La izquierda española miserable

El 3 de febrero de 2018 sólo habían pasado cuatro meses después de que miles de policías enviados desde Madrid asaltaran violentamente las colas pacíficas de ciudadanos que sólo querían depositar una papeleta dentro de una urna. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y serán recordadas por muchas generaciones de catalanes. Pues bien, esa noche la gala de los Goya la presentó el dúo cómico Joaquín Reyes-Ernesto Sevilla y empezó con una declaración de principios: “¡Vamos a partirnos el culo esta noche!” A partir de ahí, la noche se alargó con alguna proclama feminista, un chiste sobre vascos (“Esta es una película de ciencia ficción porque hay un vasco que al final folla”) y la gran ganadora, Isabel Coixet, hablando sobre su madre. Aquel día las élites culturales españolas, siempre tan ‘progres’ y tan ‘megaguays’, se revolcaron –más públicamente que nunca– en la fosa séptica moral que los acoge y mantiene. Nunca han dicho ni una palabra sobre las cloacas, la represión, el ‘lawfare’ o la guerra sucia. Bien, sí. Este año han premiado la supuesta epopeya de una policía española infiltrada en el País Vasco. Un ‘thriller’ españolista, el género que les faltaba.

Los del cine no son los únicos. En 2003, en los premios de música que concedió la SGAE, el cantante Fermin Muguruza se solidarizó con los trabajadores y el director de Egunkaria, el único diario en lengua vasca, que fue cerrado por la Guardia Civil. La respuesta de los españoles de la música fue la misma que la de los españoles del cine; hostilidad y silbido masivo. Y esto se supone que son artistas y gente de izquierdas y solidaria. Nunca ha habido una palabra contra las represalias policiales, judiciales, políticas o lingüísticas si se cometen para salvar a España. La distancia ideal para que los artistas españoles defiendan una causa justa se sitúa hacia los 3.000 kilómetros, a no ser la de reclamar más dinero público para su industria de kilómetro cero. Son más miserables que culpables.

EL PUNT-AVUI