¿El final es la consulta?

El gobierno español no se engaña. Considera un desafío cualquier discrepancia. Por lo tanto, es “ilegal” toda iniciativa que no se ajuste a su manera de entender la ley. Ya no hay PSOE. Todo es PP, e ilegales son todos los que no sean PP. Es decir, la mayoría de los catalanes. La ley de consultas catalana y el decreto que firmará el presidente Mas y que la concretará llamando a urnas el día 9 de noviembre ni son ley ni son nada. Para ellos.

Soraya Sáez de Santamaría y Mariano Rajoy han coincidido en ilegalizar ley y consulta antes de que el Tribunal Constitucional se digne en considerar si su recurso tiene sentido. Ante todo esto queda claro que el consejero Santi Vila hace un papelón cuando osa apelar a la autoridad de un árbitro que no lo es. Jugamos contra alguien que juega sucio y la única posibilidad de éxito es dejarlo en evidencia y convertirlo en un problema serio.

El gobierno catalán, pues, tampoco se debería engañar. Ayer Artur Mas repitió por enésima vez: “Llegaré hasta el final y convocaré la consulta”. No, presidente. Claro que deberá convocar la consulta. Y usted sabe que tendrá que hacerlo con la habilidad necesaria para calzar el decreto entre la aprobación de la ley y la suspensión del Tribunal Constitucional. Pero, como la suspensión es segura y tramposa, porque los dignísimos miembros del Tribunal no perderán ni un segundo considerando las razones de la parte catalana y las de la propia parte, la historia no acabará aquí. Hay que convertirlo en problema serio.

El “final” no será la convocatoria de la consulta. No hay puntos y aparte. Los hay seguidos, que son más previsibles. El primero sería ejecutarla a pesar de la suspensión del Constitucional. El segundo sería convocar elecciones plebiscitarias que permitan proclamar la independencia y articular después un referéndum dentro de la legalidad catalana. Todo es difícil y todo es confuso. Salvo una cosa. La consulta del 9 de noviembre no será el final. Porque, aunque la haga efectiva, presidente, después habría que actuar en consecuencia. La historia acaba de empezar. El “final”, por ahora, queda en suspenso.

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