Con el desarrollo de la redes eléctricas inteligentes cada vez se está más seguro de cómo los consumidores van a responder. Algunos estudios prospectivos son francamente muy alentadores. Uno de ellos es una encuesta realizada por IBM en la que se preguntó la opinión a 1.900 personas distribuidas en seis países. En dicho estudio, se llegó a la conclusión de que los consumidores se van a volver más activos en los próximos cinco años, tal como ya lo han hecho en los medios de comunicación y en el mundo del entretenimiento. El consumo de energía eléctrica promete ser una de las áreas más dinámicas.
En algunos países, los llamados ‘clientes pasivos’ ya están siendo superados en número por los ‘controladores de la energía’ que van, cada vez más, en busca de más información sobre el consumo eléctrico y exigen equipos y sistemas que permitan un mayor control del consumo, así como la posibilidad de generar la propia energía eléctrica que cada uno consume o de poder venderla a la compañía eléctrica en caso de no ser consumida.
La aplicación de precios variables de la electricidad en función de la demanda total es una condición necesaria para que se mejore el ahorro y la eficiencia energética. Sin embargo, a veces no resulta ser una condición suficiente. En efecto, allá donde se han introducido variaciones en los precios de la energía eléctrica en función de la demanda no siempre el resultado ha sido un éxito ya que sí se hacen mal los cálculos de las tarifas eléctricas pueden aparecer resultados aberrantes, cuando no catastróficos.
Por ejemplo, cuando hace unos años se hicieron pruebas en Seattle, en un principio, a la mayoría de los vecinos que vivían en los suburbios de la ciudad les gustó la idea. Estos vecinos aceptaron el no utilizar el lavavajillas y otros electrodomésticos durante el día y esperar hasta las 21.00 de la noche para hacerlo. Aquella hora se convirtió en el instante mágico a partir del cual la compañía eléctrica local, Puget Sound Energy (PSE), comenzaba a cobrar muy poco por este consumo de electricidad.
Lo malo fue que la empresa eléctrica debió hacer mal los cálculos de las tarifas porque, según dijo, empezó a perder dinero o, al menos, los ingresos cada vez resultaban menores para la empresa eléctrica local, Puget Sound Energy (PSE). Por otra parte, los tarifas variables debieron establecerse mucho peor que lo que se esperaba cuando se descubrió que muchas viviendas que tenían un plan de tarificación según franjas horarias realmente pagaban más que las viviendas que tenían tarifas ordinarias.
Los consumidores se enfadaron con razón, pues nadie esperaba que se pusiera al más tonto de la empresa —las malas lenguas afirman que fue el propio gerente— a realizar el cálculo de las tarifas variables y, a la vista de los malos resultados, los clientes abandonaron en masa este plan que les resultaba tan absurdamente planteado. En noviembre de 2002, tan sólo 18 meses después de la introducción del plan, PSE lo canceló con el apoyo de los reguladores eléctricos.
A su vez, también se demostró que las personas que dirigen este tipo de empresas es posible que anduvieran muy mal en el cálculo de integrales y derivadas pero, lo que era todavía peor, desconocían la Ley de Ohm. Además, era también imperdonable que no entendieran que, sin dotarse de redes eléctricas inteligentes que les facilitaran los datos necesarios para la realización de los cálculos, sería imposible determinar las tarifas variables con exactitud y en tiempo real.
Así y todo, y para evitar que ello se repitiera, en muchos estados de EE.UU., las empresas eléctricas y los reguladores prefirieron no tratar con precios de la electricidad que fueran variables y dinámicos porque no querían hacer el ridículo como en Seattle. Obviamente, para cubrirse en salud, las compañías eléctricas prefieren establecer precios variables que estén muy por encima de los costes reales. De ahí que la resistencia a los precios dinámicos por parte de las empresas eléctricas es probable que se endurezca aún más, en la medida que se quiera introducir más estos planes eléctricos y las ‘utilities’ no estén dispuestas a invertir en redes eléctricas inteligentes.
Por el contrario, las organizaciones que defienden y apoyan al consumidor deberían reaccionar exigiendo la construcción de ’smart grids’ o redes eléctricas inteligentes cuanto antes. No obstante, siempre será comprensible que algunos consumidores puedan encontrar este cambio como algo muy difícil de lograr, debido al elevado poder que tienen las compañías eléctricas en determinados países y a la corrupción imperante en diferentes países.
Además, en un mundo donde la inteligencia de los gobernantes y de los ciudadanos es un bien que escasea cada vez más pues lo que prima son las finanzas —y para eso es más útil dotarse de individuos de inteligencia mediana, tirando a baja, y que sean un tanto incultos, que conozcan cómo funciona la bolsa y el sistema financiero, en general, y, a su vez, que carezcan del más mínimo escrúpulo a la hora de expoliar a la gente– se podrían plantear situaciones absurdas donde tanto las empresas eléctricas como gran parte de los ciudadanos estarían de acuerdo en continuar con las tontas redes eléctricas actuales y se opusieran a las ’smart grids’.
En efecto, dados los altos niveles de incultura imperantes, no es nada difícil que se manipule el comportamiento de otros consumidores más obsesionados con la merma de lo que ellos consideran sus libertades fundamentales, como es el derecho a portar armas. Estos consumidores podrían considerar que las redes eléctricas inteligentes y la fijación de tarifas eléctricas variables dinámicos son herramientas del mal que, en un futuro, los gobiernos utilizarán para espiar a los ciudadanos e imponerles más impuestos.
Sin embargo, fueran de estas infantiles paranoias, la triste realidad es que, a menos de que los precios de las tarifas eléctricas estén relacionados con el nivel de la demanda, la mayor parte de los beneficios de las redes eléctricas inteligentes será difícil que se materialicen. Se estima que la fijación de precios dinámicos permitiría un ahorro de más de 45.000 millones de dólares de los 227.000 millones de dólares correspondientes al total del ahorro energético que las redes eléctricas inteligentes ofrecen.
Si las empresas eléctricas quieren salvar el cuello y para evitar una reacción violenta de la gente, las empresas eléctricas y sus reguladores tendrían que moverse lentamente, pero sin pausas ni frenos, hacia una progresiva utilización de las redes eléctricas inteligentes. Nada de tonterías del tipo “empezaremos a construirlas en el 2018″ como algunas compañías eléctricas acostumbran a decir en relación con las redes eléctricas inteligentes.
Desgraciadamente, dada la corrupción imperante y los altos niveles de imbecilidad de la especie humana, aunque se logre que los países más dinámicos e innovadores apuesten por las ’smart grids’, ello no significa que las redes eléctricas inteligentes llegarán a ser algo cuyo uso se generalice a medio plazo. Ni mucho menos. Al igual que ocurre con otras nuevas tecnologías, las redes eléctricas inteligentes o ‘smart grids’ primero habrán de pasar por un proceso que se denomina ‘hype cycle’ y que pretende ser el trayecto evolutivo de las expectativas de cualquier tecnología mediante el análisis de la curva de maduración.
Las expectativas de una tecnología específica después de iniciar su ascenso por el empuje de la tecnología o ‘technology trigger’ y de pasar un pico de expectativas infladas, ‘peak of inflated expectations’, se hunden en el valle de la desilusión o ‘trough of disillusionment’. Posteriormente, las expectativas tecnológicas comienzan de nuevo a remontar posiciones por la llamada pendiente de la iluminación o ’slope of enlightenment’ para alcanzar, más tarde, una meseta llamada ‘plateau of productivity’.
En el caso de las ‘smart grids’, puede ocurrir que la pendiente de la iluminación sea mayor que la que conocen otras tecnologías, pues el hecho de cómo llegará a resultar de empinada esta pendiente, en una gran medida, se deberá mucho a lo que hagan los diferentes actores implicados o ’stakeholders’, desde los políticos a las empresas, pasando por los ciudadanos y la sociedad civil, en general. Ello nos quiere decir que una sociedad que sea pasiva tendrá muy pocas probabilidades de introducir este tipo de valiosas innovaciones porque a los rentistas del sistema les saldrá gratis oponerse a ellas.