La mezquita catedral de Córdoba es el monumento más importante del Occidente islámico y uno de los más asombrosos del mundo. Para el escritor inglés Gerald Brenan es el más bello y original edificio de España. La Unesco la declaró patrimonio de la humanidad. Por su extensión (23 mil metros cuadrados) es la tercera mezquita más grande.
Su construcción la inició Abderramán I en el año 785. Como mezquita funcionó hasta 1492 cuando terminó el dominio árabe en la península ibérica. A partir del XVI fue convertida en catedral.
Los especialistas destacan en este maravilloso edificio su armónica sala de 11 naves con 110 columnas de mármol y granito con capiteles romanos paleocristianos y bizantinos. La doble serie de arcos de herradura y medio punto que constituyeron una novedad arquitectónica sin precedente. Y cómo el juego de luces y sombras que ofrecen la piedra caliza y el ladrillo de sus arcos crea una singular atmósfera.
A este ejemplo único de la evolución del estilo omeya se sumaron después el gótico, renacentista y barroco de la construcción cristiana. En fin, la mezquita que al mismo tiempo es catedral, encierra un mosaico de culturas y estilos arquitectonicos agregados durante los nueve siglos que duró su construcción, ampliaciones o reformas. Igualmente es una muestra de la enorme aportación cultural, arquitectónica y científica del islam en España. Por mucho tiempo fue símbolo de la convivencia que debe existir entre las diversas creencias religiosas.
Sin embargo, por decisiones de la jerarquía católica y con la complacencia y respaldo del partido que gobierna España (el de los señores Aznar y Rajoy), la mezquita catedral ya no es lo primero. Sólo catedral y, además, escriturada como bien de la Iglesia al amparo de una ley de origen franquista. Sus personeros han ido borrando los rasgos de identidad islámica llenando la mezquita catedral de iconografía católica, de numerosas imágenes trasladadas desde otros templos. Una muestra de intolerancia religiosa y xenofobia, más propia de cuando la Inquisición impuso su ley tras la expulsión y persecución de judíos y moros.
Esta conversión, tolerada por el gobierno y el parlamento de un país que garantiza la libertad religiosa y prohíbe la confesionalidad del Estado, también impide que quienes profesan el islam realicen sus oraciones en la mezquita catedral. Sólo se permite el culto católico. Intento burdo de borrar el legado multicultural andalusí que labraron, entre otros Maimónides, Averroes y Avicenas.
Crecen las protestas contra esa transformación fanática, ofensa al arte y a la historia y que contradice el espíritu ecuménico de un monumento único. La mezquita catedral de Córdoba debe ser como antes y para siempre, símbolo de paz, concordia y civilización.
LA JORNADA