Aula momentum medievalis:
Se tiene constancia de que comunidades judías ya estaban asentadas en las actuales tierras vascas y navarras desde la Hispania romana. En la Edad Media, su presencia fue importante en Vitoria-Gasteiz, La Bastida y Salvatierra-Agurain, así como en Segura, Orduña y Balmaseda.
En la Edad Media, las mayores comunidades judías estaban establecidas en Pamplona, en Estella y, sobre todo, en Tudela. En la aljama de esta última ciudad convivió más tarde un tercio de los judíos del Reino de Navarra. Pero siendo aún una taifa musulmana en poder de los Banu-Qasi, la cultura hebraica de Navarra experimentó un gran auge durante los siglos XI y XII.
Las mejores muestras literarias escritas en el Reino de Pamplona de aquel tiempo fueron hebraicas. La ciudad de Tudela, y en concreto su judería, la más importante de Navarra, fue el lugar de origen de tres judíos navarros ilustres y universales: Yehudah Ben Samuel Halevi, Abraham Ibn Ezra y Benjamín de Tudela. Estos tres sefarditas nacieron en Tudela, en una franja temporal de unos cincuenta años entre los siglo XI y XII, en un momento que es considerado como la Edad de Oro de la comunidad judía. Eran herederos de otros eruditos hebreos y contemporáneos de Maimónides y representantes de la poesía, la ciencia y los libros de viajes, siendo su conjunto una singular aportación a la cultura de ese momento.
Muchos fueron prestamistas, pero bajo restricciones que les prohibían, por ejemplo, los préstamos con intereses superiores al 25% o préstamos entre católicos. En el siglo XI, Ezmel de Ablitas fundó el primer banco navarro, en Tudela. Uno de los reyes de Navarra y Aragón era deudor de este rico comerciante que cobraba un 20% de interés; no pudiendo pagar su deuda dio en matrimonio a su hija con una gran dote.
En Tudela también se mantuvo una comunidad de musulmanes a los que se les llamaba moros o sarracenos, tras la reconquista por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona, en 1119. No es de extrañar, porque esta villa ribereña fue fundada por ellos sobre la romana de Muskaria, en el siglo IX. Eran descendientes de los que conquistaron esas tierras y vivían en el barrio de la morería. Pagaban una tasa por su libertad, como el resto de súbditos por otros conceptos, y tenían autonomía para realizar sus actividades económicas o para la práctica religiosa.
Estos judíos y mudéjares eran parte esencial del tejido social del reino. Eran súbditos del rey, con excepción de unos pocos moros que lo eran de la Orden Templaria. Unos y otros vivían en barrios separados y tenían derecho a la práctica de sus ritos religiosos. Quizás los moros tuvieran un mayor nivel de estimación social que los judíos, por estar garantizados por capitulaciones de Alfonso I, mientras que los judíos podían contar con el amparo real. Aún así, este rey navarro-aragonés aprobó el Estatuto de los Judíos Najerenses.
Tudela se convirtió en un modelo de convivencia entre las tres culturas: Cristianismo, Islamismo y Judaismo. Las iglesias, mezquitas y sinagogas se mantuvieron junto a sus fieles en un ambiente de respeto y tolerancia.
La Escuela de Traductores de Tudela contaba con una importante actividad cultural, sin bien no tanto como la Escuela de Traductores de Toledo, la más importante de toda la España medieval. Tudela y Toledo tenían relación antes y después de ser reconquistadas. La escuela tudelense se ocupaba de traducir al latín o al romance navarro-aragonés textos clásicos de la herencia greco-romana escritos en árabe o en hebreo, en materias como álgebra, alquimia, astronomía, biología, medicina, geografía, filosofía, etc.
Esta institución tuvo uno de los traductores del Corán al latín llamado Roberto de Ketton y que durante el reinado de Sancho VI presentó varias versiones de libros árabes sobre álgebra, astronomía y alquimia. Una de las obras más famosas fueron los comentarios a las tablas astronómicas del matemático Al-Jwarizmi, un científico formado en Bagdag. El traductor fue arcediano del cabildo pamplonés y, al final de su estancia en España y tras pasar por Toledo, estuvo trabajando en Tudela, como se documenta en la schola catedralicia de esta ciudad. Dicha schola poseía una importante biblioteca en la que trabajaban judíos y árabes que permanecieron en Tudela.
PLACA DE LA PLAZA DE LA JUDERÍA DE TUDELA
El Reino de Navarra reconoció a los judíos como súbditos: poseían su propio fuero concedido en los municipios que residían y estaban asentados en sus propios barrios, como ocurría en el resto de reinos cristianos. El Fuero General de Navarra contenía disposiciones cuyos objetivos eran los de salvaguardar sus derechos en materia de religión, propiedad y justicia.
Sancho VI el Sabio renovó el Estatuto de los Judíos Najerenses para Tudela, donde había establecido su Corte Real, y lo extendió a otras juderías como la de Funes, en 1171. En Pamplona, autorizó la instalación de una comunidad de judíos, dotada con un estatuto similar al de Estella, en 1154.
Sancho VII el Fuerte trató muy bien a los judíos de Tudela, llegando a ponerlos bajo la protección directa de los muros del castillo.
A partir del siglo XIII, esta convivencia pacífica fue cambiando. En 1234, el papa Gregorio IX ordenó a Teobaldo I, primer rey de Navarra de la dinastía de Champaña, que impusiera a los judíos a llevar distinta vestimenta que los cristianos, según lo establecido en el Concilio General, lo cual no se practicaba en Navarra. Y es que la casa de los Champaña trató a los judíos benignamente.
En estos años de 1234 y 1235, Tudela sufrió unos disturbios contra los judíos, en los que habían muerto algunos de ellos, siempre bajo la tópica acusación de usura. Teobaldo I puso en marcha su sistema judicial para encontrar y encausar a los culpables. En febrero de 1235, el senescal del reino Ponce Dumey, jefe de la nobleza navarra, ordenó a los veinte jurados de Tudela la elección de cinco jueces. La sentencia se demoró hasta 1237, continuando los tumultos. Pero, los crímenes no fueron castigados ni los daños resarcidos.
Durante el reinado de Teobaldo II, Tudela era la ciudad más poblada de Navarra, con algo más de 7.000 habitantes, y a su vez la comunidad judía más numerosa, con cerca de 1.000. También Tudela era la población morisca por excelencia, con unos 2.500. Y de las 1.400 familias, 300 eran judías y 150 mudéjares. Tenían derecho a mercado y feria, y una feria anual de quince días desde 1251.
Pero con la llegada de la dinastía de los Capetos, fueron muy maltratados. Entonces, la judería de Pamplona fue destruida en 1276, y los Évreux les dieron cierta protección.
Muchos judíos habían llegado expulsados de Francia, convirtiéndose así en un grupo importante e influyente. Entonces, se produjeron revueltas contra judíos en Estella en 1328, año en el que también se incendió la judería de Tudela, y continuaron en Pamplona en 1355, y en Tudela en 1361.
Estos disturbios coincidieron con el antisemitismo clerical, la peste y hambruna de la que fueron chivos expiatorios. En este siglo se decretó su primera expulsión, que fue aprobada en Balmaseda.
Pero la primera gran expulsión fue la de 1492, mediante edicto papal que fue confirmado después por los Reyes Católicos: los judíos que no se convirtieran al Catolicismo serían expulsados. Aquellos judíos que se convirtieron al Cristianismo fueron llamados marranos de forma despectiva por los cristianos, aunque hubo conversos que mantuvieron su poder económico y que llegaron a ser consejeros y financistas de los Reyes Católicos.
Entonces, Tudela se convirtió en una ciudad de refugio para muchos sefarditas llegados de otros territorios de España. Llegaron a residir en Tudela unos 2.500 judíos, de los cuales 1.000 procedían de Castilla y de Aragón.
Pero esta expulsión generalizada se produjo también en el Reino de Navarra, en 1498, seis años después que la de Castilla. Unos 160 tudelanos de adscripción judía (no refugiados) se convirtieron al Cristianismo. Pero por desconfianza, se anotó el nombre de estos cristianos nuevos en un lienzo que se colgó en la catedral con el texto: “para que la limpieza de sangre se conservase y se pueda distinguir la calidad de los hombres nobles”. Los tudelanos la denominaron “la manta”, de la que tiraban o descolgaban para demostrar un origen converso. Allí permaneció hasta 1783, cuando fue retirada ya raída e ilegible. Y este hecho generó la vigente expresión “tirar de la manta” para delatar a alguien.
Tras la invasión y conquista castellano-aragonesa,del reyno de Navarra , en 1513 se instaló un tribunal del santo oficio en Pamplona, aunque trasladó su sede a Calahorra en 1521, y luego a Logroño.