La hipocresía de quienes detentan el poder sólo tiene correspondencia en la ingenuidad de quienes desde la sociedad sufren sus maniobras. Hemos pasado varios años discutiendo sobre si ocurrió, o no, la conquista de Navarra.
El relato oficial niega la mayor, oculta la gravedad de lo sucedido, y nos han atiborrado hasta las narices con versiones edulcoradas: fue una unión equae-principal; fue una adhesión; fue una pacificación porque Navarra estaba en guerra… Memeces para distraer y ocultar que aquel acontecimiento fue una agresión ilegítima, una violencia que nos trastornó la existencia como país y cambió nuestra historia.
Hemos visto libros, sesudas compilaciones de ponencias, congresos, museos organizados, exposiciones, cómics, documentales televisivos… todo un dineral malversado y una ingente producción de propaganda dirigida a asimilarnos a la idea de que formamos parte de España por propia voluntad y que el imperio que se extendió por el mundo también era cosa nuestra. Hace unos meses Jaime Ignacio del Burgo, el impulsor de esta ideología, publicaba otro libro en el que insistía en que, se diga lo que se diga, Navarra se adhirió a la corona de Castilla por lógica de una vocación hispánica, y sin que intervinieran las armas. Se anuncia la elaboración, desde las autoridades de la cosa foral, de una unidad didáctica destinada a enseñar a los niños estas patrañas de la historia, con lo que se garantizaría por generaciones la transmisión de la mentira sobre la pérdida de nuestro Estado navarro.
Erre que erre, sigue la matraca con una versión que justifica y exonera de toda culpa a la corona española. Y cuando hemos discutido estas falacias por las calles, en las escuelas, en cada población a la que hemos acudido, con personas confundidas, y hemos rebatido argumentaciones distorsionadas, nos encontramos con la mejor perla, en Madrid, en la capital de la cosa imperial.
En el Museo Cibeles de la capital española la Fundación Casa de Alba expone una muestra del glorioso pasado de su familia: logros imperiales, obras de arte, documentos, tesoros acumulados por estos ”Grandes de España”. Y en medio de tanta riqueza y grandeza, un panel explica el relato de sus hazañas. “La casa de Alba ha estado presente en los grandes acontecimientos de la historia de España, desde la formación de Castilla, la guerra de Granada, la sucesión de la corona de la reina Isabel, la conquista de Navarra o las guerras de Europa…”
La conquista de Navarra es un ‘gran’ acontecimiento de la historia de España. Es decir, Navarra no es España, puesto que fue conquistada. Se podrá decir más alto, pero no más claro.
Y lo dice el propio artífice, el culpable, que alardea del crimen como si fuera una gloria. No creo que del Burgo pueda oponer mejor testimonio, para rebatir esta constatación, con más credibilidad o autoridad que las del propio duque de Alba.
El panel de la exposición de la casa de Alba añade más perlas: “Los orígenes familiares de los duques de Alba se encuentran en Toledo. Desde el siglo XII sus miembros desempeñaron los oficios ciudadanos más importantes…”
¿Oficios ciudadanos? ¿Desde cuándo los cargos de la aristocracia se pueden asimilar a la ciudadanía? El poder, la corte, el ejercicio de las armas, el genocidio y la violencia intrínsecos a la extensión del imperio… ¿se pueden encajar en una categoría que guarde la menor relación con los conceptos de oficio o ciudadano?
También el párrafo destinado a la gloria bélica de la familia tiene tela: “la guerra de Granada, (…) o las guerras de Europa” tienen que ver con cruentos episodios en Flandes o la reconquista. Es decir, en la capital del antiguo imperio se puede hablar y alardear sin tapujos de las guerras sucias, los genocidios y las rapiñas. Esa es la gloria española. Y en ella, la conquista de Navarra (no la ‘guerra’) es una condecoración de primera escala.
Lo dicho, Navarra fue conquistada, lo asegura el propio culpable, y es un crimen que no prescribe.
Publicado por Nabarralde-k argitaratua