Estas últimas semanas el independentismo, a raíz del tema de la cooficialidad del español en la Cataluña independiente, ha entrado en una versión catalana del libro del Gustau Nerin ‘Blanco bueno busca negro pobre’, que podríamos reformular así: ‘Catalanet independentista busca castellanohablante periférico’. Tanto en el África de las ONG occidentales como en la Cataluña de los barrios de la inmigración española, el discurso paternalista y clasista está a la orden del día.
De repente el independentismo ha pasado de ser un proyecto integrador donde contaba el destino y no el origen, a ser un proyecto donde cuenta el origen de las personas y donde se traza una línea en el suelo para decir ‘tú eres castellanohablante y tú catalanohablante’, ignorando, de paso, al resto de inmigrantes, que éstos no votan. Ante esta deriva etnicista, yo prefiero bajarme del tren. No encuentro atractivo un proyecto de estas características.
Los defensores de esta concepción etnicista se escudan en la Cataluña real. El problema de los realistas es que se trata de catalanohablantes de clase media que nunca han vivido en los barrios de la inmigración española. Cuando creces en uno de estos barrios y sales para conocer un poco Cataluña (algunos ‘ciudadanos’ no han salido nunca, sin embargo) y tienes un poco de perspectiva histórica tanto de Cataluña como del barrio de donde vienes, si tomas conciencia de una cosa es que donde has crecido más que real, es una Cataluña irreal. Una Cataluña que no tiene nada que ver con el país. Un país donde te quieres integrar y ser considerado como uno más. Ni mejor ni peor; un igual. Ni paternalismo, ni clasismo, ni tratos especiales: un catalán más. Un catalán. Porque, señores catalanets, ser castellanohablante en Cataluña no equivale a ser idiota en Cataluña. La gente puede haber escapado de la miseria de España y pudo no haber ido a la escuela, puede haber tenido que hacer trabajos poco cualificados, puede ser pobre, puede incluso sentirse mega-española y no sentirse identificada en ningún caso con Cataluña, pero independientemente de ello no es tonto: sabe dónde vive.
Cuando hice los mapas del independentismo, estos mostraron que muchos de estos barrios ya intuíamos: el origen es un factor clave para el explicación del voto. Ahora bien, una cosa es la explicación científica de este hecho, y otra muy distinta hacer un proyecto político de ello. Dicho de otro modo, una cosa es aceptar acríticamente este hecho (con todo lo que conlleva desde una perspectiva histórica y social), la versión realista, y otra tener una intención transformadora para que todos los catalanes, sea cual sea el su origen, sean tratados de la misma manera; con el mismo nivel de exigencia.
Electoralismo y carreras personales en la propuesta cooficialista
Más allá del trato ofensivo paternalista de los defensores mediáticos (y académicos) del cooficialismo, no hay que engañarse, la razón es puramente electoralista. La decisión se remonta a antes del 25-N. Dejadme explicarlo brevemente. El señor Junqueras debería explicar con base en qué motivos tomó él solo la decisión de optar por la oficialidad del español sin consultar a la sectorial de Política Lingüística de ERC, que se opuso a ello, y que ni siquiera recogía el programa electoral de ERC. El señor Albert Rossich debería explicar por qué dice que la oficialidad es un cebo electoral y no una realidad, afirmando, textualmente, “para que se obre el efecto sin que se note el cuidado”. ¿Es que se ha de tratar los castellanohablantes de imbéciles? ¿Es que no se les puede explicar un proyecto integrador sin tener que engañarles? ¿Vale todo en política? Por otra parte, ¿sois conscientes de que las implicaciones legales y sociales de la oficialidad del castellano no las determinará vuestra buena voluntad?
Tanto ERC como CiU deberían explicar públicamente el pacto secreto que hicieron para la oficialidad del castellano antes del 25N, pacto en el que se enmarca el artículo de Junqueras en El Periódico de Cataluña y las declaraciones del presidente Mas afirmando que el español no sólo sería oficial en Cataluña, sino de aprendizaje obligatorio. La bilingüización general y obligatoria en español es un suicidio para el catalán, además de una imposición para aquellos catalanohablantes que no lo quieran (no hay que olvidar que estamos en el dominio lingüístico del catalán, no del español). ¿A cambio de qué pactaron todo esto? ¿Por qué no lo hicieron público?
Y acto seguido, ERC y CiU también deberían explicar que fueron a hablar con las principales asociaciones del país en relación con esta decisión. Lo que no es inocente, porque estamos en un país donde la sociedad civil depende de la subvención, y los favores tarde o temprano se cobran. Quizá entonces contextualizaréis las declaraciones, mucho tiempo después, de la presidenta de Òmnium (asociación que estaba allí, por lo que sé). ¿Por qué crean tensiones dentro de las asociaciones que han mantenido vivo este país en la defensa de la cultura y la lengua catalanas? ¿Son conscientes de que si los partidos nos revientan estas asociaciones nos revientan el país?
Como veis, en todo este proceso no parece que, en ningún momento, se haya pedido la opinión de los castellanohablantes. Quizás están de acuerdo, tal vez no, no niego ninguna opción. No me consta que los partidos políticos y la sociedad civil catalana hayan hablado con representantes de los castellanohablantes. De hecho, los únicos castellanohablantes organizados, y neutros políticamente (independientes de cualquier partido), que conozco se manifiestan abiertamente en contra de la oficialidad del español. Hablan el español, sí, pero también aman el catalán. Enseñanza optativa del español en las escuelas y no discriminación lingüística sí; oficialidad no. Como dije el otro día a un sociolingüista reconocido, empleando el símil (que encontré profundamente ofensivo) de que ‘los extraterrestres que venimos del Planeta A que vivimos en el Planeta B (Cataluña) sabemos que vivimos en el Planeta B y os decimos que queremos ser tratados igual y que no hace falta la oficialidad’. ¡Incluso tenemos que aguantar la bromita en público de tachar a los castellanohablantes de extraterrestres! Eso sí, a este carro de la cooficialidad y el paternalismo se ha apuntado toda la sociolingüística catalana. 9 de cada 10 sociolingüistas, según el nuevo presidente de la Sociedad Catalana de Sociolingüística. El otro día incluso llegué a escuchar, dicho por un sociolingüista catalán, que los castellanohablantes son los débiles en Cataluña. ‘Blanco bueno busca negro pobre’.
Como digo, lo que me obliga a bajar de este tren no es la opción en sí, sino que se haya entrado en una espiral etnicista, donde luchadores por la lengua catalana de origen castellanohablante deban estar identificando como castellanohablantes casi a diario (cosa inaudita hasta ahora) para contrarrestar la suplantación a la que están siendo sometidos por parte de determinadas personas tras de las cuales hay motivos electoralistas y de ascensión personal político y económico.