La diáspora vasca y el ‘Gernikako Arbola’

Los abajo firmantes pertenecemos a lo que se ha llamado “la octava provincia euskara”, esto es, la diáspora vasca, compuesta por millones de descendientes de todos los vasconavarros que en su día abandonaron su Baskonia natal y buscaron mejores acomodos en América y en otros continentes del mundo.

Unos vinieron quizás por el espíritu aventurero de los vascos; otros escapando de la necesidad; otros, por el desencanto de la pérdida de los Fueros y la obligación del servicio militar; muchos obligados al exilio por las guerras que desde el siglo XIX hirieron nuestra tierra; otros, simplemente, atraídos por la bonanza de los familiares anteriormente instalados. Quizás hubo un poco de todo. Pero lo cierto es que han pasado generaciones y desde aquí muchos seguimos mirando a Euskal Herria como la tierra en la que reconocemos nuestros apellidos, nuestros antepasados y, sobre todo, el carácter y el tesón de nuestro pueblo, reconocible y reconocido en todos los lugares.

Aquí llevamos muchos años cultivando cuanto nos une, la lengua, las costumbres, las danzas, las canciones, y apenas por los apellidos distinguimos nuestro origen provinciano: provenir de Iparralde, Navarra o Bizkaia aquí ya es secundario. Las siete provincias se hacen una en la distancia y desde aquí vemos nuestro país como los astronautas ven el planeta tierra: algo querido, único, unido.

Entendemos las vicisitudes históricas que nos han llevado a estar hoy día divididos en tres entidades administrativas: la Comunidad Foral de Navarra, la Comunidad Autónoma de Euskadi y la Communauté d’aglomeration Pays Basque. Pero para nosotros la Baskonia, la Euskal Herria, sigue siendo una y el Zazpiak Bat sigue presidiendo nuestros hogares, txokos, frontones y Euskal Etxeak.

Por fortuna tenemos el euskera como argamasa fundamental de nuestro pueblo, pero echamos en falta, necesitamos, símbolos que representen al conjunto del país. Por ejemplo, aquí escuchamos con respeto y cariño los himnos oficiales de nuestras diferentes autonomías y cantamos también las viejas canciones patrióticas que nos enseñaron nuestros padres; sin embargo, el Gernikako Arbola sigue siendo la canción y el símbolo musical más representativo, desde que un 29 de octubre de 1858 una multitud lo cantó en el muelle del Río de la Plata para dar la bienvenida a su autor, José María Iparraguirre, que ya había sido desterrado por cantarlo.

Desde hace un tiempo estamos siguiendo con interés los diferentes manifiestos de músicos, cantantes, escritores y personalidades, en favor de la recuperación de este símbolo unitario. Nos identificamos especialmente con las palabras de un importante grupo de historiadores de todas las ideologías y de todas las universidades vascas: “Desde su primera interpretación conocida, el Gernikako Arbola fue cantado con solemnidad por todos y todas, desde carlistas a comunistas, pasando por conservadores, liberales, nacionalistas, republicanos y socialistas. Del Adur al Ebro, ha sido entonado durante generaciones por vascos que solo se sentían vascos y por vascos que se sentían, además, españoles o franceses… Concebido como emblema de una nación moderna o como expresión de la antigua foralidad y de las libertades tradicionales, difícilmente se podrá encontrar un cántico que aúne tantas voluntades y que genere sentimientos de pertenencia tan profundos”.

Como “octava provincia” euskara, vasca o vasconavarra, poco podemos hacer en ese sentido ante los partidos e instituciones políticas y culturales de nuestra tierra. Además, no queremos entrar en debates territoriales, ni partidistas, ni generacionales, sobre cómo debe encararse el futuro de los vascos y vascas. Simplemente nos gustaría trasladar, desde la lejanía, nuestra visión de conjunto, visión de país unido y, con total respeto a lo ya existente, invitaros recuperar un himno histórico, el símbolo vasco más internacional, para que nos siga representando, y uniendo, a las ocho provincias.

Firman este artículo: Mikel Ezkerro / Historiador de la diáspora vasca, Buenos Aires. Maria Elena Etcheverry de Irujo y Ollo / Médica, Buenos Aires. Fabio Javier Echarri / Universidad Nacional del Nordeste / Chaco (Ar.). Mariana Fernández Castelli / Agrup. Vasco-Argentina, San Martín. Santi Bereciartua / Abogado, Rosario (Ar.). Carlos Costa / Médico, Montevideo (Uru). Mª Cristina Martínez Elizalde / Médico, Montevideo (Uru). María Julia Listur / Prof. Historia, Montevideo (Uru). Agurtzane Aguado / Presidenta del Euskal Herria, Montevideo (Uru). Josu Landa Goyonaga / Filósofo, escritor, Venezuela. Jaione Arrieta Galarraga / Coordinadora diáspora / México. Joseba Buj / Escritor. Universidad Iberoamericana / México. Jose Vicente Katarain / Editor, Euskal Etxea de Bogotá. Gonzalo Linazasoro / Abogado, Santiago de Chile. Fernando Lizarbe / Zazpirak Bat, Rosario (Ar.). Wilfredo Lizarzaburu / Centro Vasco de Trujillo, Perú. Javier Tisera / Periodista, Centro Vasco San Nicolás (Ar.). Guillermo Canut Garramiola / Euskal Etxea. Rosario (Ar.). Carlos Aznárez / Periodista, Buenos Aires (Ar.). Eneko Tuduri Zubillaga / Investigador, Univ. de Reno. USA. José Antonio Ocariz / Médico. Maine. USA. Jesús A. Hormaza / Ingeniero, La Habana, Cuba. Daniel E. Aranguren Echeverria / Ingeniero, La Habana. Anjel Azkarraga Etxebarria / Jubilatua, La Habana. Txutxo Abrisketa / Empresario, La Habana. Jesus Loizaga Arbizu / La Habana

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