El 5 de agosto de 1937 fue fusilada en el cementerio de Derio Juanita Mir, una periodista nacida en Iruñea que siempre rechazó la violencia y la guerra, y que durante la contienda del 36 denunció la crueldad de los sublevados.
Fotos: Sabino Arana Fundazioa y A. Badiola
EN el primer tercio del siglo XX fueron pocas las mujeres periodistas y escritoras, si acaso mujeres que redactaron algún artículo en gacetas de izquierda como Dolores Ibarruri, o nacionalistas como Ibone de Unda, que escribió en Gudari, o mujeres antifascistas, que tenían su propio semanario Mujeres e, incluso, la reportera de guerra Cecilia García de Guillarte. Sin embargo, la memoria colectiva desconocía la existencia de una intelectual de su tiempo, rescatada de los sumarísimos que los militares abrieron contra los articulistas de opinión en la pasada Guerra Civil y que ha permanecido en la sombra hasta hoy.
Son pocos los datos que tenemos de su biografía, salvo que Juana Mir García nació en Pamplona y que en los documentos carcelarios y en los del sumarísimo abierto por los militares figura que tenía 32 años en el momento de ser fusilada en 1937.
Juana fue periodista y escritora de cuentos, relatos y teatro, probablemente por influencia de su padre, ya que era hija de Victoriano Mir y Mata, también periodista muy reconocido, quien cuando el 4 de junio de 1899 se creó en Bilbao el primer diario nacionalista, El Correo Vasco (administrado por Luis Arana y con Sabino de censor, editorialista, redactor y accionista), fue nombrado director del mismo. El primer empadronamiento de Juana en Bilbao, sin embargo, no aparece documentado hasta 1910, año en el que figura toda la familia, también sus dos hermanos (Genara y Joaquín) como residentes en la casa Villa Berriz del barrio bilbaino de Iralabarri. A partir de 1915 y hasta la fecha de su fusilamiento, Juana vivió en la calle Euskalduna.
Las primeras referencias literarias que se tienen de ella se remontan a 1923, época en la que era colaboradora de la revista Euskalerriaren Alde hasta 1928 y donde Juana publicaba relatos de tipo costumbrista. También tuvo relación con el Ateneo Navarro de Bilbao, que a principios de 1928 había abierto su biblioteca al público con la celebración de disertaciones sobre el amor a la tierra nativa, y cuyos miembros se solían reunir en la Casa Navarra en 1929 para dar cuenta de su labor social. Por estas fechas Juana participaba en el Ropero Navarro, donde se organizaban festivales para niños y actividades culturales en fechas señaladas, como la de San Fermín. La afición que Juana sentía por el teatro la llevó a actuar en el Ateneo Navarro el 6 de abril de 1929, en la representación de El conflicto de Mercedes, obra dirigida por don Rufo Gómez Bayona.
Ya por estas fechas colaboraba habitualmente en el periódico bilbaino La Tarde, del grupo editorial del diario Euzkadi, ubicado en la calle Correo nº 17 de la villa. Hasta 1930, y todavía en este año, Juana, que firmaba siempre como Juanita Mir, alternaba poesías a la Virgen del Carmen con narraciones como la publicada con el título Mikel de Etxezar, de corte histórico y con otros artículos sobre asuntos triviales, tales como la aparente frialdad de los bilbainos y bilbainas en asuntos de amor, o sobre la hosquedad de la mujer vizcaina. Su talante antibélico comenzó a reflejarse en los artículos que escribió a partir de este año, como el titulado Sólo fue un sueño, en el que planteaba un mundo idílico sin fronteras, salvoconductos ni guerras. Es probablemente este artículo el primero en el que la Juana periodista comenzó a sembrar opinión en contra de la corrupción del poder y el dinero.
En su tiempo de ocio vemos a Juana asistiendo a las veladas teatrales como las que se organizaron en la Casa Palentina de Bilbao en marzo de 1934, un año de aguda crisis para la industria vizcaina, que culminó en las trágicas huelgas de octubre, época que Juanita Mir aprovechó para hacer crítica social y posicionarse a favor de la paz, dirigiéndose a las mujeres para que demandasen el perdón y la caridad al gobierno ante los dolorosos acontecimientos de aquellos días.
Pocos días después en la misma primera página de La Tarde, que informaba de que Maurice Chevalier había salido ileso de un gravísimo accidente de coche, Juanita manifestó su beligerancia contra la falta de ideales, y denunció que las guerras no eran más que ganancias fabulosas para algunos. A partir de este artículo, se advierte un cambio de tono narrativo con respecto a sus primeros escritos, cuando entre líneas culpa a Europa de provocar la contienda y achaca a la voluntad de las naciones la necesidad de destruir como método para paliar la falta de trabajo provocada por la crisis económica, de ese modo interpretaba ella que después de la guerra quedaría trabajo de sobra para los supervivientes.
‘Heroísmo y sacrificio’ Juana apuraba sus últimos escritos cuando el jueves 18 de septiembre de 1936, Bilbao se llenó de guipuzcoanos que huían de la ocupación sublevada y los periódicos sirvieron de herramienta para publicar en primera página noticias de gente que anunciaba que estaba a salvo en alguna dirección de Bilbao a los familiares no huidos de la ocupación rebelde. El avance bélico era inexorable y la Juanita articulista ya no volvió a escribir apenas de otra cosa que no fuese de la guerra. Ese 18 de septiembre publicó un artículo titulado Heroísmo y sacrificio. En él alababa el patriotismo de los ciudadanos capaces de sacrificar ahorros y joyas para financiar los gastos bélicos, pero daba un paso más allá, en su necesidad de denunciar la contienda, al introducir en su discurso, con bastante discreción, eso sí, un párrafo de tinte pacifista en el que decía literalmente: ¡Cuánta más belleza tendría ese rasgo si en lugar de destinar oro de ese sacrificio colectivo a la adquisición de material guerrero, se hubiera destinado al enriquecimiento de la patria por una justa nivelación del bienestar que alcanzara a todos los ciudadanos! Su aspiración de paz estaba más vigente que nunca en este artículo. Juanita soñaba, como casi todos los ciudadanos de la época, con una vida tranquila que ella nunca iba a poder disfrutar.
En 1937 Juanita logró un apartado para ella sola en la sección titulada La mujer escribe, en un año en que las páginas de los periódicos daban prioridad al avance sublevado sobre Bilbao y Juana, que todavía no sospechaba la que se le venía encima, denunció abiertamente la guerra y sus atrocidades. En esos primeros meses delataba con insistencia la barbarie de la contienda.
Hasta los bombardeos de Durango y de Gernika, Juana sólo había escrito sobre la guerra de forma genérica, incluso el 1 de mayo para la fiesta del trabajo escribió: Juremos hoy trabajar para arrancar del corazón del pueblo toda simiente de odio (…) y para que nunca luchen hermanos contra hermanos, de ninguna raza, de ninguna condición. Sin embargo, Juana no sospechó que lo que estaba publicando sería leído por quienes iban a acusarla de adhesión a la rebeldía y escribió sin descanso contra los bombardeos que destruían casas y personas y llenaban las carreteras de desamparados en busca de refugio. A partir de este momento, arremetió contra la crueldad de los militares fascistas y dijo: Son miles de seres los que atestiguan la barbarie del enemigo y que serán en su día los acusadores de sus crímenes inútiles que no logran domeñar el alma altiva de Vasconia y que dejan el ideario que ellos defienden tan sucio y tan bajo. (Artículo titulado Sin hogar). El 5 de mayo, y en referencia a los bombardeos de Durango y Gernika, Juana acusó a los facciosos de su buena relación con Alemania y redactó: Desde el principio de la guerra están demostrando que su barniz de religión no sirve de freno a las apetencias insaciables de su codicia (…) Quieren el suelo de nuestra patria para venderlo a otras naciones a cambio de protección de sus capitales y privilegios. (Artículo Si Durango y Guernica no hablaran tan claramente). El 26 de mayo de 1937 Juanita denunciaba que los rebeldes habían mandado ametrallar las ambulancias de la Cruz Roja y el 28 de mayo puso de manifiesto la crueldad de separar a los padres de sus hijos y achacaba la angustia de la evacuación infantil a la crueldad del bando sublevado. El 17 de junio el diario tuvo que cerrar sus puertas cuando Bilbao estaba a punto de ser ocupado. Fueron días de miedo y espera. Juana fue detenida el 6 de julio de 1937 y entró en la cárcel de Larrinaga para ser juzgada en consejo de guerra el 20 de julio.
Es probable que a esas alturas todavía esperase misericordia, pero los primeros consejos fueron ejemplarizantes y Juana no iba a librarse de ser condenada a muerte. La ejecutaron un mes después por ser propagandista de la subversión rojo-separatista, y por propagar ideas contrarias al Movimiento. Se acusó a Juana de que en los artículos escritos durante el mes de mayo de 1937 “había incitado a seguir la causa rojo-separatista e injuriaba en ellos al Glorioso Ejército, al atribuirle hechos completamente falsos y emplear términos despectivos y calumniosos para la Causa de la Nueva España, al tiempo que también por radio había dado alguna conferencia en el mismo sentido”. Juana había incurrido en un delito de adhesión a la rebelión militar con agravante de peligrosidad social y esa culpa conllevaba la muerte.
El paredón El 5 de agosto de 1937 llegó sin ninguna luz para la periodista que al amanecer se situó frente al paredón, junto con otros 14 penados a muerte, todos hombres. Excepto el también periodista Melchor Jaureguizar Hospitaleche, la mayoría de sus compañeros de muerte eran labradores, carpinteros, jornaleros, también un pintor, un marino y un militar, casi todos vizcainos. Juana siempre había escrito en contra de la guerra y cuando los militares dispararon a matar ya no dudó de que ella también había dado en el blanco al hablar de la crueldad del bando enemigo.
Su nombre apareció en prensa una última vez hasta el día de hoy y fue en el periódico Euzkadi de 25 de octubre de 1938. Su director, José Lekaroz, también navarro, que sería poco después confinado en el campo de Gurs, detenido y entregado por los alemanes a los franquistas, quienes lo condenaron a muerte y le conmutaron la pena por cadena perpetua, informaba sobre el fusilamiento de Juana Mir García, en el apartado Fusilatze eta urkamendiak con el siguiente texto: Franco-tarrek fusilatu zituzten iru emazteki, oien artean euskal-neskatila bat (Juanita Mir), eta au, Bilbo-ko ‘La Tarde’ deitu kazetan emaztekien idatz-zaila iskribatu izan zuelako, bertze obenik gabe”. (Los franquistas fusilaron tres mujeres, entre ellas una chica vasca (Juanita Mir), y ésta, sin otra culpa que haber escrito en la sección de mujeres del periódico ‘La Tarde’ de Bilbao).
DEIA