La venganza de la geografía que hace diez años auguraba Robert D. Kaplan está siendo brutal. Los mapas condicionan el destino de las naciones y los gasoductos son cada vez más visibles en esos mapas. Gasoductos y oleoductos dibujan las líneas de alta tensión de la temporada otoño-invierno.
Las principales conducciones de gas a Europa están inflamadas políticamente en estos momentos. Alemania acaba de dejar en suspenso la inauguración del Nord Stream 2, conducción submarina que debe multiplicar por dos el envío de gas natural siberiano a Europa a través del mar Báltico. El regulador alemán le dice al consorcio ruso Gazprom que no puede ser proveedor y transportista a la vez, por lo que deberá transferir la titularidad del gasoducto a una empresa filial que esté registrada en Alemania y acredite la suficiente independencia respecto a la matriz. Al saberse que el Nord Stream 2 puede demorarse hasta el verano, subió inmediatamente el precio del gas.
Sorprende que esas condiciones no fuesen conocidas de antemano por Gazprom, teniendo en cuenta que el excanciller federal alemán Gerhard Schröder, amigo personal de Vladímir Putin, se convirtió en directivo del consorcio ruso nada más dejar el cargo. La decisión aparentemente administrativa de los alemanes se produce en un contexto dramático: la enorme tensión en la frontera entre Bielorrusia y Polonia y en el confín Rusia-Ucrania. La activación del Nord Stream 2 (55 bcm anuales) es una prioridad estratégica de Rusia, que pretende rebajar al mínimo el transporte de gas a través del gasoducto Soyuz (40 bcm) que atraviesa Ucrania, pagando peaje a este país. Objetivo: debilitar económicamente a Ucrania, mientras sigue abierta la lucha por el control de sus regiones orientales. [Un bcm equivale a mil millones de metros cúbicos de gas].
Como ya advirtió Zbigniew Brzezinski en El gran tablero (1997), imprescindible manual de geopolítca, Ucrania es pieza clave para la hegemonía en el este de Europa. La hermética Bielorrusia, gobernada por un vestigio de la era Breznev, es ahora el gato hidráulico que ejerce presión sobre polacos y ucranianos. Aquí tenemos otro gasoducto inflamado: el Yamal Europa (35 bcm) que transporta gas ruso a Alemania a través de Bielorrusia y Polonia.
Más tranquilas están las cosas en los dos gasoductos que conectan Rusia y Turquía. Atenta al incierto devenir de Libia, Italia tiene garantizado el suministro desde Argelia y desde Azerbayán a través del gasoducto Transadriático (10 bcm) que empezó a operar hace unos meses. Atención a Italia, que trabaja sus propios mapas. John Kerry, delegado especial del presidente Biden para el Medio Ambiente, ofreció el martes en Roma el apoyo de Estados Unidos al proyecto de Mario Draghi de convertir a Italia en el hub europeo del hidrógeno verde que aspiran a fabricar Arabia Saudí y los países del norte de África mediante la producción intensiva de electricidad renovable en sus territorios desérticos. El hidrógeno verde, vector por el que apuesta fuertemente la industria alemana, puede ser transportado a través de los gasoductos hoy existentes.
Tensa calma en el triángulo que forman Argelia, Marruecos y España, tras el cierre del gasoducto Magreb Europa, decidido por Argel. España recibe gas argelino por el Medgaz (todavía no ampliado), tira de reservas y descarga más barcos de gas licuado.
LA VANGUARDIA