Se quitaron los guantes diplomáticos de seda Estados Unidos y China y ahora ambos buscan prevalecer en varios frentes en una guerra multidimensional –que va desde la guerra alimentaria (que amerita un capítulo exclusivo), pasando por la guerra geoenergética, hasta la guerra geofinanciera/geoeconómica– que involucra al planeta entero.
Si la guerra es multidimensional, a fortiori el análisis obligadamente debe serlo también en varios planos cotejables para no caer en reduccionismos disfuncionales ni maniqueísmos pueriles, ni espejismos desquiciantes.
La guerra multidimensional entre Estados Unidos y China no se atreve a pronunciar abiertamente su nombre en medio de abrazos y besos de cortesía formal, y patadas informales bajo la mesa cuando ambos usan los guantes diplomáticos o los de box, dependiendo del caso específico.
En el plano geoestratégico, Estados Unidos lleva una delantera descomunal cuando su único rival creíble es Rusia, que definirá la verdadera supremacía militar –hoy mayormente de características nuclear, espacial y cibernética– en el planeta.
Debido todavía a su relativa debilidad militar, China se prepara más bien para una guerra asimétrica (la guerra de cuarta generación del teórico Michael Lind), y ha conseguido sustanciales avances satelitales y cibernéticos (Ilya Kramnik; Ria Novosti:15/1/10).
Stratfor, centro de pensamiento israelí-texano, se deleita cada semana en exhibir la supremacía naval de Estados Unidos, área donde China (y aun Rusia) se encuentra muy rezagada –independientemente de las jeremiadas de la burda desinformación de los multimedia anglosajones: lobos con disfraz de oveja que se pasan vociferando la inexistente amenaza ajena para avanzar su agenda aviesa, como acaba de ser atrapado vilmente The Times londinense con sus mendacidades en referencia a Irán.
A la usanza británica –que dominó los mares formalmente con su poderosa marina e informalmente con sus inolvidables piratas, durante más de tres siglos–, Estados Unidos reina prácticamente en todos los mares del mundo y controla sus principales Estrechos (Gibraltar, el Canal de Suez/Bab Al-Mandab, Ormuz, Malaca y el Canal de Panamá).
Pese a que Estados Unidos ha perdido consecutivamente sus cinco guerras recientes en forma directa o indirecta (mediante sus aliados interpósitos Israel y Georgia) y seguramente sucumbirá en su nuevo frente yemenita, quizá Washington (al unísono de sus aliados Gran Bretaña e Israel), más que ganar, propiamente dicho, buscaría prolongar al máximo el incendio de la periferia inmediata islámica de China –en Asia central, Cachemira, Afganistán y Pakistán– con el fin de balcanizar y vulcanizar su sitio mas sensiblemente exquisito: Xinjiang, su provincia islámica inmensamete ricas en materias primas, ya no se diga el Tibet budista (aquí quien juega es Hollywood, un genuino centro de propaganda bélica del Pentágono y el sionismo financiero).
Estados Unidos –con Baby Bush u Obama: presidentes van y vienen mientras permanecen los dos poderes inmutables del complejo-militar-industrial y Wall Street– se encuentra en pleno despliegue bélico en todo el mundo, en sincronía con su globalización financiera, hoy de capa caída, con 865 bases militares en 40 países (ver Bajo la Lupa: 9/8/09) y a los que ha agregado tanto sus siete nuevas bases en Colombia, para poner jaque al BRIC (Brasil, Rusia, India y China) en Venezuela como la profundización de su intervención en Af/Pak y la apertura de un nuevo frente en Yemen, lo cual en su conjunto concurre para cercar en última instancia a China que, desde el punto de vista militar, se encuentra a la defensiva.
Si el poderío relativo de Estados Unidos se centra en lo militar (pese a sus descalabros de guerra asimétrica), en forma contrastante ha sufrido dos severas derrotas en dos frentes: el geoenergético (donde Rusia lleva la batuta de la sinfonía) y el geoeconómico (donde China ha desbancado a tirios y troyanos del colapsado G-7), cuando todavía no se decide el nuevo orden geofinanciero global –pese a las cuantiosas reservas de divisas de China, ya no se diga del circuito étnico chino (Hong Kong, Macao, Taiwan, Singapur)–, donde se libra una lucha sin cuartel entre el desfondado dólar y el resplandeciente yuan/renminbi, la cual, a nuestro juicio, no ganará ninguna de las dos divisas, sino el oro y la plata.
La enorme vulnerabilidad del sepultado G-7 (con excepción de Canadá), primordialmente de Estados Unidos, se centra en el segmento geoenergético de los hidrocarburos, del que no se escapa la friable fragilidad de China e India en el seno del BRIC (donde brillan intensamente Rusia y Brasil).
La guerra geoenergética, con sensible traducción geopolítica regional, es mas notoria debido al despliegue de su control en varias partes del planeta, donde Estados Unidos estrangula el abastecimiento de hidrocarburos de China en los Estrechos principales (de lo que versa la apertura del nuevo frente en Yemen, en sincronía con Somalia y el cuerno de África) y que Pekín intenta evadir en otros puntos: desde el Lejano Oriente ruso y Asia central (ver Bajo la Lupa: 10/1/10), pasando por Irán y África, hasta Venezuela y Brasil.
De Defensa (15/1/10), centro estratégico europeo, expone que Hillary Clinton, la secretaria de Estado, realizó desde Hawai, escala de su periplo por Asia, un discurso muy duro contra China cuando datos parcelares (sic) alimentan fuertemente la tensión entre Estados Unidos y China (dotación de armas a Taiwán, próximo encuentro de Obama con el Dalai Lama, prueba de un misil anti-misil de China, medidas restrictivas y tarifarias de varios productos chinos de exportación a Estados Unidos etcétera).
Considera que el estado de ánimo de Estados Unidos con China se transformó totalmente (sic) y después del rechazo chino a la instauración del G-2, la relación bilateral evoluciona a un enfrentamiento difícilmente disimulado.
Refiere un luminoso análisis de John Chan (wsws.org: 15/1/10), quien puntualiza que “como fue planeado en 2006 (Léase: con Baby Bush), Estados Unidos desplegará seis de sus 11 portaviones y 60 por ciento de su flota submarina en el oceano Pacífico, un giro de su previa estrategia enfocada al Atlántico”.
A nuestro entender, en la guerra multidimensional que libran Estados Unidos y China, el primero se posiciona mayormente en dos frentes, militar y alimentario (mas sutil), donde lleva una gran delantera, mientras el segundo pasa a la espectacular contraofensiva en los ámbitos geoeconómico y geofinanciero, cuando el rubro geoenergético lo decidirían básicamente Rusia, la OPEP, Canadá y Brasil (el México neoliberal claudicó lastimosamente).
A nuestro juicio, la resolución conjunta de los frentes aludidos (geoestratégico, alimentario, geoenergético, geoeconómico y geofinanciero) definirá la supremacía global que ya no podrá ser más unipolar (Léase: estadunidense), sino eminentemente multipolar (una hibridación del G-7 fenecido con el fulgurante BRIC).
Saldrá mayormente airoso quien juegue mejor sus cartas multipolares (y con quien se cargue Rusia).