¿Por qué ningún imán pidió por su vida?

Akmal Shaikh no obtuvo gran ayuda de sus correligionarios. No me refiero a Occidente, aclaro. Desde la Oficina del Exterior británica hasta la más humilde agencia humanitaria, los herederos de la Época de la Iluminación pidieron por la vida de este narcotraficante de 53 años, enfermo mental, a quien las autoridades chinas ejecutaron cruelmente la mañana del pasado martes. Pero los imanes de Al Azhar y las grandes mezquitas docentes del mundo, desde El Cairo hasta la Meca, y de Qom a Mashad, solamente callaron. Bueno, no que uno esperara que los expertos islámicos en jurisprudencia defendieran a un hombre que transportaba cuatro kilos de heroína a Urumqi.

Puedo imaginar que la rugiente economía china enmudezca la voz de los más valerosos y humanitarios clérigos de la patria islámica. Cuando China promete oponerse a que Estados Unidos interfiera en Medio Oriente en una acción de defensa de sus propios intereses, ¿qué árabe va a exigirle a Pekín rendir cuentas por matar a un narco musulmán?

Claro, también hay hipocresía a paletadas de “nuestra” parte. ¿Hubo siquiera un susurro o una nota depreocupación por los cientos de musulmanes en Arabia Saudita que son decapitados por “crímenes” menores, después de juicios aún más absurdos de los que se montan en China? El petróleo es un poderoso contrapeso a nuestra compasión.

Al mismo tiempo, ¿cuántos clérigos musulmanes han condenado la ejecución de musulmanes uighur chinos o el asesinato de manifestantes musulmanes en Irán, muertos con la venia de los mismos clérigos que debían mostrarles compasión, o la tortura de prisioneros musulmanes en Egipto, para el caso, la matanza masiva y fratricida de un millón y medio de musulmanes durante la guerra Irán-Irak?

No existe regla en el Islam que diga que la crítica es sacrosanta. Mohamed Hussein Fadlallah, el elocuente chiíta que en Beirut fue objeto de un bombardeo de la CIA en 1985, por su supuesto apoyo moral a Hezbollah, es uno de los pocos clérigos que ha hablado contra la injusticia en el mundo musulmán.

¿Será porque se trata de un hombre valiente? ¿O porque es un poeta de primer nivel y por lo tanto se mueve más allá de la teología en el mundo de la imaginación humana? Sus colaboradores chiítas en Irak hablaron contra la opresión de Saddam respaldada por Occidente y pagaron por ello con sus vidas. Ciertamente se trata de hombres muy fuera de lo común.

En el pasado junio, le recordé a Ahmadinejad cómo una joven mujer iraní fue llevada, llorando, a la horca mientras hablaba por teléfono móvil con su madre y rogaba que no se le ejecutara por un asesinato que ella no había cometido. “No me gusta la muerte; ni siquiera la de una mosca”, me respondió el presidente iraní, quien procedió a explicarme la independencia del sistema judicial iraní, con el que me prometió que discutiría el tema de la pena de muerte. ¿Pero cuándo, Mahmud, cuándo? Con todo, no dijo una palabra sobre la mujer ahorcada.

Sentimos rabia hacia la crueldad de Israel y contra la de los estadunidenses, y de los británicos, por sus excesos en Irak y Afganistán. También lo hacen los musulmanes y con justa razón. Pero sería agradable que alguien expresara un poquito de humanitarismo en la umma del Islam. Akmal Shaikh, huelga decir, no será un nombre que será recordado en las mezquitas esta semana.

 

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

Publicado por La Jornada-k argitaratua