La inacabada Guerra Fría


El próximo mes de noviembre se cumplirá el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, pero podría resultar que el fin de la confrontación en Europa hubiera sido sólo temporal. Un año después de la guerra del verano pasado en Georgia, las antiguas divisiones parecen estar reapareciendo de forma diferente. Aunque se declaró acabada la Guerra Fría en Europa, la verdad es que nunca fue así en realidad.

Cuando la Unión Soviética se retiró de la Europa central y oriental, nosotros, los rusos, creímos que la OTAN no se extendería a los países y territorios de los que nos habíamos retirado. Nuestra esperanza era la unificación con Europa, “una casa europea común”, y la creación de una Europa “unida y libre”. Nuestras esperanzas no eran una cándidamente falsa ilusión. Al fin y al cabo, los dirigentes de los Estados Unidos y Alemania habían prometido a Mijail Gorbachov que la OTAN no se extendería hacia el Este.

Al principio, después de haber vencido al comunismo, los rusos se consideraban a sí mismos victoriosos, pero, después de unos años eufóricos, Occidente empezó a actuar cada vez más como el vencedor de la Guerra Fría. Una vez que se hubo esfumado en el aire la posible “amenaza militar” planteada por la Unión Soviética, las sucesivas olas de ampliaciones de la OTAN no estaban al servicio de un propósito militar ni ideológico.

La lógica de Occidente para la ampliación era geopolítica: hacer entrar las antiguas repúblicas soviéticas y los Estados socialistas de la Europa central y oriental en la esfera de influencia política y económica de Occidente. Al principio, se declaró que los nuevos miembros de la OTAN cumplían los criterios democráticos y militares. Más adelante, se abandonaron dichos criterios, cuando la OTAN empezó a invitar los Estados más atrasados y corruptos para que ingresaran en ella.

Además, la OTAN no sólo aumentó su composición, sino que, además, se transformó de una alianza anticomunista defensiva en una agrupación ofensiva (con operaciones en Yugoslavia, el Iraq y el Afganistán). La expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia y el ingreso de países cuyas minorías dirigentes tienen complejos históricos respecto de Rusia aumentaron el sentimiento antirruso dentro de la alianza. Pese a los intentos hechos por la OTAN de mejorar su prestigio, muchos rusos la ven ahora como una organización mucho más hostil que en el decenio de 1990 o incluso antes.

Además, la ampliación de la OTAN ha significado que la propia Europa no ha salido de la Guerra Fría. Ningún tratado de paz puso fin a la Guerra Fría, por lo que permanece inacabada. Pese a que la confrontación militar e ideológica de aquellos tiempos ha quedado muy atrás, se la está substituyendo por un nuevo punto muerto: entre Rusia, por un lado, y, por otro, los Estados Unidos y algunos de los “nuevos europeos”.

Abrigo la esperanza de que, cuando los historiadores examinen retrospectivamente el ataque de Georgia a Osetia del Sur del verano pasado, consideren que las muertes de osetios, rusos y georgianos no fueron en vano. Las tropas rusas aplastaron al ejército de Georgia en el terreno, pero, además, asestaron un golpe contundente contra la lógica de una mayor expansión de la OTAN, que, de no haber cesado, habría instigado inevitablemente una importante guerra en el corazón de Europa.

De momento, se sigue sin zanjar esa situación. Los EE.UU. no desencadenaron una nueva forma de guerra fría después del episodio de Osetia del Sur, entre otras cosas por la crisis económica y financiera mundial.

Espero que la crisis económica mundial y la presidencia de Barack Obama pongan en su debida perspectiva la grotesca idea de una nueva guerra fría. La Europa en sentido amplio, en la que incluyo no sólo a Rusia, sino también a los Estados Unidos, necesita un nuevo tratado de paz o, mejor dicho, un sistema de acuerdos que trace una línea divisoria para separarnos del horrible siglo XX en Europa y con ello prevenga una recaída histórica.

Lo que hace falta es un nuevo tratado paneuropeo sobre la seguridad colectiva, formado por los países particulares o por la OTAN y la UE, además de por Rusia y la Comunidad de Estados Independientes. Los países no incluidos en ninguno de esos sistemas actuales de seguridad podrían adherirse al tratado y recibir garantías multilaterales. La ampliación de la OTAN quedaría congelada de facto .

Teniendo presentes las desmembraciones de la Unión Soviética y de Yugoslavia, debemos intentar prevenir una mayor fragmentación de los Estados y también su reunificación por la fuerza. Kosovo, Osetia del Sur y Abjazia deben ser los últimos Estados que se separen por la fuerza. Hay que cerrar la “caja de Pandora” de la libre determinación.

Una vez superado el legado de la confrontación heredado del siglo XX, tal vez fueran posibles reducciones importantes de los arsenales nucleares de Rusia y de los EE.UU., junto con la coordinación de las políticas estratégico-militares. En ese supuesto, la cooperación ruso-estadounidense en situaciones de crisis, como la del Afganistán, o para contrarrestar la proliferación de armas de destrucción en gran escala llegaría a ser mucho más profunda.

En la Europa propiamente dicha, se debe fundar una unión entre Rusia y la UE, basada en un espacio económico común, un espacio energético común –con propiedad mixta de las empresas que producen, transportan y distribuyen la energía– y un espacio humano común en el que no se necesite la concesión de visados y que cuente con políticas internacionales coordinadas de Rusia y de la UE.

También se debe hacer hincapié en la creación de un nuevo sistema rector de la economía y las finanzas mundiales, que, si no se resuelven las confrontaciones de la Guerra Fría, resultará aún más difícil.

Europa, Rusia y los EE.UU. deben poner fin a la “guerra inacabada”. Después, tal vez en 2019, año en que se cumplirá el centésimo aniversario del Tratado de Versalles, podremos despedirnos del siglo XX.

Secure rights Send link Printer friendly version

Sergei Karaganov es presidente del Presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa y decano de la Escuela de Economía Internacional y Asuntos Exteriores de la Universidad Estatal: Escuela Superior de Economía.

Copyright: Project Syndicate, 2009.

www.project-syndicate.org

Traducido del inglés por Carlos Manzano

Publicado por www.project-syndicate.org argitaratua