La tortura, ese indicador
El conocido forense Paco Etxeberria ha dado a conocer el resultado de una investigación, realizada bajo la supervisión del Gobierno Vasco, que saca a la luz la existencia de 5.000 personas torturadas en el territorio de su jurisdicción (EAE-CAV). No hablamos de la guerra del 36. Y, si apuramos el dato, y consideramos que estos testimonios contrastados corresponden a personas vivas en el tiempo del estudio, tampoco podemos cargar el dato a la cuenta de la dictadura de Franco, al menos en exclusiva (que oficialmente echó la persiana hace más de 40 años, con la muerte del dictador). Es un dato de hoy, y sólo de una parte del país. Habría que extender el estudio a la Alta Navarra para que nos diera una imagen más completa.
En las ciencias sociales, como es difícil establecer baremos para medir y comparar los parámetros (¿qué es calidad de vida? ¿cómo se contabiliza la ‘democracia’? Etc.), se utilizan indicadores; es decir, índices concretos, parciales, en ocasiones meras estadísticas, pero significativos. Que nos permiten, por esa significación, valorar y ‘cuantificar’ dimensiones de carácter conceptual, imprescindibles para el conocimiento de la sociedad, pero de difícil objetivación. El indicador, aunque puntual, es una muestra patente del estado de lo real.
5.000 torturados (y los que se han quedado en el camino) es un dato estremecedor. Y que, como indicador, habla de la realidad en que ha ocurrido. Se pueden decir muchas cosas a partir de esa cifra, Estado de terror, régimen de violencia, excepcionalidad ‘normalizada’, dominación… Pero no hay que olvidar las claves centrales. La primera, que por su definición la tortura que coteja (y certifica) el estudio de Paco Etxeberria la ejerce el poder sobre la población. Que no es una pelea de barrio, ni una guerra civil, ni un asesinato de género, ni eso que se ha dado en llamar, desde los medios de comunicación, terrorismo. No. Tortura, en nuestro país, es que te detenga la policía y te maltrate durante días, de una forma brutal, con objetivos políticos.
Si el Estado, que es quien define y garantiza los derechos humanos de las gentes (porque si no, tales DDHH no existirían), nos trata así, ese indicador nos muestra qué democracia ofrece, qué Estado de Derecho, qué libertades, qué seguridad…
No se puede hablar de nuestro tiempo actual, de nuestra sociedad, o interpretar la memoria colectiva de nuestra población, haciendo abstracción de esta práctica política cotidiana. Porque 5.000 casos vivos en una población de dos millones de personas hablan de rutina policial, de práctica habitual. Y revela que el poder (el Estado español, que es el poder) considera a la población vasca como ajena a su nación, como enemiga. Y la trata, en consecuencia, como objeto de su inquina, de su voluntad de sometimiento, violentándola. Que no es su población natural, sino como decía el general Galindo desde Fort Apache, tierra conquistada.
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