La ambición tóxica del ‘Duce’

No sabemos qué dirá la historia sobre los tiempos convulsos que nos ha tocado vivir, envueltos en cambios sociales muy profundos, gigantescos avances tecnológicos y el miedo personal y colectivo que se ha apoderado de buena parte de la humanidad.

Mirado en perspectiva no hay gran novedad si lo comparamos con lo que ocurría hace ahora un siglo en el panorama político y social europeo. La lectura de la biografía novelada de Benito Mussolini es un recorrido por la Italia que va desde 1919 hasta 1924, desde la fundación del fascismo hasta el asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti, que plantó cara en el Parlamento a la violencia, las mentiras y los asesinatos cometidos por comandos de camisas negras.

“M. El hijo del siglo” (Alfaguara) es obra de Antonio Scurati, que en más de ochocientas páginas dibuja la ambición de un hombre sin escrúpulos que llegó a ser seguido, admirado y temido por millones de italianos que ya entonces no aceptaban a los políticos que no se interesaban por un pueblo devastado por la miseria que vino después de la Gran Guerra. Antonio Scurati acaba de publicar el segundo volumen, que va de 1925 a 1932, y se espera que complete la trilogía hasta que el Duce es fusilado por un partisano italiano en las orillas del lago de Como en abril de 1945.

La marcha sobre Roma de 1922 es la toma del poder por los fascistas de Mussolini con intimidación, mentiras, violencia y chantaje al rey Víctor Manuel III. El nuevo orden tiene que construirse sobre las cenizas del mundo viejo. La fascinación por el autoritarismo es una de las constantes de la historia cuando se atraviesa una crisis y aparece un salvador de la patria. Mussolini seduce a muchos italianos con la promesa cesarista de construir una gran potencia pensando en la Roma imperial.

Mantiene una democracia simulada quitando de en medio a los discrepantes. No es el que asesina, pero está al tanto de quien tiene que ser eliminado. El discurso del socialista Giacomo Matteotti denunciando el fraude electoral del 6 de abril de 1924 y las vilezas del fascismo es un texto de una valentía extrema porque sabía lo que estaba en juego. Al término de su parlamento dijo a sus colegas: “Yo ya he hecho mi discurso. Ahora os toca a vosotros preparar el discurso fúnebre para mi entierro”. A los diez días fue secuestrado y en dos meses fue encontrado descompuesto en una cloaca a treinta kilómetros de Roma.

Sí hubo quien plantó cara, pero muchos pagaron con su vida la oposición al nuevo orden. Es interesante señalar el silencio y también la complicidad de muchos intelectuales con Mussolini. Uno de los mentores del Duce fue el poeta Gabriele D’Annunzio, extravagante, admirado por los italianos, cuyas ideas y estética tuvieron una influencia directa en el fascismo italiano. La toma y la independencia unilateral de Fiume, ciudad en la costa croata, es un esperpento fantasioso del fascismo primigenio de D’Annunzio en 1919.

Pero no fue el único que se unió a la retórica electrizante del Duce . Benedetto Croce, filósofo y escritor reconocido, no rompió con Mussolini hasta el asesinato de Matteotti. Incluso Luigi Pirandello, el mejor dramaturgo de la época, solicitó el carnet en 1924 con el intento de purgar el fascismo desde dentro. Periodistas, escritores, militantes socialistas y comunistas no se atrevieron a plantar cara al soberbio dictador por miedo. No hay nada nuevo. Ocurría hace un siglo y vuelve a pasar ahora en Occidente, en circunstancias muy distintas pero con la libertad en peligro.

LA VANGUARDIA