Una exploración poliédrica, de Santiago Alba Rico, sobre el género humano
Planteaba Kant las cuatro preguntas de las que debía tratar la filosofía: qué puedo conocer, qué debo hacer, qué me cabe esperar y qué es el hombre. Santiago Alba Rico se ocupa de la última de las preguntas nombradas, centrándose en la cuestión del cuerpo. Si Spinoza afirmaba que «nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo, es decir», y Merleau-Ponty tomaba a éste como una subjetividad que a la vez crea el mundo, el ensayista madrileño, afincado desde hace años en Túnez, se acerca a la cuestión del cuerpo –y la huida de él- de una manera original, y pegada a la actualidad en su último ensayo «Ser o no ser (un cuerpo)» ( Seix Barral, 2017).
Vaya por delante que el libro es brillante y avanza por diferentes pistas en el terreno de la mitología, la antropología, el cine, la pintura la literatura y los cuentos infantiles, sin obviar las referencias a la teoría de la evolución, a la taxonomía, a la genética, y a otros saberes afines o cercanos, o si se quiere, un tanto lejanos. El eje, como queda apuntado es ‘ese extraño animal que es el hombre’ –que dijese Blaise Pascal- y su tendencia a huir del cuerpo por diferentes medios y supuestas escapatorias.
Para iniciar la travesía, Santiago Alba Rico, tras una breve introducción en la que indica los dos lugares de encuentro con el propio cuerpo (la cocina y la plaza, este último como lugar de la conformación de una unión de cuerpos libres que tienden a conformar una cuerpo colectivo), ante la distancia que supone el estar absolutamente absorbido por la pantalla y su capacidad casi-hipnótica. Acto seguido entramos en materia de manera desbordante ya que el ensayista se sumerge y nos sumerge en las diferentes leyendas o mitos de la creación (la Biblia, el Popol Vuh, la mitología griega, y otros muchos relatos locales y de tribus varias) que afirman al hombre como compuesto de ‘carne’ y ‘lenguaje’, y que puede ser definido como el ser clasificador/diferenciador por antonomasia: el decir es hacer (en una fusión entre el postulado de san Juan en principio fue la palabra o el goetheano-faustiano: en el principio, fue la acción) en claro ejemplo de ‘performatividad’. Entramos en la creación del ‘Génesis’, en los deslices de Epimeteo, la condena de Prometeo, y la corrección que hubo de efectuar Zeus para subsanar las carencias de la creación encargada al primero de los nombrados. Muchos seres, muchos nombres y las subsiguientes divisiones y clasificaciones, con la presencia esencial de Linneo y Cuvier que hicieron una serie de ordenaciones del caos animal, en tales clasificaciones se pueden observar las coincidencias de los humanos con otros seres de la naturaleza (ADN mediante) –tan cercanos, tan lejanos- y la primacía de la palabra, para nombrar, bautizar, y la tendencia/capacidad de dar nombre propio a los seres que pasan a detentar cierto privilegio –como tabla de salvación- con respecto a los que carecen de nombre y, en consecuencia, son aptos para ser sacrificados, aspecto que no solo es aplicable con respecto a los animales, siempre prestos para pasar a llenar la cazuela de los humanos o alimentar distintos espectáculos, sino también con ciertos humanos que mueren en el anonimato (palestinos, inmigrantes, víctimas de diferentes guerras…).
La ‘incompletud’ de los humanos que carecen de ciertas defensas de su cuerpo (pelo, garras, pinchos, etc.) y cuya infancia se alarga durante largo tiempo frente a la rápida autosuficiencia que se da en los animales, parece ser sustituida por el lenguaje y su aplicación en la técnica (Ícaro) y en otros quehaceres propiamente humanos… En el recorrido propuesto, que es acompañado como queda indicado, por infinidad de referencias narrativas, míticas, sociológicas, filosóficas, literarias, artísticas, etc., etc., etc. Somos transportados del esencial afán clasificatorio a ciertos ‘contra-poderes’ que pueden ser constatados en los cuentos infantiles y en otras narraciones, en los que la tendencia dominante –la clasificación y esencialización- se ve zancadilleada por efecto de los relatos en los que la metamorfosis (Circe, Kafka son traídos a la escena), o la ‘multiplicación’ que conducen a la pérdida de la unidad inamovible, toman cuerpo.
Por medio de todos estos pasos se van colando los aspectos sociales, políticos y económicos que alejan el discurso de cualquier veleidad abstracta y nebulosa, para moverse a pie de tierra: las diferencias que se establecen entre hombres (‘Homo’) y mujeres (‘Mammalia’), siendo las segundas consideradas como más cercanas a la naturaleza, y expulsadas de la escena pública, y encargadas del cuidado de los demás lo cual hace que se deba pensar en cierta deseable ‘feminización’ de los humanos, mientras que los primeros serían los protagonistas de la cultura, de la política, etc. Y somos llevados igualmente a la omnipresencia del Mercado, y sus efectos multiplicadores (la historia del chino Wang y su vasija de multiplicadora potencia sirve de metáfora clarificadora) e incitadores al consumismo, por los pagos en los que la fractura entre Naturaleza e Historia va cobrando una importancia definitiva, lo que se traduce de manera automática en el polo ‘cercanía’ en la que se vive y la ‘lejanía’ en la que se toman las decisiones que nos afectan… Fractura que se traduce en la distancia creciente entre ‘verdad’ y ‘realidad’ (quedando constancia que la pretensión de unir/confundir ambas conduce como los sueños de la razón a la creación de monstruos), fractura aumentada por la velocidad y por la capacidad creciente de las tecnologías que se traducen –a modo de sustanciales ejemplos que trae, y analiza, Santiago Alaba Rico-. en las dispares escenas de diferentes cuadros y fotografías (Brueghel, fotografía de la destrucción de Dresde, o las acotaciones de Walter Benjamin y el ángel de la historia, o las prescripciones futuristas de Marinetti…); «en los relatos cosmogónicos lo importante son los nombres. En los relatos de metamorfosis lo importante son los cuerpos y las formas. En los relatos de multiplicación lo importante es el número; es decir, el infinito».
Y la llamada del ensayista consiste en llamar a huir de las cadenas del Mercado para recuperar el cuerpo (imprescindible para ello: apagar la hipnótica pantalla), escapar de la esclavitud que nos imponen los avances tecnológicos convertidos hoy, por medio de las poderosas redes sociales y otras gaitas, en una realidad aniquiladora de la corporeidad, y recuperar el relato hurtado por el todopoderoso Mercado capitalista que convierte los relatos en meros ‘gags’ que nos marcan modelos, y cambios de ellos,… la moda, el ocio, la información o la sexualidad, convirtiéndonos en esclavos de imágenes corporales inalcanzables, siempre jóvenes y mercantilizadas; «recuperar el cuerpo como depósito de tiempo narrativo, como ‘prisión’ y ‘fuga narrativa’, constituye, a mi juicio, la condición de toda eventual emancipación», suponiendo esta recuperación propuesta un campo para el encuentro y la solidaridad, y el amor, con/entre cuerpos otros.
Imposible dar cuenta detallada de la extensión y complejidad de todos los temas visitados, y argumentos expuestos, por ese ‘torbellino de saberes’ en que se convierte Alba Rico, y las plurales sendas que nos ofrece de cara a seguir intentando comprender y explicarnos el laberinto de los humanos, y sus supuestas vías de escape o ciertas sendas, que aun pareciendo oxímoron puro, vienen a apuntar hacia la liberación (la vergüenza, el aburrimiento, la enfermedad o el dolor…que en la sociedad de consumo son juzgados prácticamente como “pecados” inexcusables), ya que aun si se da por necesaria la prescripción marxiana de la última tesis sobre Feuerbach acerca de la primacía de transformar en vez de explicar el mundo, no está de más, de ninguna de las maneras, tratar de poner luz en la oscuridad de nuestro mundo, en vez de conformarse -como no pocas veces se hace- con relatos simplificadores que se asemejan a los más rancios y repetitivos panfletos (y conste que en la historia se han dado panfletos ejemplarmente bien elaborados y escritos), y como tales carecen de cualquier cualidad orientadora…y, no hace falta ni decirlo, en cualquier viaje los mapas son necesarios y las brújulas bien imantadas también si no se quiere uno perder en el embrujo de la mera repetición de incendiarias palabras, que contradice aquel ‘dictum’ aristotélico de ‘que el hombre quiere por naturaleza saber’ al convertirlo a un: el hombre -o al menos a muchos de entre ellos- lo que quieren es que les cuenten cuentos y les canten tranquilizadoras milongas. Diré, en este orden de cosas, que la ‘bibliografía’ “caprichosa”, pero razonada, con la que se cierra la obra es además de un magnífico regalo de cara a situarse en el campo del saber, un excelente plano, casi catastral, de obras esenciales de las diferentes disciplinas que el autor transita a lo largo de su travesía; sirve además tal explicitación de refuerzo de la estructuración de la obra, casi de ‘ortopedia’ para hacer llevadero el viaje y su continuación por lares de distintas especializaciones que confluyen en el Homo Sapiens sapiens y en las sociedades en las que estos viven.
A decir verdad, y para concluir, sí que es de justicia señalar que por momentos se corre el peligro de perderse en la multiplicidad de referencias (quede constancia de que no hablo de la ‘hiperinformación’ de la que hablase el veloz Baudrillard que venía a decir que el exceso de información conduce al grado cero de ella), en especial si se tiene en cuenta que el autor deriva en su marcha bien estructurada hacia lugares paralelos, tangenciales… como si se dejase guiar por una especie de ‘ya-que-pasaba-por-ahí’ y se explaya en algunos ex-cursos que, reitero, pueden resultar despistantes y alejar al lector de la marcha general por la visita al laberinto humano… aunque sin afán alguno de rizar el rizo –y hablando de laberintos- no está de más tener en cuenta la afirmación del bueno de José Bergamín, que si únicamente se preocupa uno de hallar la salida de él no llegará a conocerlo.