Hay pocas dudas, el origen de la crisis que padecemos en Europa no se limita a la economía, que es el efecto, sino a la falta de dinamismo, de contraste social, de igualdad frente a la ley en un sentido profundo pero simultáneamente de libertad y diversidad de la sociedad donde las élites han anquilosado al gobierno para preservar su poder más heredado que conseguido en competencia desde la igualdad de oportunidades. La decadencia y el retraso de China respecto de Occidente a partir del siglo XVII tiene idénticas razones: el mandarinato.
Distingue Nial Fergusson entre dos pautas de la organización social. La primera es la de “acceso limitado”, que se caracteriza por una economía de crecimiento lento, pocas organizaciones no estatales, un gobierno pequeño y centralizado que actúa sin el consentimiento y el contraste de la ciudadanía y unas relaciones personales organizadas en términos de intereses personales y dinásticos.
Se contrapone ésta a la de “acceso abierto”, caracterizada por un crecimiento económico rápido, una sociedad civil vibrante dotada de numerosas organizaciones no estatales, un gobierno descentralizado y relaciones sociales sometidas al imperio de la ley que implican derechos de propiedad seguros y estables, y justicia e igualdad en derechos y deberes.
China se regía por una pauta de “acceso limitado” desde 1600 y hoy Europa va cayendo en esta pauta de comportamiento político y social sustituyendo el gobierno pequeño de China por el gobierno burocratizado, estratificado y en definitiva excesivo que hoy sufre una Europa perpleja de su propia decadencia. Las razones y los efectos de ambas situaciones, China antes, Europa ahora, son paralelas. Son los filósofos y sociólogos franceses primero -Montesquieu, Montaigne, La Boetie- y los ingleses después -Smith, Hume y Locke- los que establecen los principios del liberalismo y la supremacía de la voluntad del pueblo por encima de la del príncipe. La declaración de derechos y libertades de 1689 como consecuencia de la revolución “gloriosa” inglesa establece que cualquier impuesto en beneficio de la corona debe ser autorizado por el Parlamento, que las elecciones deben ser libres y que las libertades de expresión, discusión y actuación del Parlamento no pueden ser juzgadas o investigadas por ningún tribunal salvo él mismo.
Son estos términos de referencia los que impulsan a la sociedad, hacen crecer la economía y mejoran progresiva, que no repentinamente, las condiciones de vida y la libertad de actuación de la ciudadanía. Sólo hay que mirar alrededor de nosotros mismos para percibir cómo estos pocos y sencillos principios son violentados desde normas y convenciones formales y artificiales utilizadas como excusas en lugar de como razones.
Hay en Europa dos “corpus” de doctrina legal. La inglesa, basada en la evolución, la tradición y el pragmatismo en donde el tribunales utilizan pautas generales en lugar de normas específicas construidas partiendo de cero como consecuencia de una revolución y de un nuevo régimen, como es el caso en Francia. Las razones de una y otra tienen su origen en la historia, los revolucionarios franceses no se fiaban de los jueces y los convirtieron en “autómatas” que se debían limitar a aplicar la ley tal como había sido codificada por la Asamblea Legislativa… Como reconoce Tocqueville, los franceses prefirieron la igualdad a la libertad y a la justicia. Esto da lugar en Francia a un Estado fuerte y una sociedad civil más débil; en Inglaterra es justo al contrario. Las consecuencias y las ventajas para los negocios y el comercio de uno y otro sistema son evidentes y hoy una de las razones de peso para la creciente preponderancia del derecho y las prácticas legales y contractuales de origen anglosajón en el ámbito internacional de los negocios es su pragmatismo, flexibilidad y capacidad de adaptación a circunstancias y situaciones cambiantes y diversas. Pero la diferencia de ambos sistemas con China, donde los magistrados ejercían las tres funciones básicas de promulgación de las leyes, de su ejecución y de la resolución de conflictos y disputas, es abismal y las consecuencias son visibles en los tres últimos siglos si se compara en este periodo la evolución de China y Europa. Hay que reconocer la diferencia entre la China actual y la tradicional.
Hoy las connivencias de parte de los jueces con el poder político y económico, la invasión de la justicia formal en la vida política y en definitiva la falta de respeto de la sociedad por sí misma, hacen que tengan que pasar años para que un banquero, con evidencias conocidas de gestión poco cuidadosa del patrimonio que gestionaba, sea imputado y que debería ser normal deje de ser extraordinario. Es esta la enfermedad de Europa que tiene una tendencia imparable a la esclerosis que si no cambia llevará al suicidio social de manera inevitable.
La comparación del paradigma de igualdad y justicia sobre todo si se pretende que aquélla no sea más aparente que real lleva de nuevo a la necesidad de independencia real de los jueces y la objetividad y distancia del ejecutivo respecto de los intereses de “tribu” en especial de aquellas que tienen poder, es decir, que tienen dinero…
Establecía Francis Fukuyama, ‘Origins of Political Order’, que los tres componentes inescapables de un régimen político moderno eran “un Estado fuerte y capaz, la subordinación del Estado al imperio de la ley y la responsabilidad del gobierno frente a los ciudadanos”. No existen diferencias respecto de los principios definidos en Europa desde el siglo XVII pero el problema está en el hecho de que el poder económico ha viciado los principios porque ha vaciado de contenido las instituciones.
Una consideración más negativa aún merecen leyes dictadas desde instancias superiores del entorno en que se aplican, leyes que van contra el sentimiento, la cultura y los deseos de la ciudadanía y atentan contra la convivencia social del país. La propuesta de ley de enseñanza Wert justifica la oposición explícita y contundente dentro del orden democrático. ¿Se puede pedir lealtad a la ciudadanía cuando la legitimidad democrática es más formal que real porque la mayoría parlamentaria se ha obtenido en circunstancias radicalmente diferentes de las actuales y la victoria electoral se ha conseguido basándose en un programa de gobierno que se ha incumplido de manera radical? Es una desconsideración similar a la que haría un régimen autocrático: dictar leyes que no salen del Parlamento que representa al pueblo a las que se aplican. Blindarnos contra esto es útil y esencial al menos para demostrar a los demás y a nosotros mismos que estamos vivos como pueblo. Hacer lo contrario es aceptar que no lo somos y en consecuencia sufrir sin protesta las consecuencias. ¿Realmente queremos eso?