La geopolítica de la post-pandemia

No hay un único futuro hasta que sucede y cualquier esfuerzo por visualizar la geopolítica luego de la pandemia del COVID-19 debe incluir una gama de futuros posibles. Sugiero cinco futuros factibles en 2030, pero obviamente se pueden imaginar otros.

El fin del orden liberal globalizado. El orden mundial establecido por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial creó un marco de instituciones que condujo a una liberalización considerable del comercio y las finanzas internacionales. Ya antes de la pandemia del COVID-19, este orden se enfrentaba al desafío planteado por el ascenso de China y el crecimiento del populismo en las democracias occidentales. China se benefició de este orden, pero en la medida que su peso estratégico crece, insiste cada vez más en fijar estándares y reglas. Estados Unidos resiste, las instituciones se atrofian y los llamados a la soberanía aumentan. Estados Unidos sigue fuera de la Organización Mundial de la Salud y del acuerdo climático de París. El COVID-19 contribuye a la probabilidad de este escenario al debilitar el “administrador del sistema” estadounidense.

Un desafío autoritario al estilo de los años 1930. El desempleo masivo, la mayor desigualdad y la disrupción comunitaria como consecuencia de los cambios económicos relacionados con la pandemia crean condiciones favorables para una política autoritaria. No faltan emprendedores políticos deseosos de utilizar el populismo nacionalista para ganar poder. El nativismo y el proteccionismo aumentan. Los aranceles y las cuotas sobre los bienes y la gente aumentan, y los inmigrantes y refugiados se convierten en chivos expiatorios. Los estados autoritarios buscan consolidar esferas regionales de interés, y varios tipos de intervenciones aumentan el riesgo de un conflicto violento. Algunas de estas tendencias eran visibles antes de 2020, pero las perspectivas débiles de una recuperación económica, debido a la incapacidad de lidiar con la pandemia del COVID-19, aumentan la probabilidad de este escenario.

Un orden mundial dominado por China. En tanto China domina la pandemia, la distancia económica entre ese país y otras potencias importantes cambia drásticamente. La economía de China supera a la de un Estados Unidos en decadencia para mediados de los años 2020, y China amplía su liderazgo sobre países que supieron ser potenciales contendientes como India y Brasil. En su matrimonio diplomático por conveniencia con Rusia, China se vuelve, cada vez más, el socio principal. No sorprende que China exija respeto y obediencia en función de su creciente poder. La Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta es utilizada para influir no sólo en los vecinos sino en socios tan distantes como Europa y América Latina. Los votos contra China en las instituciones internacionales se vuelven demasiado caros, ya que ponen en peligro la ayuda o la inversión china, así como el acceso al mayor mercado del mundo. Dado que la pandemia ha debilitado a las economías occidentales con relación a China, el gobierno y las principales empresas de China están en condiciones de reformular las instituciones y fijar normas como les plazca.

Una agenda internacional verde. No todos los futuros son negativos. La opinión pública en muchas democracias está empezando a darle una mayor prioridad al cambio climático y a la conservación ambiental. Algunos gobiernos y empresas están reorganizándose para lidiar con estas cuestiones. Inclusive antes del COVID-19, se podía prever una agenda internacional en 2030 definida por el foco de los países en cuestiones verdes. Al resaltar los lazos entre la salud humana y planetaria, la pandemia acelera la adopción de esta agenda.

Por ejemplo, la población estadounidense percibe que gastar 700.000 millones de dólares en defensa no impidió que el COVID-19 matara a más norteamericanos de los que murieron en todas sus guerras después de 1945. En un contexto político doméstico diferente, un presidente de Estados Unidos introduce un “Plan Marshall por COVID” para ofrecer un rápido acceso a vacunas para los países pobres y fortalecer la capacidad de sus sistemas de atención sanitaria. El Plan Marshall de 1948 se creó por propio interés de Estados Unidos y, al mismo tiempo, en interés de otros, y tuvo un efecto profundo en la formulación de la geopolítica de la década siguiente. Este liderazgo hizo crecer el poder blando de Estados Unidos. En 2030, una agenda verde se ha convertido en una buena política doméstica, con un efecto geopolítico igual de significativo.

Más de lo mismo. En 2030, el COVID-19 parece tan lamentable como se veía la gran gripe de 1918-20 en 1930, y con efectos geopolíticos limitados similares en el largo plazo. Las condiciones previas persisten. Pero, junto con el ascenso del poder chino, el populismo doméstico y la polarización en Occidente, y con más regímenes autoritarios, existe cierto grado de globalización económica y una conciencia cada vez mayor de la importancia de la globalización ambiental, sustentada por un reconocimiento a regañadientes de que ningún país puede solucionar esos problemas por sí solo. Estados Unidos y China logran cooperar en el terreno de la pandemia y del cambio climático, aunque siguen compitiendo en otras cuestiones como las restricciones a la navegación en el Mar de la China Meridional y en el Mar de China Oriental. La amistad es limitada, pero la rivalidad está bajo control. Algunas instituciones se debilitan, otras se reparan y otras se inventan. Estados Unidos sigue siendo la potencia más grande, pero sin el grado de influencia que tenía en el pasado.

Cada uno de los primeros cuatro escenarios tiene, digamos, una posibilidad en cien de aproximarse al futuro en 2030. En otras palabras, hay menos de la mitad de probabilidades de que el impacto de la pandemia actual de COVID-19 reformule profundamente la geopolítica en 2030. Varios factores podrían alterar estas probabilidades. Por ejemplo, el rápido desarrollo de vacunas efectivas, confiables y baratas que se distribuyan ampliamente a nivel internacional podría aumentar la probabilidad de la continuidad y reducir la probabilidad de los escenarios autoritario o chino.

Pero si la reelección de Donald Trump debilita las alianzas de Estados Unidos y las instituciones internacionales, o daña la democracia en el país, la probabilidad del escenario de continuidad o del escenario verde disminuiría. Por otro lado, si la Unión Europea, que inicialmente resultó debilitada por la pandemia, logra compartir los costos de la respuesta de los estados miembro, podría convertirse en un actor internacional importante capaz de aumentar la probabilidad del escenario verde.

Otras influencias son posibles y el COVID-19 puede producir cambios domésticos importantes relacionados con las desigualdades en atención médica y educación, así como espolear la creación de mejores acuerdos institucionales para prepararse para la próxima pandemia. Estimar el efecto de largo plazo de la pandemia actual no es una predicción exacta del futuro, sino un ejercicio de sopesar las probabilidades y de ajustar las políticas actuales.

Joseph S. Nye, Jr. is a professor at Harvard University and the author of Is the American Century Over? and Do Morals Matter? Presidents and Foreign Policy from FDR to Trump.

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