Caramba con el alboroto que ha generado el ciclo de conferencias de la ANC de Sabadell para conocer, uno por uno (Junts, ERC, CUP, Alhora y Aliança Catalana), el proyecto independentista de los cinco partidos que, definiéndose como tales, se presentan a las elecciones del 12 de mayo. Todo comienza con el comunicado de ERC diciendo que se retirará si también participa Aliança Catalana, el partido de Sílvia Orriols. Y a continuación se añade la CUP. Ante esto, el secretariado de Sabadell somete a votación la decisión de mantener el ciclo o suspenderlo y se concluye por unanimidad mantenerlo. A partir de aquí, los medios de comunicación se interesan, la cosa toma vuelo, se produce un cruce de descalificaciones y se crea un gran revuelo. Y es aquí donde estamos ahora: perdiendo el tiempo en vez de hablar de cómo van a materializar la libertad de Cataluña los partidos independentistas. Los militares saben mucho de esto. Lo llaman ‘maniobras de distracción’.
Si el lector me permite, quisiera hacer dos consideraciones. Una, sobre la maniobra de distracción; la otra, sobre los valores democráticos. En el primer caso, debemos tener presente que el regreso del president Puigdemont ha vuelto a poner en primer plano el tema de la independencia, algo altamente embarazoso para aquellos que, diciéndose independentistas, no sólo no tienen ninguna intención de hacerla realidad sino que se han mostrado absolutamente sumisos ante el gobierno español. Esquerra, concretamente, se siente muy cómoda allá donde puede desviar la atención con cuestiones autonomistas, pero en un marco centrado exclusivamente en la independencia adopta la vieja divisa del doctor Soler en sus sesiones de psicopatología conyugal: «Cuando la mujer te dice “tenemos que hablar”, lo mejor que puedes hacer es no estar».
Estamos, por tanto, ante una maniobra de distracción de ERC para no verse obligada a rendir cuentas sobre su política autonomista. Hitchcock hizo que Paul Newman empleara este mismo recurso en “Cortina rasgada” cuando sus perseguidores le localizan sentado en la platea de un teatro. Sintiéndose atrapado, opta por gritar “¡Fuego!”. La gente se asusta, comienza a correr y él huye aprovechando la confusión. Pues bien, el ¡fuego! de Esquerra Republicana es Sílvia Orriols y se servirá del mismo todo lo posible. Como si el peligro de Cataluña no fuera España, sino Sílvia Orriols.
La otra consideración que quiero hacer sobre la aplicación de la censura a Silvia Orriols es la siguiente: no se puede defender la democracia con medios antidemocráticos, no se puede defender los derechos humanos violando los derechos humanos. Y la mordaza les viola. Detrás de esta praxis existe siempre, además de hipocresía, un gran déficit de cultura democrática. O, en el mejor de los casos, una profunda carencia de reflexión. Yo no conozco personalmente a la señora Orriols. Mi posición en relación con la inmigración la expresé claramente en el libro “Nosotros, los catalanes” (2008) y en la obra teatral –también publicada en libro– “Onze, Nou, Catorze” (2013), que acaba con la incorporación de Cataluña a Naciones Unidas y con un discurso de agradecimiento en boca de quien ostenta la presidencia del país, que es una mujer, la primera en toda la historia, y de piel negra. Y es que la presidenta de Cataluña es una catalana nacida en Senegal.
Dicho esto, no es admisible que alguien pretendidamente demócrata emplee la mordaza, que es la herramienta más definitoria de la dictadura, para prohibir la libertad de expresión, que es el derecho más básico de la democracia. El derecho a expresar ideas, sean las que sean, es un derecho inalienable. Si lo que se expresa es mentira, se desmiente con datos; si lo expresado es difamatorio, el difamado puede llevar la difamación a los tribunales. Decidir quien tiene derecho y quien no tiene derecho a expresarse es una medida dictatorial, nunca democrática. No es válido poner mordazas pretextando que el opositor dice cosas que se alejan de la ortodoxia; justamente está en la libertad de decirlas, como se mide el nivel democrático de un país. De lo contrario, estaríamos hablando del mismo pretexto que utiliza el Estado español para criminalizar el independentismo y amordazarlo. Es en nombre de la ortodoxia española, como el Estado amordaza al pueblo catalán y requisa las urnas que no le son favorables. No, amigos. No vale reprobar la todavía vigente Ley Mordaza o el proyecto de ilegalización de partidos y amordazar, a la vez, a la gente que no te cae bien. Las ideas se rebaten con ideas, los argumentos se rebaten con argumentos. La mordaza es el recurso del inepto, del impotente. Otra excusa que se utiliza para legitimar la mordaza es la de la buena causa, es decir, por el bien de la sociedad, para preservar sus virtuosos oídos de las palabras de un discrepante muy inflamado. Esta es una excusa que pone de manifiesto una mentalidad autoritaria según la cual la gente es tan infantil, tan ignorante, tan manipulable, tan incapaz de discernir por sí misma, que necesita ser tutelada. Pues no. Desde la más absoluta radicalidad democrática, la señora Silvia Orriols tiene derecho a expresar sus ideas; que es el mismo derecho que tiene la gente de no escucharla, si no quiere, o de matizarla, o de rebatir sus argumentos.
Volviendo, pues, al caso específico de los ataques que ha sufrido la ANC de Sabadell, a raíz de la organización de una rueda de partidos para conocer su programa independentista, llama la atención la complacencia con la que se ha recibido el entrevista de Gemma Nierga a Sílvia Orriols en TVE. Se ve que si quien convoca es un elemento del sistema (TVE), no existe ningún problema; pero si quien convoca es un disidente (ANC) entonces sí, entonces saltan las alarmas. Quizás se dirá que el caso de TVE y el de la ANC de Sabadell no son comparables, ya que en el primero la entrevistadora podía replicar, mientras que en el segundo, esto no se podía hacer. Falso. Toda charla pública tiene turno de preguntas al final y puede replicarse libremente. Tampoco es admisible que se acuse a la ANC de Sabadell de permitir que Aliança Catalana tenga minutos de proyección. El centenar de asistentes (aunque fueran doscientos) a este acto, son una migaja comparados con la proyección de la entrevista de 33 minutos de Gemma Nierga en TVE. ¿Cómo es, pues, que los celadores de la ortodoxia criminalizan la ANC y hacen la vista gorda ante TVE? Conste, como digo, que me parecen tan legítimas la entrevista de Nierga como la invitación de la ANC de Sabadell.
Durante un buen número de siglos, el nombre de ‘Dios’ ha sido el lema que el mundo ha empleado para justificar la desmesura. Invocar a Dios, erigirte en su portavoz, para atacar, aniquilar, castigar o censurar, te daba carta blanca para hacer tu santa voluntad. La canción “With God on Our Side” (‘Con Dios a nuestro lado’), que Dylan publicó en 1964, alude a esta cuestión. Ahora, en algunos lugares, todavía se combate en nombre de Dios; en otros, como el nuestro, Dios ha sido sustituido por ‘libertad’ y por ‘democracia’, indistintamente. Ahora se ataca, se aniquila, se castiga o se censura como antes, pero se hace en nombre de la ‘libertad’ y de la ‘democracia’. Y quienes dicen cosas que no nos gustan deben ser amordazados. No hace falta esperar a que delincan. Por el mero hecho de pensar cómo piensan y de decir lo que piensan, ya nos dan motivos más que sobrados para amordazarlos. Aplicamos la ley mordaza porque somos demócratas. Y todo lo que hace un demócrata es democrático por definición. En otras palabras: la ley mordaza es democrática si la aplico yo.
EL MÓN