Con motivo del inicio de Itzulia 2024 en Irun, evidente acontecimiento ciclista de enorme arraigo en Euskal Herria, parece oportuno considerar, muy resumida, otra visión de la bicicleta y consecuentemente del ciclismo en sus aspectos históricos, técnicos, sociales, artísticos en definitiva como una referencia cultural escasamente tratada.
El origen de la bicicleta, está en un mecanismo de dos ruedas enfiladas cuya invención y primer recorrido el 17 de junio de 1817 entre las localidades alemanas de Mannheim y Schwetzingen, poco más de 15 km en cerca de una hora se atribuye a Karl Freiherr von Drais con un pesado ingenio de madera con dos anchas ruedas enfiladas, sin pedales denominado Laufmachine (máquina andante) y conocido como Draisienne, que avanzaba con el impulso de los pies en el suelo, como las criaturas aprenden a montar en bicicleta.
La rudimentaria máquina inicial fue evolucionando con la incorporación de pedales de metal pero su gran difusión se alcanzó en la Exposition Universelle d’Art et d’Industrie de 1867 en París. Posteriormente se incorporaron la propulsión por cadena en la rueda trasera, frenos y ruedas de goma con cámara de aire y otras mejoras y materiales para una cómoda ergonometría hasta llegar a la bicicleta actual en todas sus versiones, de paseo o de competición.
Con el paso del tiempo, su amplio éxito popular como medio de locomoción y como artículo deportivo tan novedoso atrajo el interés de los grandes artistas, desde los músicos a los pintores, escultores, fotógrafos y diseñadores gráficos e industriales creando obras de enorme interés a partir de mediados del siglo XIX hasta la actualidad en las más diversas expresiones artísticas.
En una selección de autores y cuadros más conocidos y trascendentes citamos: Henri Toulouse-Lautrec (1864-1901) muy aficionado a la bicicleta que pinta, Bruant à Bicyclette (1892) referido a Aristide Bruant popular cantautor y La Chaîne Simpson (1896), relativo a la famosa cadena de la bicicleta.
En la misma época Ramón Casas (1866-1932), célebre por sus retratos de la élites burguesas sociales, intelectuales, económicas y políticas y gran diseñador gráfico como cartelista en el Modernisme, crea dos bellísimos cuadros de carácter romántico: El descanso de los ciclistas (1896), Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem (1897). Las bicicletas, reconocibles, eran de la acreditada marca francesa Cycles Gladiator.
El futurismo fue un movimiento de vanguardia inicialmente literario y predominantemente italiano, surgido en Milán mediante el cual el poeta Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944) expone sus fundamentos en ‘Il Manifesto del Futurismo’ el 20 de febrero de 1909 en el diario Le Fígaro. Su principios son contundentes, en el primer punto destaca: “I. Queremos cantar el amor al peligro, a la fuerza y a la temeridad”, y en otros, “Declaramos que el esplendor del mundo se ha enriquecido de una belleza nueva: la belleza de la velocidad”…”No hay belleza más que en la lucha”. Posteriormente, se expusieron otros diversos manifiestos, en la pintura, la escultura, la arquitectura y la música. Expresan su voluntad de olvidar las clásicas pautas del pasado introducidas por la burguesía.
Sus obras pictóricas se caracterizan por la intensidad del color y las formas geométricas en su figuración del movimiento y la velocidad, representando los objetos sucesivamente, pintándolos en varias posiciones superponiéndolos a modo de mancha multicolor, de abstracción. En un fragmento del manifiesto se proclama: ”Los objetos en movimiento se multiplican y se distorsionan como vibraciones a través del espacio”.
De algún modo los significados que supone la implantación social de la bicicleta por su éxito y difusión popular como medio de locomoción y ocio y de los ciclistas campeones compitiendo, coincidían totalmente con los principios de los futuristas, por lo que inspiraron a pintores y poetas que vieron su actividad física, pasión y fatiga como parte integral de la vida humana destinada a transmitir energías vitales y creativas.
Los artistas exponentes de este estilo se caracterizaron por una ideología e interés por la dinámica, la mecánica y como consecuencia, el movimiento y la velocidad de los vehículos, particularmente por la bicicleta, que motivaron obras maestras muy reconocidas y representativas del Futurismo, entre ellas: Dinamismo di un ciclista”(1913) de Umberto Boccioni (1882-1960), una exaltación del movimiento y la fusión dinámica del color, Ciclista (1914) de Gerardo Dottori(1884-1977) Il ciclista (1916) de Mario Sironi (1885-1961) y Ciclisti de (1922) de Fortunato Depero (1892-1960). Fuera de Italia destaca la obra de la polifacética artista rusa Natalia Goncharova (1881-1962) con su impactante obra de 1913, Velosipedist (ciclista).
En el arte vasco tiene su expresión en estilo costumbrista mediante Jose Arrue (1885-1977) con dos obras, relativas a aldeanos en bicicleta difundidas mediante postales de la colección ‘Escenas Vascas’ y una publicitaria, de las bicicletas Fidelia Lapize entorno a 1920. Asimismo, es notable el cartel de la bicicleta Orbea del artista Aníbal Tejada (1897-1970) editado por Laborde y Labayen de Tolosa en 1932.
En época moderna surge la creatividad de Marcel Duchamp (1887-1968) con su obra Roue de bicyclette, creada en 1913, perdida y reconstruida en 1964, calificada como Ready-made, un objeto extraído de su contexto original, con una rueda sobre un taburete y que constituye la primera obra artística cinética.
La fascinación que ejerció la bicicleta en el futurismo, tiene una semejanza con el gran atractivo que ofrece como un juguete en la infancia y poco después con la satisfacción que muestran las criaturas en su iniciático movimiento andante. Una felicidad rodante.
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