¿Partido o país?

Aquellos que tienen una visión convencional de la política -y que la mantienen en momentos tan convulsos como los actuales- no entienden la calma aparente de muchos dirigentes de Convergencia Democrática ante la constatación demoscópica de que ERC está culminando el “sorpasso” que siempre habrían buscado sus dirigentes. Si las previsiones en intención de voto se mantuvieran hasta la convocatoria de las próximas elecciones, Cataluña viviría un cambio de tendencia política histórico. Por primera vez desde la Transición, CiU dejaría de ser la fuerza soberanista hegemónica. Y el liderazgo en el proceso que ha diseñado y que impulsa Mas correspondería a ERC. Es cierto que no sería el único cambio trascendente, porque el PSC continuaría decantándose hacia la marginalidad y porque el mapa político se fragmentaría aún más y dificultaría enormemente la gobernabilidad. Pero, en todo caso, la novedad más significativa sería, sin duda, el “sorpasso” que se consolida a golpe de encuesta.

 

Esta eventualidad provoca diferentes reacciones. Los dirigentes de Unió -liderados por Josep Antoni Duran Lleida- lo miran con inquietud y nerviosismo. El mismo Duran constata con amargura que “CiU sacude el árbol y Esquerra recoge los frutos”. Es esta una percepción y una preocupación muy compartida dentro Unió y que también se refleja en declaraciones confesadas y no reveladas públicamente de algunos dirigentes convergentes. Pero en CDC prevalece, tanto territorial como orgánicamente, otra consideración. Ayer mismo el consejero de la Presidencia, Francesc Homs, declaraba: “Me preocupa el sorpasso en la medida en que soy dirigente de CiU, pero desde la perspectiva de gobierno tenemos otras prioridades”. Y remataba: “Lo que nos ocupa y nos preocupa en estos momentos, y siempre ha sido así, es el país”.

 

Entre “partido” y “país”, pues, los dirigentes de Convergencia Democrática que han impulsado el proceso de transición nacional que finalmente asumió Mas se decantan por el segundo. Están dispuestos a sacrificar los intereses de su fuerza política si Cataluña finalmente decide y entra en otra etapa histórica. No es ni fanfarronería ni estrategia. Es un valor sentido y compartido por los dirigentes de lo que antes se denominaba “el núcleo”, aunque ahora se haya roto y dispersado. La intención, aparentemente y por ahora, tan clara, deja abiertas dos incógnitas. La primera es si estos dirigentes -que tienen todo el apoyo del territorio- persistirán aunque la caída de CiU se acentúe y el ascenso de Esquerra se mantenga. Porque, si algo ha quedado claro en estos meses de legislatura, es que quien más se desgasta políticamente es aquel que toma las grandes decisiones. Y los otros sacan provecho.

 

La segunda es saber si este sentido de país -de Estado- es compartido por otras fuerzas políticas. Por ejemplo y principalmente, por Esquerra. Porque si los republicanos aplican a la realidad un sentido estrictamente partidista y sectario, oportunista, todo el proceso se resentirá.

 

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