La politóloga experta en el Magreb señala al reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sahara
Donald Trump detonó un terremoto en el frágil equilibrio de fuerzas regional cuando, hace un año, anunció que reconocía la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental a cambio del acercamiento a Israel, afirma la politóloga Khadija Mohsen-Finan, investigadora francotunecina en la Universidad de París, que sitúa aquí el origen de la actual escalada de tensiones entre Argel y Rabat. Mohsen-Finan ha estado en Barcelona invitada por el Institut Europeu de la Mediterrània (IEMed).
-¿De dónde nace la rivalidad?
-La tensión ha estado allí desde 1962 por razones de fronteras primero y luego por el liderazgo regional entre regímenes muy distintos. Un Marruecos monárquico y liberal, inclinado hacia Occidente en la guerra fría, y una Argelia que se llama socialista, inclinada hacia Rusia. La tensión se cristalizó a partir de 1975 sobre la cuestión del Sáhara Occidental, aunque la verdadera razón fuera que los dos grandes países del Magreb han construido su régimen y su discurso alrededor de la existencia de un enemigo, que es el vecino.
-¿Y qué se ha roto?
-El anuncio de Trump desequilibró la relación entre Marruecos y Argelia. Había tensiones, había un conflicto, pero había un equilibrio. Eran dos países enfrentados y que se armaban. Mucho: son los primeros compradores de armas en África tras Egipto. Pero todo quedaba a nivel magrebí. Entonces, Marruecos busca aliados fuera. Le apoya Israel, EE.UU., que no ha reculado en el reconocimiento de la soberanía, y también Francia y España, que callan. Argelia, que se siente en pérdida de velocidad, ve a Marruecos ganar presencia en África por su influencia religiosa y su economía. Este desequilibrio enerva a los argelinos y los empuja a la ruptura de relaciones.
-¿Hay razones internas?
-Argelia está en pérdida de velocidad también porque hay un divorcio entre régimen y sociedad. El ejército se mantiene en el poder, pero ya no es capaz de hacer nación alrededor de nada. Primero era alrededor de la independencia, luego la construcción del país, luego le vino muy bien el Sáhara… Hoy le cuesta. Tras el anuncio de Trump, Argel intenta reavivar el nacionalismo diciendo que Israel está a sus puertas. No funciona demasiado. Rabat redobla la provocación, cuando su embajador en la ONU defiende la autodeterminación de la Cabilia. Argelia decide pasar a la velocidad superior. Rompe relaciones diplomáticas, cierra su espacio aéreo a Marruecos y Francia, y cierra el gasoducto que pasaba por Marruecos para alimentar España y Portugal.
-¿Es el gas su mejor arma?
-Marruecos ha dicho que no tendrá problemas. No es cierto. Probablemente comprará el gas argelino a España y no al mismo precio. Es una situación grotesca, terrible para el Magreb. Se ha llegado a una situación donde las clases políticas están dispuestas a llegar hasta el final.
-¿Es una cortina de humo del régimen argelino para tapar sus problemas de legitimidad?
-Tiene algo de eso, pero no solo. Es un reposicionamiento a nivel internacional, es demostrar que este régimen existe y que tiene capacidades diplomáticas, reforzadas hoy por la subida del precio del petróleo.
-¿Ve peligro de una escalada militar? ¿El ataque con un dron marroquí a un camión argelino en el Sáhara, que dejó tres muertos, fue una advertencia?
-Una advertencia y demostración de fuerza marroquí. Hay miedo a una escalada militar porque ambos países están sobrearmados… y no son armas para matar a yihadistas. A pesar de todo, no creo que se enfrenten directamente. Si hay guerra, será en otros territorios, Libia o Mali. Sus armas los alejan de las poblaciones. Hay medios tradicionales que dicen que hay que ir a la guerra, pero suenan anticuados. En las redes sociales se dice lo contrario, que en lugar de gastar en armas debería destinarse a desarrollar el país.
-Después de la firme reacción europea tras el episodio de Ceuta y lo que ocurre en Bielorrusia, ¿cree que va a disuadir a Marruecos de volver a utilizar la inmigración como arma?
-No le disuadirá, es un arma formidable. También le sirve para pedir más dinero, como la lucha contra el yihadismo.
-¿Cómo afecta la ruptura al conflicto del Sáhara?
-El contencioso entre Marruecos y Argelia y el Sáhara son conflictos que se suman y se superponen, pero uno no resuelve el otro. Seguimos en una situación de ni vencidos ni vencedores, sin paz ni guerra.
-Hace más de un año el Polisario retomó las armas en un intento de descongelarlo.
-Es propaganda. ¿Qué armas ha tomado? Argelia no está loca. El Polisario tiene enfrente un ejército marroquí súper armado, con material estadounidense, francés, turco, chino… Si se quiere salir del conflicto, hay que tener en consideración las fuerzas. ¿Son los países occidentales capaces de decirle a Marruecos que salga de un Sáhara que ocupa desde 1975? Creo que no. ¿Quieren darle al Polisario un Estado? Tampoco. Hace mucho que había que convencer a los saharauis de que su futuro podría estar en una autonomía. Pero una verdadera autonomía, no la que agita Marruecos. El problema del Sáhara es que no hay un gendarme internacional.
-¿El apoyo argelino al Polisario no tiene grietas?
-Tebun no puede cambiar nada, Buteflika lo intentó y no pudo. El Sáhara y la frontera argelino-marroquí son las últimas reivindicaciones del ejército. Para Argelia es una forma de debilitar Marruecos. Y barata.
-¿España podría mediar entre Marruecos y Argelia? Con el tema del gas ya ha estado en medio de las conversaciones.
-La solución no vendrá de las negociaciones entre Marruecos y el Polisario, sino de actores externos. España podría ejercer de mediador, tiene el dossier energético entre manos. Francia no puede, es el ex colonizador. EE.UU. podría, pero la tensión entre Argelia y Marruecos no le afecta como a Europa.
-¿Cómo interpreta que Biden no haya movido ficha respecto a la decisión de Trump?
-Los métodos de Trump no le convienen, pero en el fondo Biden no vería mal un Sáhara bajo control marroquí.
LA VANGUARDIA