Uno: Las próximas elecciones las ganará quién rompa moldes. Los secretarios de estrategia electoral de los partidos intentarán que la partida se juegue en el terreno de las siglas y las personas, pero el ambiente en la calle no está por historias de diseño. Esta vez las elecciones se jugarán en el terreno de las ideas. Las ganará quién sepa transmitir que ha asimilado el cambio de paradigma catalán. Los viejos moldes de la transición se han acabado y hacen falta planteamientos nuevos. A veces las elecciones se decantan por quienes mejor refuerzan las herencias recibidas. Hay momentos, sin embargo, en que la gente reclama ideas nuevas, porque da las viejas por caducadas. Hay momentos en que aceptamos que la política navegue entre verdades a medias y otros en que queremos las verdades enteras. La próxima contienda electoral catalana se jugará en el contexto de un cambio de paradigma. Hacen falta ideas nuevas y verdades íntegras. Sólo desde esta perspectiva se podrá reformular todo lo que tenemos pendiente: el modelo de bienestar, el sistema de producción de riqueza, el sistema de valores y conocimientos culturales y la propia idea de nación.
Dos: El modelo de producción de riqueza y bienestar catalán está más que obsoleto. Lo saben gobierno y oposición. Está construido en épocas de vacas gordas, cuando Cataluña era la fábrica de España y la economía planetaria no era global. Ni el sistema productivo catalán es lo suficientemente competitivo, ni el modelo de bienestar es sostenible. Sólo una observación y una actuación de conjunto surgida de un pacto claro y sincero entre los líderes políticos y sociales catalanes puede permitir en el país encarar el futuro con presteza y precisión. Las competencias económicas del gobierno catalán son limitadas y los problemas graves. El Estado está en manos de una gente que no tiene un norte definido; la oposición sólo piensa en erosionar al gobierno. Todo ello no ayuda a componer una solución a un problema de fondo: estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Ningún partido político se atreve a decirlo y actuar en consecuencia. Nadie se atreve a insinuar que la crisis es estructural, que sin un pacto político fuerte y sincero la sociedad catalana sólo retrasará su recuperación.
Tres: La gente se siente lejos de la política. El sistema de partidos nacido hace 30 años ha envejecido. Recuperar la confianza democrática y la participación política de los ciudadanos pasa para renovar y democratizar los partidos. Tampoco éste es un problema coyuntural; es estructural y sin líderes dispuestos a ser más nacionales que hombres de partido no saldremos. Están incubando candidatos populistas y sin programa.
Cuatro: El sistema cultural catalán está articulado en el entorno de un cuadro de valores que la historia ya ha superado. Somos una ciudadanía más de exigir derechos que de compartir deberes. Hemos vivido con un alto nivel de confortabilidad, nos sentimos poco responsables ante nuestro futuro colectivo. Hemos traspasado la mayor parte de las responsabilidades a los gobiernos y nos sentimos cómodos recreándonos en la crítica. El futuro inmediato exige una sociedad de ciudadanos exigentes, pero también emprendedores y responsables.
Cinco: La nación no es ni una realidad construida para siempre jamás más ni un hito que se consiga un día determinado. La nación no surge de la independencia; se hace cada día, con ideas, pactos y consenso entre las fuerzas políticas y sociales. Utilizando la autonomía y el Estatuto y arrancando recursos y funciones a la administración central. La nación se construye aterrizando en la pista del Estado. Desde las competencias del Estatuto, desde la exigencia al Estado central.
Seis: Si el catalanismo deriva hacia ser exclusivamente una voluntad de futuro soberano lejano, perderemos. Esto ya pasó hace 100 años. Tiene que ser sobre todo la doctrina de la nación de ahora, de la nación que permite hacer ver a cada ciudadano que vive en una comunidad que tiene una herramienta eficiente a su servicio: a la que se llama Estado (único o compartido). Sin Estado no hay soluciones a la crisis, ni democracia ni bienestar.
Siete: Quién sepa ligar todo esto y afrontarlo de verdad, ganará las elecciones.