John Gray: “La función del ‘wokismo’ es blanquear las injusticias del capitalismo”

El filósofo de la London School of Economics se basa en Thomas Hobbes para anunciar el fin del liberalismo en su nuevo libro

No es fácil encasillar al inglés John Gray (Southshields, 1948), el veterano pensador vinculado a la ‘London School of Economics’. Es uno de los filósofos políticos más originales y provocadores de nuestros tiempos. Crítico acérrimo al consenso forjado en Davos para impulsar la globalización neoliberal -ver su libro ‘Falso amanecer’ (Paidos, 2001)- y, al mismo tiempo, opuesto al progresismo “hiper-liberal” que considera obsesionado por la política de identidad y por un falso concepto de diversidad y multiculturalidad.

En su nuevo libro ‘Los nuevos Leviatanes’ (Sexto Piso, 2024) Gray recupera el pensamiento del filósofo británico del siglo XVII Thomas Hobbes para cargar contra lo que califica como la ideología actual del ‘wokismo’ centrada en la diversidad y los derechos de las llamadas “minorías” definidas por características como etnia y género. Estas, para Gray, son ajenas al verdadero eje de opresión: clase social.

Aunque Gray se define como liberal, anuncia en su obra el colapso definitivo del liberalismo nacido en el siglo XVIII, que cae ya por sus propias contradicciones, bien sea por el lado del neoliberalismo, bien por el progresismo ‘wokista’ nacido de la política de identidad dominante en el partido demócrata estadounidense. Gray califica el movimiento ‘woke’ como un síntoma del “hiperliberalismo”. Anuncia “el punto final del individualismo” en el cual cada ser humano “decide quién quiere ser”. Esto, desde la óptica pesimista de Gray, crea “nuevos colectivos” y es “el preludio de un estado de guerra crónica entre las identidades que encarnan”.

Es fácil ver similitudes entre las ideas de Gray y la nueva derecha. Pero en esta entrevista, el filósofo de la LSE  critica el pensamiento ultraconservador en boga en algunos países. Su  columna en la histórica revista de la izquierda británica, siguiendo los pasos de pesos pesados como George Orwell o E.P. Thompson, pretende abrir un nuevo espacio de debate.

-Dice en su nuevo libro que la decadencia del liberalismo se manifiesta en la ideología ‘woke’ y que una de “las funciones de los movimientos ‘woke’ es desviar la atención del impacto destructivo del capitalismo de mercado en la sociedad”. Eso será una sorpresa para mucha gente, que piensa que la crítica al capitalismo de mercado y la preocupación por temas como los derechos LGTBIQ+, el feminismo y el racismo, lo que probablemente usted llamaría cuestiones de identidad, son parte del mismo programa.
-Pues, para contrarrestar eso, yo diría que las grandes compañías capitalistas han aceptado la mayor parte de las ideas ‘woke’. Reconocen que hay ciertas injusticias inherentes al capitalismo e incluso a sus propias corporaciones. Y anuncian un consejo de administración un poco más diverso o eligen a un consejero delegado que sea mujer. Pero los defectos estructurales básicos del capitalismo de mercado, y especialmente en sus formas más extremas, continúan sin interrupción.

-Usted sostiene que este énfasis en la diversidad por encima de cuestiones de clase social es algo inconfundiblemente estadounidense. Pero en España se ve cada vez más…
-Creo que es un fenómeno esencialmente americano, que de alguna manera ha engullido partes enteras de Occidente. Es que los extremos del capitalismo explotador alcanzaron su peor momento en Estados Unidos. El capitalismo americano exportó empleos, fábricas, industrias enteras a China y a otras partes del mundo, dejando enormes áreas en ruinas postindustriales. Eso ha ocurrido en otros países occidentales, por supuesto, pero no al mismo nivel. Entonces, lo que surgió fue lo que los liberales llaman populismo. Y, como digo en el libro, lo que los liberales llaman populismo es una reacción política contra la disrupción social que sus propias políticas han provocado. Nunca aceptan que tienen alguna responsabilidad. Una de las funciones económicas del movimiento ‘woke’ es blanquear las injusticias estructurales del capitalismo de mercado. Mientras la gente esté obsesionada con la identidad, entonces pueden pasar por alto lo demás. Marx no cometía esos errores. Yo no soy marxista, pero creo que aún hay mucho que aprender de él. Y, en realidad, estos liberales progresistas ‘woke’ estarían mejor si leyeran un poco de Marx.

-A veces uno tiene la sensación de que la izquierda europea y la latinoamericana también, en parte, después de décadas criticando el “imperialismo cultural” de Estados Unidos, ha importado toda la agenda del progresismo liberal estadounidense… En España ya usamos palabras como “minorías” y “latinos”, por ejemplo.
-Creo que esto es exactamente correcto. Y  es un desastre para la izquierda. Porque crea un vacío en el que la extrema derecha va a prosperar. Si nadie escucha las injusticias económicas, la decadencia en la vida cotidiana, la falta de bienestar, los problemas asociados con la migración masiva, si nadie los escucha desde la izquierda, entonces obviamente se girarán hacia la derecha. Un gran número de personas se dirige hacia la derecha. ¿Cómo lo explicamos? ¿Es la profunda estupidez de las masas, o es el diablo? ¿Quién está haciendo todo esto? La izquierda ha renunciado y ha abandonado su papel clásico de representar a las personas de clase trabajadora, la gente común. Cuando el ‘woke’ triunfa, el anticapitalismo de la izquierda se debilita. Y creo que esto es parte de su función. La paradoja, por supuesto, es que esta clase de ‘wokismo’ es un tipo de pensamiento esencialmente estadounidense. Está obsesionado con temas distintivamente americanos como la esclavitud. La paradoja es que los americanos han proyectado una ideología local extremadamente hiperbólica con todos sus problemas, que es peculiar y casi exclusivamente americana. Se ha proyectado con éxito, como proyectan a Taylor Swift o la cultura pop moderna. Y se acepta en gran parte del mundo.

-Dice en el libro que ese énfasis en la diversidad beneficia a determinadas profesiones de élite…
-Sí. La otra parte de la función de la ideología ‘woke’ es resolver el problema de la sobreproducción de abogados, sociólogos, etcétera…. Les permite competir por la virtud política. Pueden crear nuevas profesiones, nuevas disciplinas académicas. Por ejemplo, tenemos en las universidades británicas una nueva disciplina que se llama ‘Estudios del odio’. ¡Imagínese! ¡Bueno, al menos van a tener mucho material para estudiar! La gran ventaja del ‘woke’ es que permite a las personas ser muy apasionadas acerca de creencias que son absurdas y no tienen sentido.

-Es extraño que la izquierda europea adopte una ideología esencialmente estadounidense justo en el momento en el que estamos anunciando el fin de la hegemonía…
-Geopolíticamente, creo que Estados Unidos está disminuyendo rápidamente. Esta  zona civilizacional o geopolítica de influencia americana como la que existía durante la Guerra Fría, por ejemplo, ha dejado de existir. Y no creo que esas ideas ‘woke’ tengan el alcance mundial de lecciones anteriores del liberalismo. Pero es cierto que, en ciertas zonas del mundo, una ideología peculiar de ‘woke’ americana todavía se está expandiendo. Es como si, aunque el poder se estuviera colapsando, fragmentos de él continúan en expansión, tal vez de la misma manera que el cristianismo continuó extendiendo su alcance después de la caída de Roma, o a lo largo de la caída de Roma.

-Habla de la decadencia del liberalismo, y es Thomas Hobbes el pensador liberal  que usa  para ayudarnos a entender esto…
-Creo que él es el único liberal que vale la pena leer hoy en día. Ya sabe, yo soy hobbesiano y eso significa que aún soy liberal. No soy antiliberal en el sentido de esas personas ‘anti woke’ de la derecha, que quieren una especie de regreso al cristianismo católico. Quieren un tipo de sociedad orgánica, en la cual religión y Estado están unidos. Creo que esas ideas son francamente tonterías e incluso peligrosas. Soy liberal, igual que Hobbes que  dice que ningún gobernante puede justificar su autoridad en cuán sabios o espirituales o filosóficos sean. Lo decia en contra de Platón. No hay derecho divino de los reyes, la autoridad no es prescriptiva. El  poder político trata solo de proteger los sujetos, y particularmente protegerlos de la violencia.

-Es interesante que diga esto, porque hay coaliciones en la nueva derecha populista como, por ejemplo, la de Javier Milei en Argentina, que parecen abarcar desde libertarios económicos y neoliberales hasta conservadores reaccionarios, como Agustín Laje. Laje parece estar en el grupo que usted menciona que quiere regresar a la pre-Ilustración. Cree que incluso la Revolución Francesa fue mala, y la Ilustración, un retroceso, y que tenemos que volver a la “estabilidad” de sociedades feudales. Todos estos están en la misma coalición, ¿cómo puede ser eso?
-La razón es que los votantes se mueven por diferentes temas. Hay tendencias completamente contradictorias en la derecha. Tendencias radicalmente opuestas que, sin embargo, logran una especie de coalición temporal y superficial entre sí, porque a veces tienen los mismos enemigos. Aunque Argentina es un caso muy especial. Es paradójico porque la gente dice que Milei es un populista. Pero no es un populista. Los peronistas eran verdaderos populistas. Incluso se le considera un fascista. Pero los peronistas eran los verdaderos fascistas en un sentido clásico. Es decir, eran anticapitalistas, antiliberales, antiindividualistas, antilaicos. Lo que él es, supongo, es una especie de anarcocapitalista en el sentido estadounidense, que se alinea con estas otras fuerzas que necesita. Es paradójico. Por un lado, apoya la libertad total para las trabajadoras sexuales para que puedan hacer con sus cuerpos lo que quieran. Pero, por el otro,  se opone al aborto, que también es una cuestión de mujeres haciendo lo que quieren con sus cuerpos. No es coherente. Pero, claro, en política, la coherencia es lo de menos. Algunos de los movimientos políticos más poderosos son los más incoherentes.

-Milei parece muy próximo a Elon Musk y a tecnolibertarios de Silicon Valley como Peter Thiel, al que usted entrevistó hace unos meses.  ¿Todos esos libertarios aparecen en un momento  de decadencia del liberalismo?
-Creo que así es. Thiel es el más inteligente. Es cristiano, además de ser gay. Pero no es un medieval que quiera volver a nada. No quiere desmantelar la economía moderna. Porque sabe que realmente no puedes retroceder, eso significaría pobreza masiva para miles de millones de personas. No va a pasar. Nadie lo quiere, en realidad, excepto unos pocos reaccionarios. La derecha está profundamente dividida. Estas diferentes tendencias de la derecha no pueden decidir si lo que quieren es una forma más radical de capitalismo desregulado o una forma más controlada de capitalismo, que proteja ciertas normas culturales, una especie de catolicismo tradicional.

-Dice en el libro que los movimientos de masas a menudo son reacciones contra la arrogancia de las élites radicales. ¿Estamos viendo algún movimiento de masas?
-Bueno, no hay un solo movimiento emergente. Quiero decir, creo que hay períodos recurrentes en la historia de confusión y de alejamiento masivo en los que nadie realmente sabe hacia dónde va o puede predecirlo. Porque depende de tantas cosas: de guerras, de nuevas tecnologías… Creo que, en términos geopolíticos, la situación actual es más parecida a la que precedió a la guerra de 1914. Y el auge de China y La India es muy importante. Cuando hablaba de movimientos de masas, estaba pensando en  lo que los liberales llaman populismo. Eso es lo que estamos viendo. Pero en términos de transformación civilizacional, creo que el declive en Occidente es muy profundo. Y las personas de la derecha que piensan que se puede revertir volviendo a las tradiciones anteriores, creo que se están engañando a sí mismos. Porque lo que solía ser una tradición ahora se ha convertido en un estilo de vida. Por ejemplo, hay personas que usan mantillas en EE.UU., que se han puesto de moda entre un cierto tipo de joven converso al catolicismo. Y les gusta llevar mantilla. A diferencia del pasado, eso es una elección de estilo de vida. No es una tradición. Las tradiciones son prescriptivas. Son cosas que se transmiten y que tienes que hacer. Tienen autoridad. La mantilla hoy es una ‘life style choice’. Es decir que, aunque quisieras, es muy difícil salir de lo que el sociólogo marxista polaco Zygmunt Bauman llamaba la modernidad líquida. De modo que mi papel es simplemente señalar estas ironías, estas contradicciones, esta especie de lógica de los eventos y ayudar a la gente a ver el presente. El poeta estadounidense John Ash tenía un gran verso en uno de sus poemas: “El presente es lo que tenemos que tratar de entender, no el futuro, que es desconocido”. Si emerge algún movimiento nuevo, grande, de masas, no sé lo que será. Dudo que sea un renacimiento del cristianismo. Y estoy segurísimo que no será el ‘wokismo’.
LA VANGUARDIA