La lengua ha sido desde siempre una de las banderas del catalanismo. Hasta el punto de que históricamente la defensa del autogobierno ha ido siempre ligada a la lucha por recuperar y normalizar la lengua. Por eso es tan difícil explicar que cuando el catalanismo se convirtió en casi unánimemente independentista la lengua dejara de estar entre sus principales banderas.
De hecho, el independentismo dejó de priorizar la lengua exactamente el 8 de octubre de 2012, cuando Junqueras anunció que la República Catalana serviría para cambiarlo todo menos la legislación lingüística. Una promesa que fue ratificada después por el entonces president Artur Mas, y que pronto se convirtió en un dogma del independentismo hasta el punto de estigmatizar o marginar a quien se atrevió a ponerlo en duda.
Sin duda se trataba de desplegar esta idea tan inconsistente de un independentismo no nacionalista, un independentismo que no se base en la identidad catalana sino en una combinación de principios universales y cuestiones materiales. Pero sobre todo se trataba de evitar cualquier barrera que impidiera a toda la población de Cataluña abarcar el proyecto de la independencia. Un mal precedente de todo esto de ampliar la base, en definitiva.
Visto con la perspectiva del tiempo, creo que ésta fue una estrategia errónea. Ciertamente ha rebajado la carga identitaria del independentismo, pero no existe evidencia alguna de que haya ayudado a que más personas de identidad española se hayan incorporado a las filas independentistas. De hecho, la carga identitaria del unionismo no sólo no se ha reducido, sino que ha aumentado. Como suele ocurrir con todas las cesiones unilaterales, de nada sirven si la otra parte no las reconoce y también las hace. El unionismo no es menos españolista porque el independentismo sea menos catalanista, sino que el rechazo a la independencia sigue siendo profundamente identitario.
Llegados a este punto, es normal que se replanteen muchas cosas. ¿Realmente el independentismo castellanohablante ha crecido en estos años? En Sant Vicenç dels Horts, municipio que el artículo de Junqueras ponía de referente, no lo parece. Entonces gobernaba ERC y ahora gobiernan PSC y Cs. Antes, las elecciones catalanas se las ganaban CiU o ERC y ahora las gana Cs o el PSC.
Es en este contexto cuando llega la preocupación actual por el retroceso en el uso social del catalán. Hay quien dice que el proceso independentista tiene la culpa y que es necesario insistir en la despolitización de la lengua. Pero yo diría que si acaso la culpa es de la excesiva despolitización de la lengua por parte del catalanismo, mientras el unionismo la ha politizado más que nunca. Es decir, que mientras unos hemos bajado la guardia por ser menos identitarios e inclusivos, otros han sido más identitarios y agresivos.
En definitiva, que aparcar la lucha por la lengua para centrarnos en la lucha por la independencia parece haber sido un mal negocio. Sobre todo porque aquellos que promovieron la idea de aparcar la lengua ahora han aparcado la independencia y nos han conducido a un escenario en el que ya no luchan por ninguna de las dos cosas. Al menos no lo hacen de forma creíble. Solo gestionan el día a día, parece.
¿Y ahora qué? El autollamado independentismo no identitario levanta la bandera de la lengua con tanto entusiasmo que no puedo evitar sospechar que debe haber alguna trampa. ¿No son los mismos que abrazaron al castellano para ampliar la base independentista? ¿Ahora ya no es necesario? ¿Están reconociendo el fracaso? ¿Es la forma de confirmar que la lucha por la independencia ha quedado aparcada?
Sea como fuere, ni la lucha por la independencia se puede aparcar porque el 1-O quemamos las naves, ni la lucha por la lengua podía entonces quedar aparcada mientras sus enemigos cogían más fuerza que nunca. Ahora, quien nos ha conducido con estrategias equivocadas a este escenario tan complejo debería asumir que no se puede jugar así con el futuro de nuestro país. No es fácil reconducir las cosas.
No es evidente que el error de bajar la bandera de la lengua se enmiende simplemente volviéndola a levantar. No sólo porque esta decisión transmite la idea de que se ha pasado página y ahora toca gestionar un ‘mientras tanto’ eterno, en el que la independencia está aparcada esperando tiempos mejores. Básicamente porque todas las decisiones pasadas tienen consecuencias y no se puede pretender que nada ha pasado.
La mejor política lingüística sigue siendo la independencia. Como seguramente en tantos ámbitos sectoriales (economía, fiscalidad, trabajo, pobreza, etc.) en los que no hay acto más revolucionario que cambiar de país y ser dueños de nuestro destino. Sí, Irlanda logró la independencia de parte del país, pero no logró recuperar la lengua propia como lo hacen la mayoría de nuevos estados del mundo que han nacido en el último siglo. Ya dicen que la excepción confirma la regla. Porque supongo que nadie está diciendo que sin la independencia les habría ido mejor con la lengua. Si esta es la propuesta habrá que discutirla muy en serio.
Cataluña ha tomado en los últimos años decisiones muy trascendentales, como romper con el régimen del 78 y optar por la independencia. Para continuar el camino se necesitan líderes y gobiernos serios y que se dejen de una vez de ocurrencias estratégicas.
EL MÓN