Después de la Segunda Guerra Mundial se celebraron los Juicios de Nuremberg para juzgar a los criminales nazis. Terminaron con condenas de diversa consideración, pero lo que quedó claro es que se juzgaba a personas concretas por hechos también concretos y no se juzgaba a la nación alemana. La culpa siempre es individual y nunca se puede calificar de culpable a todo un colectivo, en este caso a todo un país. Sin embargo, por abuso del lenguaje y por simplificación excesiva, muchas veces cuando leemos sobre la Alemania de los años 30 se utiliza el término “nazi” como sinónimo de “alemán”, cuando de hecho 6 de cada 10 alemanes nunca votaron a Hitler. Incluso a menudo se llama a los militares de aquella época “soldados nazis”, cuando muchos eran chicos de 20 años a los que se les había puesto un uniforme y se había enviado a luchar por el Tercer Reich sin haber sido nunca miembros de ningún partido político.
La posguerra dio lugar a un debate entre pensadores que argumentaban sobre la diferencia entre responsabilidad y culpa. Una de las reflexiones más conocidas la hizo Hannah Arendt, que expuso que vivir en comunidad hace que todos tengamos una parte de la responsabilidad sobre lo que ocurre en nuestra sociedad, mientras que la culpa es únicamente individual. Aplicando este principio al racismo, por ejemplo, cada individuo puede contribuir con sus acciones a que la sociedad sea más o menos racista, pero cuando existe un crimen racista la culpa es sólo de la persona que la ha perpetrado y no de todo un colectivo.
El ser humano es el único animal que tropieza muchas veces con la misma piedra, y la culpa colectiva sigue utilizándose hoy en día de forma general. El periodista italiano Federico Rampini explica en el libro ‘El suicidio occidental’ que en algunas universidades de Estados Unidos donde domina la ideología ‘woke’ se obliga a los estudiantes blancos a pedir perdón públicamente a los estudiantes negros “por el racismo que llevan dentro”, produciéndose una situación grotesca que incomoda a blancos y negros. Aquí habría que decir que no sólo los blancos han sido racistas a lo largo de la historia; los japoneses han sido racistas contra los chinos, los árabes contra los negros (fueron traficantes de esclavos durante siglos), los negros han sido racistas entre ellos (hutus y tutsis en Ruanda), los negros contra los blancos (masacre de Bvumba, Zimbabue, 1978) y así sucesivamente. Siguiendo esta lógica, a los estudiantes árabes se les debería obligar a pedir perdón a los negros, a los japoneses perdón a los chinos, y cuando se hubieran disculpado todos quizás ya habría terminado el curso. Por otro lado, no todos los blancos del pasado fueron racistas, y en caso de que el bisabuelo de un estudiante hubiera estado traficante de esclavos, ¿qué responsabilidad tiene su bisnieto?
En los institutos catalanes, en la materia de filosofía de primero de bachillerato se estudia el razonamiento lógico, fundamental para poder ir por el mundo sin que te quieran hacer pasar gato por liebre. Los alumnos aprenden que si “todos los canguros son australianos” no significa necesariamente que “todos los australianos son canguros”. Si afirmamos la segunda frase estamos cometiendo una falacia de la afirmación del consecuente, que es lo que ocurre cuando alguien asegura que todos los blancos son racistas, todos los hombres son machistas, todos los musulmanes son islamistas fanáticos, todos los israelíes son asesinos o todos los alemanes de 1939 eran nazis. Los comunicadores, políticos, ideólogos y tertulianos que hacen afirmaciones de este tipo no pasarían ni un examen de primero de bachillerato. Éste es el nivel que hay.
EL PUNT-AVUI