulando que se está de acuerdo con la opinión pública o que simulan que se trabaja duro. Pero ¡ay! ¡si es la ignorancia pública lo que determina las prioridades de gobierno!

Y en tercer lugar, hay que tener presente que lo que nos muestra la opinión pública es cuáles son los puntos de vista que se han logrado imponer a través de los diversos instrumentos que la fabrican: pseudonoticias, tertulias, artistas y, en general, líderes de opinión, ahora también llamados ‘influencers’. Es decir, la opinión pública delata a quien manda a la hora de conformarla, y sobre todo cuáles son los mecanismos más eficaces para conseguirlo.

En resumen, la opinión pública como suma de opiniones individuales autónomas e informadas no existe, como hace ya muchos años dejó escrito Pierre Bourdieu. La opinión pública es un artefacto resultado de procesos sociales complejos que muestran el resultado de las luchas de poder para fabricarla y conseguir resultados interesados. Nunca perdamos de vista que la opinión pública funciona como un sistema de ignorancia acreditada, y por tanto, de sumisión al que le ha impuesto.

Publicado el 20 de febrero de 2023

Nº. 2019

EL TEMPS