De estudiante, cuando rendía cuentas sobre las calificaciones obtenidas y estas eran satisfactorias, o incluso buenas, solía recibir como recompensa unas palmaditas acompañadas de un “muy bien, pero es tu obligación, sigue así”. La frasecita me ha vuelto a la cabeza a la hora de comentarles el resultado del examen que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha realizado sobre la política energética de España. Creo que cuando lo que se juzga es el progreso logrado en un asunto de Estado (y la energía lo es), lo relevante es subrayar aquello susceptible de mejora, pasando por alto los parabienes. Así que no voy a hablarles de los numerosos logros conseguidos por nuestro país desde su última evaluación en el 2005, sino de una asignatura pendiente.
Según el informe de la AIE, presentado en Madrid el pasado 28 de septiembre, una de las deficiencias que deben ser corregidas es la demora en la publicación de los escenarios energéticos previstos para nuestro país en el horizonte del año 2030. Ami juicio, estos escenarios, en los que el Gobierno lleva trabajando casi dos años, constituyen una hoja de ruta imprescindible en la que debería inscribirse cualquier decisión de alcance sobre la política energética en España, como la tomada en el ámbito de la energía nuclear.
En su informe, la AIE recuerda que la política gubernamental a propósito de la nuclear es reducir progresivamente su contribución al mix energético, sin por ello poner en riesgo la seguridad de suministro ni el objetivo de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero fijado por la Unión Europea. En este sentido, los estudios en curso sobre las proyecciones a medio y largo plazo del balance entre oferta y demanda resultan básicos para el desarrollo de un programa concreto de sustitución de las plantas nucleares por otras fuentes libres en emisiones de carbono.
Pero, a fecha de hoy, con la excepción de Garoña, no existe un calendario para el cierre de dichas plantas ni una definición de la estrategia a seguir para reemplazarlas. Según la AIE, esta incertidumbre constituye un serio inconveniente para la industria que no puede tomar decisiones sobre inversiones a largo plazo con el fin de asegurar el suministro de electricidad. Asimismo, la Agencia subraya que la robustez de toda la política energética española podría resentirse negativamente si el desarrollo y despliegue de las alternativas a la energía nuclear no se concreta en los plazos oportunos.
En teoría, estas consideraciones de la AIE no pretenden cuestionar la política sobre las centrales nucleares postulada por el Gobierno español, aunque su informe avisa de que “resulta difícil entrever cómo la desaparición de la energía nuclear ayudará a España a cumplir sus objetivos en materia energética y de lucha contra el cambio climático”.
Según anunció el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, los escenarios serán presentados este mismo otoño. Convendría no retrasarlos más. Porque cuando propones a alguien un viaje complicado, lo lógico es que expliques con todo lujo de detalles el itinerario previsto.