Escribía hace pocos días el filósofo Savater -catedrático de ética que a menudo practica poco y mal la disciplina de que es titular- un artículo sobre caballos ingleses, que son su auténtica especialidad indiscutible. De monedas, o de la historia de Escocia y de otras pequeñas materias relacionadas con lo que él llama “nacionalismos” (concepto diabólico … según a quién se aplique), no está tan bien documentado como en la materia equina. Antes de entrar en esta materia, se sorprendía el filósofo, más bien se escandalizaba, de haber encontrado por alguna comarca del norte de Inglaterra billetes de banco denominados libras escocesas. Ya estamos, pensó y dijo: el perverso nacionalismo del SNP apenas llegado al gobierno incluso imprime libras con nombre propio. Qué disparate, dijo, qué provincianismo, qué estupidez localista, esto de inventarse simbólicamente una moneda propia sólo por gusto y capricho. Bueno, pues, la ignorancia es siempre peligrosa, pero más cuando la acompaña el prejuicio y la mala leche. Porque resulta que libras escocesas, Scottish pound (o Pundit con su nombre antiguo), siempre ha habido, y no se las acaba de inventar nadie. Hace cuarenta años, viajando por Escocia, yo las tuve en las manos y las gasté con total normalidad. Pensé, también, que si habían conservado simbólicamente una moneda propia, y el epíteto nacional aplicado a instituciones tan serias como un banco o una biblioteca (además de los equipos de rugby o de fútbol), podían mirar al futuro con cierto optimismo. Parece que no me equivoqué. El caso es que, al menos desde principios del siglo XIX, ha habido un National Bank of Scotland, que ya en 1831, autorizado por documento real, emitía billetes de banco con denominación propia. Y el Royal Bank of Scotland nunca ha dejado de emitir libras escocesas. Por acuerdo implícito y no del todo formal, como suele pasar en el Reino Unido, el valor de una libra escocesa es el mismo que el de la libra británica o inglesa: la misma moneda, el mismo nombre pero con adjetivo propio. Como si dijéramos una peseta catalana… emitida legalmente por una Banca Real o Nacional de Cataluña. Algo normal, el epíteto nacional aplicado a la moneda propia pero compartida. Como si la peseta española fuera también una peseta nacional catalana, o al contrario. Cosas que la historia de aquí haría tan normales y lógicas como la historia de allí, pero que parecen imposibles, inimaginables.
Justamente, sin embargo, algunas cosas como éstas, que pueden ser tan lógicas y tan normales, parecen aberrantes y ridículas a quienes lanzan la palabra nacionalismo como un insulto indiscriminado. Gente que tampoco sabe historia de Europa. Pero el ‘nacionalismo‘ (pongamos así, en cursiva, para no extender el término y el concepto más de lo que tocaría), cuando es un movimiento social, cultural y político democrático, reivindicativo y liberador, un patriotismo positivo y constructivo, integrador, moderno y abierto (como aquí nos gusta que sea, y si no es así nos gusta poco), es sobre todo un proyecto de libertad para el propio país y de progreso y bienestar para la propia sociedad y pueblo. Bueno, pues, resulta que en los pocos años que gobierna (¡y sin soberanía fiscal, por cierto!), El Partido Nacionalista Escocés, tan “pueblerino” y retrógrado como piensa Savater que es, ha conseguido, por ejemplo, cosas como éstas (y cito la información de Xavier Solano, ex delegado del gobierno catalán en el Reino Unido): “Universidad gratuita para los estudiantes, frente a los 10.000 euros que pagarán los estudiantes en Inglaterra; reducción del número de alumnos por clase en las escuelas; cero despidos obligatorios en el sector público, atención gratuita a las personas mayores, incluyendo la atención a domicilio; congelación de los impuestos locales durante cuatro años; prescripciones médicas gratis, eliminación de los peajes, mantenimiento de la tasa de paro por debajo del 7 %…” Y un largo etcétera, asegura el informante. El cual seguramente sabe muy poco de caballos ingleses, pero conoce un algo de la acción de gobierno de los nacionalistas escoceses. Tan provincianos y reaccionarios que deben ser, según el catedrático de ética. Y de paso, el gobierno del PSOE de Euskadi (o del PSOE-PP) aunque va pasando, precariamente, de la herencia económica, y los progresos sociales, que le dejaron los gobiernos del Partido Nacionalista Vasco. Incluso sin imprimir euskopesetas.