Joan Martínez-Alier, impulsor del Atlas de la Justicia Ambiental

El economista, premio Balzan 2020 en Retos ambientales, publica sus memorias

Desde este atlas se accede a la historia de 3.200 conflictos ambientales (.)

El economista Joan Martinez-Alier (Barcelona, 1939) es uno de los protagonistas de ese extraño año de la pandemia. Y por partida doble: por la publicación de sus memorias, Demà serà un altre dia, y por el reciente premio Balzan 2020 en la categoría de Retos ambientales. El galardón, que debía serle entregado en Roma el 19 de noviembre por el presidente de la República Sergio Matarella, destaca “la excepcional calidad de sus contribuciones a la fundación de la economía ecológica”. Dotado con 695.000 euros, de los cuales la mitad han de destinarse a proyectos de jóvenes investigadores, permitirá dar continuidad a su proyecto de Atlas de la Justicia Ambiental (EJAtlas), iniciado en 2012 junto con Leah Temper, investigadora canadiense.

“Al EJAtlas le dedico dos o tres horas de trabajo al día, domingos incluidos, lo veo como un proyecto más allá de mi vida, para los próximos diez o quince años”, explica Martínez-Alier al principio de sus memorias. Se trata de un mapa que recoge todos los conflictos ambientales del mundo según diez categorías: uso del agua, energía nuclear, minería, combustibles fósiles, extracción de biomasa, residuos, infraestructuras, industrias, conservación de biodiversidad y turismo. Actualmente registra 3.288 casos. Fácil de consultar, desde la web (www.ejatlas.org) se puede clicar sobre cualquier punto del mapa mundi y aparece una ficha de seis páginas. Si estuviese impreso equivaldría a unos 55 libros de 350 páginas. El objetivo ahora es triple: completar el mapa en zonas como China, India o Rusia, donde aun quedan lagunas; recopilar el vocabulario y archivo de fotos, documentos, canciones e incluso grafittis relacionados con el movimiento por la justicia ambiental, y potenciar a través de distintas actividades y publicaciones lo que él llama “una prosperidad sin crecimiento”.

Joan Martinez Alier (.)

Este proyecto de Joan Martínez-Alier, catedrático emérito de la UAB y cofundador del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals, es la culminación de una larga trayectoria que queda plasmada en Demà serà un altre dia (Icaria editorial), una autobiografía con un subtítulo explícito: “Una vida fent economia ecològica i ecologia política”. Un libro tan heterodoxo como su protagonista, donde combina entrevistas, artículos inéditos y capítulos más personales en los que ajusta cuentas con la Transición del 78 y con la burocracia de la propia universidad en la que ha trabajado. “A mis 80 años –escribe– es una edad para saber y para decir sin tapujos quien soy y que pienso”. Académicamente se define como “economista ecológico” y en lo político su pensamiento es “anarquista-narodnik-ecologista-independentista-descolonialista” (aunque en otros capítulos lo simplifica como “anarquista moderado que vota a las CUP” o “verde-separatista”).

Su biografía, de la que destacan los veinte años que ha pasado en otros países, no es fácil de resumir. Estudió economía en la Universitat de Barcelona (1956-61) y posteriormente economía agraria en Oxford y Stanford, lo que no impide que a veces se presente como “economista arrepentido”. Con 25 años hizo un trabajo de campo en Andalucía del que surgió su primer libro La estabilidad del latifundismo (1968), publicado en París por la editorial Ruedo Ibérico, porque aquí nadie se hubiera atrevido. Entre 1967 y 1972 realizó estudios agrarios en Cuba y Perú, de donde saldrá otro libro, Haciendas, plantations, and collective farms. En Perú contribuyó a la creación del Archivo Agrario con documentos expropiados en los latifundios por la reforma agraria del general Velasco Alvarado. “Yo mismo empaqueté archivos en la hacienda Laive, con Verena Stolcke, a 4.000 metros de altitud y los hice enviar en un camión a Lima”. Y, como él mismo explica, en Perú aprendió a contar en calorías, y no solo en dólares.

Sus trabajos sobre el latifundismo andaluz o el Archivo Agrario de Perú aún son referentes mundiales

Entre los años 1974 y 1975 trabaja en la editorial Ruedo Ibérico en París, a cuyo fundador Pepe Martínez, injustamente olvidado, rinde homenaje. De aquel periodo destaca varios artículos publicados en la revista de la editorial, algunos junto al economista José Manuel Naredo, y en especial su crítica a la opción del PCE en favor de la Reconciliación nacional y su defensa de las tesis del historiador Josep Termes sobre el nacionalismo catalán de origen popular y no burgués, en contraposición a los planteamientos de Jordi Solé Tura.

Martínez-Alier no se muerde la lengua la hablar de la universidad y de la “putrefacta” transición. Y pone como ejemplo una carta del “admirado” rector Villar Palasí de 1972 donde le pide al gobernador civil que se matriculen policías como estudiantes en la universidad para disponer de información. O las trabas que le pusieron al filósofo Manuel Sacristán para obtener una plaza pese a su valía.

Su compromiso político ha sido radical. Artículos censurados, conferencias o libros silenciados, presencia en manifestaciones e incluso una detención el 12 de octubre de 1992 por salir a protestar en Barcelona contra las celebraciones del Quinto Centenario. Estuvo 52 horas en comisaría. Al salir le preguntó a su abogado Mateu Seguí si podía hacer una denuncia contra la policía por detención ilegal y el letrado le respondió: “Parece mentira que a tu edad aun pienses que el Estado te dará la razón”. En distintas etapas ha vuelto al extranjero “para evitar el malhumor político” y “la oxidación del cerebro” y ha sido profesor visitante en Berlín, Oxford, Stanford, Quito, Yale y ha realizado estancias en India o Japón. Puso en marcha la revista Ecología Política y asegura que fue el primero en publicar un libro que en el título hablaba de “economía ecológica”. También ha sido pionero en la defensa del decrecimiento.

Durante 50 años sus trabajos se han centrado en la economía ecológica y la ecología política

Estas memorias están plagadas de frases rotundas: “No hay justicia ambiental en el mundo. Los ricos hacen lo que quieren”. Pero también de autocríticas, como el reconocimiento de los fracasos de los partidos verdes en España y Catalunya, de los que se siente partícipe.

El libro acaba diciendo: “Mi trabajo en economía ecológica y ecología política ha sido mi vida, al menos en los últimos 50 años”, Y a renglón seguido añade que quizás la frase es “irreal y ciertamente poco feminista” porque “a cualquier vida humana le hace falta mucho apoyo práctico y emocional”.

LA VANGUARDIA

 

“Nuestro atlas documenta ya 1.750 conflictos ambientales en el planeta”

ANTONIO CERRILLO

 

Los investigadores Joan Martínez Alier y Federico Demaria, y un amplio equipo de especialistas en todo el mundo elaboran el Atlas Global de Justicia Ambiental

 

El altiplano peruano de los Andes está siendo casi devorado por la minería a cielo abierto de zinc y cobre que crea cráteres dantescos junto a zonas habitadas en las que se han contaminado las aguas de consumo. En el delta del Níger, las poblaciones indígenas protestan por los continuos derrames de petróleo que han destruido lagos y marismas. Y en Bhopal (India) la población afectada por una explosión de una industria química hace 30 años sigue esperando que se ponga remedio a los daños producidos. El Atlas Global de Justicia Ambiental creado por un equipo internacional de expertos ha reunido 1.750 conflictos en los que se documenta la expansión de los litigios de raíz ecológica en todo el planeta. Es el mapa que demuestra la insostenibilidad del actual modelo económico, según explican en esta entrevista Joan Martínez Alier y Federico Demaria, del equipo de investigación del Institut de Ciència i Tecnologia Ambiental (ICTA) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Los conflictos ambientales están en crecimiento alrededor de todo el mundo, explican.

 

-Pregunta. ¿Qué es el Atlas de la Justicia Ambiental?

-Joan Martínez Alier: Es un inventario mundial de casos de conflictos socio-ambientales, lo que llamamos también “conflictos ecológico-distributivos”, es decir, litigios entre quienes se aprovechan de los recursos naturales y quienes padecen las consecuencias de ese aprovechamiento, entre quien produce y quien sufre la contaminación y decide protestar… Cada ficha del EJAtlas tiene unas 5 páginas, y estamos llegando ya a unos 1750 casos. Nos falta añadir muchos más de China, el sudeste de Asia, algunos países de África, Brasil, México y de algunos países europeos, Rusia. Lanzamos el Atlas en marzo de 2014 en el local del PNUMA en Bruselas, con unos 920 casos iniciales. Los codirectores del EJAtlas son Leah Temper y yo mismo desde que se inició en 2012. Actualmente lo coordina Daniela Del Bene, y otros expertos se están incorporando o se van a incorporar los próximos 5 años.

Federico Demaria: El Atlas crea un mapa con los conflictos ambientales en todo el mundo relacionados con la extracción, la transformación, el transporte y el vertido de los materiales y la energía que son aspectos fundamentales para sostener la economía. Pensemos en el petróleo. Esta a la base de nuestro estilo de vida, pero suele provocar graves casos de contaminación a la hora de ser extraído, y, una vez quemado, contribuye al cambio climático. La economía es material, y esto provoca conflictos debido a la distribución desigual de beneficios y sus impactos. Difícilmente puede haber una economía verde o circular, si no hay niveles mucho más bajos de producción y consumo. Quien lucha para la justicia ambiental, promueve una economía más sostenible. Esto es lo que enseñamos con el mapa y pueden verlo en la web ejatlas.org.

 

-Pregunta. -¿Qué objetivo persigue?

-JMA: Que esos conflictos sean visibles. No son NIMBYs (‘No En Mi Patio Trasero’, por sus siglas en inglés); en todas partes cuecen habas, abundan las injusticias y protestas ecologistas. Y además queremos facilitar la tarea y hacer nosotros mismos los análisis de los conflictos, avanzar en un campo de estudio que se llama Ecología Política.

FD: El atlas es un medio de comunicación, para visibilizar los conflictos, pero en este caso es también una herramienta de estudio destinada al análisis. El Atlas demuestra que, al haber miles de conflictos muy similares, éstas no son luchas derivadas de la cultura del ‘no’, sino reivindicaciones más que legítimas. De la misma manera, que las luchas obreras consiguieron una reducción del horario laboral y una mejora en las condiciones de trabajo y de salario, las organizaciones por la justicia ambiental luchan en favor del medio ambiente porque las personas de dependen de él para vivir. Luchan por el agua o el aire limpio, por la defensa de sus tierras y su territorio, porque de todo esto depende su existencia y su subsistencia, y también luchan por las generaciones futuras.

 

-Pregunta. -¿Cuáles son las principales causas de tantos conflictos?

-JMA: Para algunos es el capitalismo neoliberal, pero pensamos que un capitalismo keynesiano socialdemócrata no tendría un metabolismo social muy distinto y por tanto también llegaría a las fronteras de la extracción en busca de petróleo, carbón, gas, metales y palma de aceite… La causa última de esos conflictos ambientales es el aumento del metabolismo social, es decir de los flujos de energía y de la extracción de materiales. La economía industrial no es circular sino entrópica -disipa la energía de los combustibles fósiles y sólo recicla una muy pequeña parte de los materiales-. Por tanto, cada día tiene que ir a por más. Hoy sacamos 90 millones de barriles de petróleo de tierra y mañana otra vez, aunque sea de la Amazonía de Perú y de Ecuador y contaminando mortalmente a personas humanas y a animales, y destruyendo biodiversidad. Allí hay muchas protestas.

FD: El Atlas organiza los casi 2000 casos en diferentes categorías, como minería, residuos, turismo, biodiversidad, agua o infraestructuras. Los biólogos estudian el metabolismo de los organismos, mientras nosotros estudiamos el metabolismo de la economía. Es decir, la economía depende de los flujos de materiales y energía. Si crece, necesita más petróleo, minerales o cemento. Pero, aunque no crezca, siempre necesita nuevos flujos porque los materiales se pueden reciclar solo hasta un cierto punto, mientras que la energía no se puede reciclar. Esto es la termodinámica que nos enseñan los físicos. Las empresas quieren maximizar sus beneficios, y, a menudo, los mercados las obligan a competir o morir. Así que muchas veces los costes ambientales (por ejemplo la contaminación) no entran en su contabilidad, son ‘externalidades’. En otras palabras, las empresas (a veces con la complicidad de los estados) desplazan estos costes a otros actores (con frecuencia más débiles, como inmigrantes o indígenas). Y ellos reaccionan a la injusticia, es decir al intento de las empresas de ahorrarse los costes a costa de la salud de las personas y el medio ambiente (que es lo mismo). Es como si yo fuera a un bar, me tomo un café y salgo diciendo que ya pagara el ‘tío de la barra’ o el que acaba de entrar. O como si paseo mi perro por la calle y no recojo sus excrementos. Estos son costes desplazados. Pero claro, hay diferencia entre un café o los excrementos de un perro, y cianuro en los ríos, el glifosato en los campos o toneladas de petróleo vertido en la Amazona.

 

-Pregunta. -¿Esas protestas vienen de lo que ustedes llaman el movimiento global de Justicia Ambiental?

-JMA: Efectivamente, el movimiento ha nacido de las protestas. En las fichas del EJAtlas encontramos lo que llamamos el vocabulario del Movimiento Global de la Justicia Ambiental. Por ejemplo, cuando en Brasil se quejan contra los “desiertos verdes”, eso nos habla de una protesta contra los monocultivos de eucaliptos para pasta de papel, es decir, es una declaración de que “las plantaciones no son verdaderos bosques”. O si en Argentina sacan una pancarta que dice “paren de fumigar”, se expresa la protesta contra el rociado de glifosato por avionetas en el cultivo de soja en zonas pobladas. O si un diario en India anuncia una nueva víctima de la “sand mafia”, sabemos que hay un conflicto mortal más por extracción de arenas y gravas de los ríos. Cada conflicto y cada país, contribuye sus propias palabras y lemas al movimiento global de justicia ambiental. Es lo mismo que hace años en los conflictos laborales con palabras como “boicot”, “esquirol” o “lockout”. O la expresión “la doble jornada” en el movimiento feminista. Somos meramente filólogos de ese movimiento global de la justicia ambiental.

FD: La hipótesis es que existe un movimiento global por la justicia ambiental, y que éste pueda ser un actor político importante para promover la sostenibilidad de la economía. Con la conferencia de París sobre el cambio climático, hemos visto que los estados no son capaces de afrontar con el coraje necesario los desafíos de la crisis ambiental. Por lo tanto, ¿qué actor podría jugar un papel clave? Nosotros creemos que es el movimiento global por la justicia ambiental, que sería una red informal e horizontal de todas las organizaciones involucradas en conflictos ambientales. Los casos específicos son diferentes, pero el Atlas demuestra que existe un potencial de articular sus luchas y reivindicaciones, así como elaborar propuestas de soluciones conjuntas. Desde abajo y con valentía. Lo necesitamos todos.

 

-Pregunta. -¿Qué relación hay entre ese movimiento de Justicia Ambiental y la doctrina del decrecimiento que algunos proponen en el ICTA-UAB?

JMA: En el nuevo proyecto de investigación que se llama “EnvJustice” en el ICTA (con dinero del European Research Council) hemos planteado precisamente estudiar los lazos entre la Justicia Ambiental en todo el planeta con el pequeño movimiento europeo del Decrecimiento o el Postcrecimiento (o la Prosperidad sin Crecimiento, como dice Tim Jackson) que no es algo nacido en el ICTA pero sí crecido en el ICTA. Estudiar esa relación va a estar a cargo de Federico Demaria. Muchos de esos movimientos del Sur quieren frenar la extracción de materias primas; están contra el saqueo o dicho más finamente están contra el “comercio ecológicamente desigual” y también contra la biopiratería. Reclaman también una deuda ecológica por el cambio climático. Hay coincidencias entre ambos movimientos.

FD: Nuestras investigaciones demuestran que los conflictos ambientales están relacionados con el metabolismo social, es decir con los crecientes flujos de materiales y energía en la economía. Tenemos que reconocer que un modelo de desarrollo basado en cada vez más producción y consumo, necesariamente tiene impactos sobre el medio ambiente, y genera injusticias ambientales. Por lo tanto, hay que hay que cuestionar es un modelo socio-económico basado en el crecimiento económico infinito y apostar verdaderamente por la sostenibilidad, que implica un decrecimiento. Decrecimiento no es lo mismo que recesión. Es la hipótesis de que podemos hacer mejor con menos, y que necesitamos hacerlo diferente. La cuestión es como gestionar la economía sin crecimiento para que pueda cumplir con los objetivos de sostenibilidad ecológica, equidad social y bien estar de las personas. Esta es la cuestión que discutimos en nuestro libro: “Decrecimiento: Vocabulario para una Nueva Era” (Icària, 2015).

 

-Pregunta: -¿Cuáles son ahora los conflictos socioambientales más graves?

-JMA: Hay muchos conflictos en el EJAtlas protagonizados por hidroelécticas, mineras, empresas de petróleo y de gas. Tenemos un mapa especial, transversal, sobre el fracking. Vamos a publicar estos días un mapa monográfico de reclamos contra la Chevron en todo el mundo. Pero no sólo hay conflictos en la extracción de minerales y de biomasa, sino también en la exportación de residuos, como el desguace de barcos enormes en playas de Pakistán, India, Bangladesh, pues se recicla acero pero a costa de mucha contaminación local, de restos de amianto y metales pesados. Todos estos casos están en el EJAtlas. Y el principal residuo es tal vez el dióxido de carbono que producimos en exceso y cambia el clima. En el EJAtlas tenemos ya las protestas de los Kuna de Panamá por la ligera subida del nivel del mar, que ellos perciben. También tenemos casos de buenas alternativas, como cuando se propone dejar el carbón, el petróleo o el gas en tierra para evitar daños locales pero también para evitar emisiones globales de CO2; por ejemplo, en Fuleni (KwaZulu Natal, Sudafrica) contra la minería de carbón, un caso que hemos puesto en el atlas hace unas semanas, o también el de Sompeta (Andhra Pradesh en la India) contra la minería de carbón.

FD: Los conflictos más graves se da donde la gente muere. Se muere por la contaminación o asesinados porque son personaje clave de la lucha, como Berta Caceres en Honduras. Según Global Witness, Honduras es “el país más mortal del mundo” para los defensores del medio ambiente, ya que en los últimos 5 años más de 100 defensores de la naturaleza han sido asesinados y la gran mayoría de estos crímenes continúan en la impunidad. Los conflictos también son graves cuando dejan daños permanentes en el medio ambiente, y comprometen las formas de subsistencia de la población local que se ve obligada a migrar a las ciudades y a otros países en búsqueda de oportunidades. Estos también se llaman refugiados ecológicos.

 

-Pregunta: -¿Qué soluciones proponen?

-JMA: El ecologismo popular crece en el mundo, aunque sea con una secuela de víctimas mortales, como Berta Cáceres en Honduras y tantos otros. En el EJAtlas aparecen ecologistas muertos en un 12% de los casos. Las protestas del ecologismo popular que a veces tienen éxito (en el EJAtlas nos aparece casi un 20% de casos de éxito de la justicia ambiental) contribuyen a una transición hacia una economía y una sociedad menos insostenibles.

FD: Las soluciones pasan primero por entender las causas y las responsabilidades, es decir la complejidad del conflicto que con frecuencia se quiere simplificar con una estrategia de silencio y opresión. Con frecuencia nos encontramos con el negacionismo por parte de algunas empresas y autoridades publicas, como pasa con el cambio climático. Se resiste quien más se beneficia del estatus quo, de como están las cosas ahora. En cada conflicto, las propias organizaciones por la justicia ambiental proponen alternativas. Piden que el proyecto se haga de forma diferente, o que, al ser intrínsicamente insostenible, no se lleve acabo en su totalidad. Otras piden la reparación de los daños, como la eliminación de los contaminantes. En algunos casos, piden el respeto a las leyes existentes, mientras en otros cuestionan el marco legal y proponen cambios legislativos. Por cada conflicto, existen diferentes ‘soluciones’ y siempre tendríamos que preguntar, ¿’para quien’? Es posible que existan perdedores y ganadores, aunque nos gustaría que hubiera opciones en las que todo el mundo gana (en ingles, ‘win-win’), pero no siempre es posible, por no decir casi nunca. Cada resolución de conflicto pasa por beneficiar a unos y perjudicar a otros, y esto depende de las relaciones de poder. Los conflictos se deben a que los afectados por un proyecto (por ejemplo, una mina o una carretera) que, a menudo son los más débiles, levantan su voz. Es una cuestión de democracia.

 

-Pregunta: -¿Para qué va a servir este atlas?

-JMA: Puede servir para que se conozcan mejor esos hechos, para los periodistas, ha habido muy buenos reportajes en Colombia, en la India y otros países que se basan en informaciones del EJAtlas, incluido en el The Guardian. Y también sirve para la enseñanza secundaria y universitaria y para hacer tesis doctorales y artículos y libros académicos. El EJAtlas es un producto universitario en colaboración con organizaciones populares de justicia ambiental de muchos lugares del mundo. Hemos recibido fondos europeos y también del International Social Sciences Council (en dos proyectos distintos, uno de Joan Martinez Alier y otro de Leah Temper que va a estudiar sobre todo las alternativas exitosas). Ambos proyectos nos van a llevar hasta el 2021 a duplicar el número de casos en en EJAtlas y también a actualizarlos si hace falta. El atlas sirve también para animar a los participantes en el gran movimiento global de justicia ambiental. La idea de hacer un mapa de conflictos ambientales fue anticipada por OCMAL en América Latina (observatorio de conflictos mineros) y hubo otras iniciativas parecidas de otros grupos ecologistas, que han sido nuestra fuente de inspiración y de información.

FD: Primero, el atlas sirve para visibilizar los conflictos ambientales y promover un debate democrático e informado sobre las relaciones entre la economía y el medio ambiente. Segundo, el atlas para estudiar y entender los conflictos ambientales. Es decir, investigar causas, responsabilidades, actores y sus estrategias.

 

-Pregunta: – ¿Cómo valoraría la situación en China?

-JMA: Hay muchísimos conflictos ambientales en China. Hay un famoso documental que se llama en inglés “Under the dome” sobre el mal aire en las ciudades; hay un libro de Anna Lora-Wainright sobre las “cancer villages”. Dentro de un par de años, habremos recogido al menos unos 250 casos en China en el EJAtlas.

FD: Llevamos más de cinco años trabajando en el atlas. Joan Martinez Alier acaba de obtener una financiación de gran prestigio por parte del Consejo Europeo de Investigación. Uno de los objetivos de este proyecto, es mejorar la cobertura geográfica de los conflictos. Tenemos una buena muestra en regiones como Latino America o Europa, pero necesitamos trabajar mas en otras como Africa, Sud est asia y China.

 

-Pregunta: -¿Qué conflictos son los más graves en su opinión ahora en España?

-JMA: Es España y Portugal hemos recogido unos 70 conflictos, que son los que nos parecen los más relevantes, los más notorios e importantes. A veces añadimos alguno más, hace unas semanas, el de la central nuclear de Garoña en el Ebro. El 18 de mayo hacemos una presentación en Madrid de ese mapa ibérico de conflictos ambientales, junto con Ecologistas en Acción. Los más graves van cambiando con el tiempo. Tiene mucha importancia el de Villar de Cañas contra el cementerio nuclear que el Gobierno planea levantar en ese lugar en Cuenca. Eso tiene paralelos en otros lugares del mundo, como en Yucca Mountain en Nevada en Estados Unidos. Hay conflictos de infraestructuras en España muy característicos todavía del falso boom económico hasta el 2008, autopistas inútiles, muchas canteras. Lo que en el argot ecologista en Europa se conoce como GPII, Grands Projets Inutiles Imposés. El caso del depósito Castor en la costa mediterránea tiene aspectos ridículos en lo científico (geólogos incompetentes) y escandalosos en lo financiero. Pero España no es muy diferente en los conflictos ambientales de otros países europeos.

 

-Pregunta: -Y ¿en Catalunya?

-JMA: En Catalunya tenemos solamente unos 8 o 10 conflictos en el Atlas. Estamos hablando de hacer también (como ya han hecho en Italia) un pequeño atlas específico para Catalunya con unos 50 conflictos en colaboración de organizaciones locales, como Ipcena en Lleida o Gepec en Tarragona y tantas otras. Conflictos actuales o algunos ya históricos, como las potasas del Llobregat o la contaminación por Ercros en Flix que ahora está saliendo a la luz: precisamente el 8 de junio tenemos una sesión pública en el Ateneu Barcelonés con Santiago Gorostiza y con Marta Pujadas sobre estos dos casos de grandes pasivos ambientales o deuda ecológicas acumuladas, en el Llobregat y en el Ebro.

FD: Nadie sabe cuántos conflictos ambientales hay en Catalunya o en España, pero seguramente son miles. Por ejemplo, recientemente estuve en la comarca del Montsià que tiene una población de unas 70.000 personas y unos 700 km2. Existen al menos diez conflictos en curso, que tienen que ver con la energía, la extracción de materiales, las infrastructuras y el transporte, el agua y la agricultura. Proporcionalmente por la población eso querría decir unos 1000 en toda Catalunya, aunque probablemente sean más. Los conflictos ambientales del Montsià están relacionados con el proyecto Castor; la viabilidad en la N-340 y AP7, así como la construcción de la autovia A7, la extracción de arcilla en Ulldecona para producir cemento, la extracción de rocas en Alcanar y Ulldecona, los monocultivos de regadío, el uso del herbicida glifosato o el expolio de las oliveras centenarias. Los grupos locales, como Ecologistes del Sénia, están organizado la plataforma Salvem Lo Montsià.