“La Iglesia valenciana se castellanizó mucho antes que el resto de la sociedad y contribuyó de manera decidida y voluntaria a la sustitución lingüística”
Vicent Sanchis
Si en el futuro alguien suficientemente solvente se toma la enorme molestia de investigar y redactar una historia social de la lengua catalana, como pedía con insistencia Joan Fuster, tendrá que dedicar un capítulo entero a la castellanización de la Iglesia valenciana. Desde muy pronto dio la vuelta, olvidó la lengua del país y contribuyó, como no lo hacía nadie en aquellos momentos, a la castellanización del reino de Valencia. Y muy pronto puede querer decir desde el día siguiente de la derrota de los agermanados a comienzos del siglo XVI y con de la introducción de la corte de Germana de Foix en Valencia y la implantación gradual de la inquisición castellana. ¿Fue la presión castellana mucho más importante en el País Valenciano que en los otros territorios de la Corona de Aragón o es que la jerarquía católica del país era mucho más débil estructuralmente? Vete a saber. Hacen falta papeles que lo vayan aclarando. Por eso hace falta esta historia. Pero, sea como sea, obispos, canónigos, superiores y priores valencianos entraron al siglo XVI olvidando qué lengua hablaba San Vicent Ferrer. Despacio, la presencia del castellano en todo el ámbito eclesiástico se hizo mayoritario. La Iglesia valenciana se castellanizó mucho antes que el resto de la sociedad y contribuyó de manera decidida y voluntaria a la sustitución lingüística. Es cierto que ha habido excepciones dignísimas hasta nuestros días que han intentado contrarrestar la tendencia mayoritaria, pero no han pasado de ser simples anécdotas. Algunas, además, importadas de Cataluña o de las Baleares.
Con las reformas del Concilio Vaticano II y la expulsión del latín de la liturgia, la Iglesia valenciana aprovechó para convertir al castellano en el idioma total. ¿Ha pedido perdón, en los últimos años, su jerarquía, por el pecado de haberse expresado desde hace siglos en un idioma diferente al de los fieles? Nunca. Ni siquiera se lo han planteado. Y si no entienden que han hecho daño, ¿cómo pueden intentar ni siquiera rectificar? Cualquier domingo, ayer mismo, por ejemplo, es más fácil encontrar misas para sordos-mudos o en inglés en Valencia que en catalán. No hacen ninguna falta. Los que lo pueden intentar aducen que los asistentes no saben el ritual en valenciano. Y son capaces de alegar esta excusa cuando han sido incapaces de aprobar en décadas un catecismo o un misal en este idioma. Y cuando en las escuelas públicas de todo el país los padres que eligen la lengua catalana como vehicular de sus hijos representan el 40 por ciento del total.
En una entrevista que ayer hizo un diario al nuevo arzobispo de Valencia, el cántabro Carlos Osoro, contestó que redactar y aprobar un misal en valenciano no es fácil, “porque nos tenemos que poner de acuerdo todos los obispos, tiene que pasar en primer lugar por la Conferencia Episcopal Española y después por Roma”. ¿En todos los idiomas es tan complicado? Cuando el entrevistador le reconoce un talante diferente a su antecesor, más abierto y más comprensivo, hacia el idioma de los valencianos, Osoro responde: “Miren, no creo que este sea el problema principal de la fe en España y en Valencia”. En España, seguro que no, monseñor. En Valencia, si fuera por ustedes, ya habría dejado de serlo. Más adelante reconoce que está aprendiendo el valenciano y que hace uso cuando se dirige a los fieles durante las homilías en un lugar valencianoparlante. Y remata: “Es lógico y normal que yo me dirija a la gente en la lengua materna que ellos hablan y entienden; no creo que esto tenga nada de excepcional”. tiene mucho, monseñor, hace cinco siglos que la Iglesia valenciana hace exactamente el contrario.