El escándalo nuestro de cada día, en este lamentable estado bananero, se cifra hoy en la recusación de un magistrado del Tribunal Constitucional español para la resolución de los recursos presentados contra el nuevo “Estatut de Catalunya”. La “razón” aducida consiste en que Pérez Tremps, cuando todavía no era magistrado del Constitucional, realizó un trabajo para la Generalitat, ¡en tiempos de Jordi Pujol!.
Más en casa, en nuestro pequeño país nos encontramos con la imputación y el espectáculo penoso de su llamada a declarar ante lo que llaman “Tribunal Supremo de Justicia del País Vasco” (versión “Comunidad Autónoma) al lehendakari, señor Ibarretxe, de acuerdo con la propia legislación del Estado español, como “desobediente” y casi “colaborador” con el “terrorismo”, por haberse reunido con Batasuna.
En ambos y en otros tantos casos (Proceso 18/98, De Juana Chaos…) no es que se vean las “carencias” o “limitaciones” de la “democracia” española; más bien aparece el emperador en su desnudez. El estado bananero español muestra a menudo sus vergüenzas “democráticas”. Pero, últimamente, donde el chandrío es más notorio es en las actuaciones de su “Poder Judicial”.
Como evidencia nos llegan las declaraciones, también desde Catalunya, del defensa del Barça Oleguer Presas, que cuestiona “la independencia judicial y el Estado de derecho”. Oleguer Presas se reafirma en las tesis expuestas en su libro “Camí d’Itaca”, y defiende públicamente su apuesta por la independencia catalana.
El problema democrático del Estado español, o mejor su carencia, cae por su peso en el no reconocimiento de las realidades nacionales a las que “integra” y de sus derechos como tales. El nacionalismo español no concibe su “nación” sin los Países Catalanes, sin Navarra, sin Galicia. Ya sabemos que España se quedaría en chasis con nuestras independencias (recordemos Serbia), pero muchas veces es mejor reconocer y asumir una realidad, que abriría a los españoles por fin a una situación democrática, que seguir arrastrando siglos de Inquisición, Imperio, totalitarismo y ceguera.
Euskal Herria y los Países Catalanes necesitan su soberanía. Deben acceder a su propio Estado. Es la cuestión democrática fundamental para ambos pueblos, ya que les permitiría una organización política de rango internacional al servicio de los intereses de sus propias sociedades, cuestión en la que las actuales (estados español y francés) van, normalmente, en su contra. También, como ya se ha dicho, es condición necesaria para la propia democratización de ambos. Y esperemos, de paso, que suficiente.