Hemeroteca: La tragedia española

La tragedia española

Paul Krugman

SinPermiso

Cuando Europa se ve enturbiada por temores asociados a la deuda, importa percatarse de que la crisis en el mayor de los países PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, España) no tiene nada que ver con la irresponsabilidad fiscal. Al romper la crisis, España tenía superávit presupuestario; sus deudas, como puede verse en el cuadro de arriba, eran pequeñas en relación con el PIB.

¿Qué pasó, pues? España es materia para una lección sobre los problemas que entraña una unión monetaria sin integración fiscal y laboral. Primero hubo un gigantesco auge en España, en buena medida espoleado por una burbuja inmobiliaria (y financiado por flujos de capital procedentes de Alemania). Ese auge trajo consigo la subida de los salarios. Luego estalló la burbuja, dejando al trabajo español sobreapreciado en relación a Alemania y Francia y disparando el desempleo. Provocando también enormes déficits presupuestarios, sobre todo a causa del colapso de los ingresos, pero también debido a los esfuerzos hechos para limitar el incremento del desempleo.

Si España dispusiera de moneda propia, sería la ocasión de devaluar; pero no es el caso.

Por otro lado, si España fuera como Florida, sus problemas serían harto menos graves. El déficit presupuestario no sería tan grande, porque los gastos de seguridad social vendrían a cubrirse desde Bruselas, como la Seguridad Social y Medicare vienen de Washington. Y habría una válvula de seguridad en materia de desempleo, porque muchos trabajadores emigrarían a regiones con mejores perspectivas. (Tampoco los salarios habrían subido tanto al comienzo: la inmigración lo habría evitado.)

El caso es que nada de eso tiene que ver con un gobierno manirroto; lo que pasa es que España refleja los problemas inherentes al euro, que ahora más que nunca aparece ante nuestros ojos como una unión monetaria llevada demasiado lejos.

 

Paul Krugman fue Premio Nobel de economía en 2008

El euro y los PIGS en aprietos: el “síndrome Prius”

Alfredo Jalife-Rahme

La Jornada

 

A diferencia del anárquico y malcriado dólar, el euro, divisa respetable y bien portada desde su exitosa gestación hace 10 años, padece el síndrome Prius: el modelo de Toyota de la más alta calidad y tecnología al que no le sirven los frenos ni el acelerador, por lo que será obligado a retirar 8 millones de automóviles en todo el mundo (Bloomberg, 4/2/10).

Al euro no le funcionaron tampoco los frenos del tratado de Maastricht (los criterios restrictivos de convergencia) debido a varios factores donde destacan su exagerado endeudamiento en relación con su PIB y su despilfarro fiscal cuando ha sido golpeado de nueva cuenta en sus eslabones más débiles de la eurozona los PIGS (acrónimo despectivo en inglés acuñado por The Financial Times): Portugal, Irlanda, Grecia y España.

El euro representa la segunda divisa global, con 25 por ciento de los intercambios, muy por detrás del dólar que hoy se encuentra en 62 por ciento.

La eurozona, región que adoptó el euro como su divisa indivisa, ostenta a 16 miembros de los 27 países de la Unión Europea (UE), aunque su esfera de influencia es más extensa y llega hasta el Vaticano, mientras entre ocho y nueve países se encuentran en lista de espera para cumplir sus supuestos estrictos criterios de admisión.

La eurozona cuenta con una población de casi 330 millones de habitantes (entre los 500 millones de la UE) y un PIB de 13.5 millones de millones de dólares frente a los 18.3 millones de millones de dólares de la UE (el mayor del mundo).

Se desprende que la eurozona, donde reinan impávidamente Alemania y Francia, constituye el corazón demográfico, económico y financiero de toda Europa, por lo que una mala decisión para defender al euro de los embates de la rapiña especulativa –mediante los ominosos CDS (credit default swaps), instrumentos financieros que apuestan a la quiebra de los países soberanos– susceptibles de provocar una implosión de la misma UE.

Ambrose Evans-Pritchard, portavoz oficioso de la City (The Sunday Telegraph, 17/1/10) –artículo extrañamente retirado menos de dos horas después de su publicación on line, pero que luego fue difundido por otros canales aviesos con el fin de desestabilizar a Francia y Alemania–, sentenció el colapso del sistema euro y el tremendo daño específico que sufren ya los PIGS.

Nadie lo quiere decir, pero existe una guerra financiera que no se atreve a pronunciar su nombre de Gran Bretaña contra Francia y Alemania. Nada menos que el megaespeculador con máscara de filántropo, George Soros –presunto instrumento de los banqueros Rothschild, patriarcas del sionismo financiero global– acusó a Francia y Alemania de desear la destrucción de Gran Bretaña y, en particular, de la plaza financiera de la City.

Mediante las apuestas de los CDS, que maneja pérfidamente como nadie la City con su inigualable fauna de rapiña especulativa, ¿hoy Gran Bretaña se cobra la afrenta imperdonable de lesa majestad financiera y está dispuesta a propinarle el tiro de gracia al euro?

Llama la atención la simultaneidad tanto del ataque de Obama contra el yuan chino como de la prensa británica en su conjunto contra el euro.

¿Asistimos a una guerra global de divisas de parte de la dupla anglosajona (EU y Gran Bretaña) contra sus dos principales rivales geoeconómicos: la eurozona y China?

¿Salvarán Francia y Alemania a los PIGS? ¿Restablecerán Berlín y París la fortaleza del euro que ha servido de modelo para la liberación financiera de la insoportable unipolaridad del dólar estadunidense y que han seguido los nuevos bloques regionales geoeconómicos en el planeta: desde la Unasur/Mercosur, pasando por el ASEAN-10 (por sus siglas en inglés: las 10 naciones del sudeste asiático) hasta el Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo?

Con exquisita inmisericordia, el economista Paul Krugman en sus columnas del The New York Times (19/1/09, 14/3/09 y 6/2/10) se ha consagrado a fustigar al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. A su juicio, España –mucho más que el restante de los PIGS– constituye el punto más vulnerablemente preocupante de la eurozona que tiembla ante la perspectiva de un efecto dominó.

Obama, como antes Baby Bush, ha también desairado a Rodríguez Zapatero: no asistirá a la cumbre de EU y la UE en Madrid a finales de mayo.

EU ya se había mal acostumbrado a la obscena esclavitud de José María Aznar López, el malhadado y malvado antecesor de Rodríguez Zapatero.

Algo muy fuerte, que ignoramos, ha de haber sucedido entre EU y España. ¿Habrá sido el retiro unilateral del ejército español de Irak, que, visto en retrospectiva, fue muy previsor por Rodríguez Zapatero?

Después de regañar a Grecia por sus obscenas mentiras sobre la deuda oculta en sus hojas contables gubernamentales, el editorial de Le Monde (Ataque al euro, 5/2/10), muy cercano a la cancillería francesa, sostiene que la UE no puede exonerarse de sus responsabilidades y admite que la eurozona cometió el error de no vigilar más cerca las cuentas de sus miembros, lo cual augura, a nuestro juicio, una inminente transferencia de soberanía económica y financiera griega.

Aduce que si se salvan a los bancos con mayor razón se debe hacer lo mismo con los países, ya que una ausencia de solidaridad costará muy caro a Europa con consecuencias ominosas. Determina que el euro presenta un vicio mayúsculo: la única divisa en el mundo de no estar al servicio de un gobierno y de un ministro de Finanzas. Por lo visto, Le Monde no está enterado que la situación del peso mexicano es mucho peor: controlado absolutamente por la Reserva Federal de EU.

El rotativo galo tampoco especifica quién ataca al euro, lo cual señala generosamente el portal alemán Der Spiegel (17/9/09 y 1/2/10): los capitalistas del casino de Wall Street y los hedge funds.

A propósito, Peter Bofinger –consejero económico de la canciller Angela Merkel–, en entrevista de corte estratégico a Der Spiegel (5/2/10), expresa ásperamente asuntos muy delicados.

La quiebra de Grecia y su efecto dominó sobre el euro no le quitan el sueño y, al contrario, aprovecha el viaje para arremeter, con justa razón, contra la anarquía del intercambio de las principales divisas globales, por lo que (re)clama un nuevo orden financiero global mediante la tripolaridad del dólar, el euro y el yuan (nota: una añeja idea alemana antes con el dólar, el marco y el yen nipón), bajo la supervisión del FMI, hoy supercargado de tareas centrífugas.

Muy crítico de los déficit fiscales de Gran Bretaña y EU (con California), así como del manejo artificialmente devaluatorio del yuan chino, Bofinger expone que las tasas de cambio de las divisas son bombas económicas de tiempo que pueden ser usadas para conducir descaradas guerras comerciales.

Define a las presentes tasas de cambio como pérfidas armas (sic) proteccionistas, que pecan de desviaciones especulativas mediante el amenazante carry trade: artimaña lúdica anglosajona donde se juega con los diferenciales en las tasas de interés de las divisas.

¿No es, acaso, la anarquía global de las divisas lo que ha beneficiado a EU desde su ruptura de los acuerdos de Bretton Woods de paridad fija y apuntalamiento con el oro hace 39 años?

 

La crisis en Grecia y España hace tambalear el proyecto europeo

Jorge Castro

Clarín

 

Grecia se ha comprometido con la Comisión Europea (CE) a ejecutar un Programa de Estabilidad 2010-2013, cuyo objetivo es reducir drásticamente el déficit fiscal de 12.7% del PBI a 2.8% en 2012 y 2% en 2013. El ajuste implica una caída de 30% o más en los precios y salarios domésticos, con una tasa de desocupación de entre 15% y 17%. El programa acarrea una contracción de 12% del PBI entre 2010 y 2013, y está sujeto a una continua supervisión de la CE, que supone una virtual cesión de soberanía. Aún así, la relación deuda pública/PBI, que hoy supera 120%, será 150% o más en 2013.

Desde que se incorporó al euro (2001), la inflación y los mayores salarios reales le han hecho perder a Grecia frente a la Unión Europea (UE) 30 puntos porcentuales de competitividad por unidad de producto. Esta semana, el spread o diferencia entre el rendimiento de los bonos alemanes y los griegos fue de 274 puntos básicos. La situación de España es semejante a la de Grecia, sólo que no es el último país de la zona euro (UE/16), sino la quinta economía de la región. El producto industrial alcanzó en diciembre 26 meses consecutivos de caída. El FMI estima que el PBI se contraerá -0.6% en 2010 y que el crecimiento será nulo o negativo en 2011. Los desocupados ascendieron a 4.05 millones en enero, tras aumentar 720.692 en un año. Según Eurostat alcanzan a 4.5 millones.

España se ha comprometido a reducir el déficit fiscal de 11.4% del PBI en 2009 a 3% en 2013. Es un recorte de 50.000 millones de euros (6.5% del PBI) en tres años; y esto si el producto crece 3% o más a partir de 2011, sobre lo que descreen el FMI y la OCDE. Una reducción como la que se proponen España y Grecia equivale a un drástico proceso de deflación, a un ajuste brutal en ingresos y gastos; y como ambos integran la zona euro, el ajuste se hace con respecto a Alemania (RFA), la cabeza de la unión monetaria.

El superávit de cuenta corriente de la República Federal ascendió a U$S 160.000 millones (6.5% del PBI) en 2008 y el déficit alcanzó en España a U$S 111.000 millones (9% del PBI). Una diferencia de 17 puntos. Esta es la magnitud del ajuste que el gobierno de Rodríguez Zapatero tiene que realizar en tres años. La reducción del déficit fiscal no resuelve la recesión en España o en Grecia, sino que la acentúa y la transforma en depresión estructural de largo plazo.España y los otros países periféricos de Europa no pueden devaluar -son parte del euro-; no pueden recortar el déficit fiscal sin agravar la recesión y no pueden aumentar sus exportaciones por su pérdida de productividad/competitividad. Los 16 países de la zona euro tienen su demanda doméstica estancada o negativa y Alemania crecería 0.2% este año, según la OCDE.

Desde que se lanzó en 2001, el euro se ha valorizado 30%. La UE era 32% del comercio internacional en 2001; ahora es 24%. La eurozona disminuyó en 2010 su tasa de crecimiento potencial de largo plazo (5 a 10 años) a 1%. Europa ha entrado en un sendero de estancamiento prolongado. Pero Alemania (RFA) es la segunda exportadora mundial y la primera de bienes industriales de capital de alta tecnología; y en los últimos dos años dirige sus exportaciones sobre todo a los mercados asiáticos, no a la demanda intraeuropea.

Este giro estratégico de la RFA -más que la depresión de España y Grecia- es quizás el punto de inflexión del proyecto europeo, una construcción histórica orientada hacia adentro desde hace 50 años, y que ahora se ve obligada a dirigirse hacia afuera, en una nueva etapa de carácter global. Europa se torna cada vez menos relevante para el principal actor europeo. La Unión Europea, como se la ha conocido a lo largo de cinco décadas, parece haber terminado.

Jorge Castro. Analista

 

El presidente en su laberinto

Enric Juliana

La Vanguardia

 

Doscientos mil millones de euros. Esa era la tabla de salvación, le dijeron al presidente cuando el cielo comenzó a encapotarse. 200.000 millones de euros era el margen de endeudamiento del que disponía el Reino de España en la primavera del 2008, sin infringir el tercer mandamiento de la Ley del Euro (”tu deuda pública nunca superará el 60% del producto interior bruto”). 200.000 millones de euros son veinte puntos de la riqueza estadística española. Son una cifra cabalística: 33,3 billones de las antiguas pesetas. Son la soga que hoy acaricia el cuello de José Luis Rodríguez Zapatero.

Con la cuerda en el pescuezo, pero con los pies todavía sobre el inestable estrado, el presidente ha roto el séptimo sello: en las últimas semanas ha ido a buscar la opinión y el asesoramiento de Miguel Boyer, ministro de Economía en el primer gobierno de Felipe González, liberal conspicuo (aunque partidario de Keynes), odiado por los guerristas y valedor de la política económica del aznarato. Boyer ha accedido a dar consejos, a cambio de no aparecer públicamente en el consejo de sabios de la presidencia del semestre europeo junto con Felipe González, Jacques Delors y Pedro Solbes. El teléfono móvil de Zapatero no da abasto. Otros veteranos del PSOE de los ochenta están siendo consultados. Cada vez se encargan más papeles a la denostada vieja guardia.

John Maynard Keynes, adalid del gasto público. ¿Cuánto Keynes cabe en la actual tribulación española? Esa es la cuestión. Solbes y Miguel Ángel Fernández Ordóñez se llevaron las manos a la cabeza cuando fueron informados del festival keynesiano que buena parte del círculo de confianza de Zapatero (Miguel Sebastián, Elena Salgado, José Blanco…) teorizaba como respuesta a la crisis en el 2008. Una España ejemplarmente socialdemócrata recurriría a su saneada deuda pública para paliar los daños de la tormenta. Había paraguas para proteger a todos. O a casi todos. España iba a dar ejemplo. Solbes ya no creía en el aterrizaje suave e intuía que la factura del paro y la caída de la recaudación tributaria crearían un cóctel explosivo.

Más severo, el gobernador del Banco de España ya preconizaba cirugía de hierro (reformas estructurales, según el eufemismo de moda) antes del brusco colapso del ciclo expansivo. Atraído por el papel de héroe socialdemócrata en un mundo descuajeringado, entusiasmado por la victoria de Barack Obama en Estados Unidos y muy atento a los éxitos bonapartistas de su amigo Nicolas Sarkozy en Francia, Zapatero dejó marchar a Solbes, le retiró la palabra a Fernández Ordóñez y lanzó a los cuatro vientos el grito torero: “¡Dejadme solo!”.

Seducido por la visión heroica de la crisis, el presidente tomó el mando de la política económica en la remodelación ministerial de abril del 2009, colocando en la segunda vicepresidencia a una abnegada Elena Salgado que jamás le llevará la contraria. En el nuevo Gabinete nadie le lleva la contraria. Apenas hay debate en las reuniones del Consejo de Ministros: se dan los buenos días, se despachan los asuntos visados por los subsecretarios y hasta el próximo viernes. Sólo José Blanco se insinúa como una figura cada vez más autónoma, pero eso lo veremos más adelante. Arropado por María Teresa Fernández de la Vega y Salgado, dos mujeres entregadas en cuerpo y alma a la gestión gubernativa, dos estajanovistas que jamás fabularán con la posibilidad de desplazar al número uno, Zapatero ha llevado al extremo la sustancia presidencialista del régimen democrático español.

Casi un año después de la última remodelación ministerial, el andamiaje -mitad socialdemócrata, mitad bonapartista; mitad obamista, mitad caudillista- se está viniendo abajo ante la mirada entre atónita y escandalizada de una sociedad que ahora, cuando ha sonado la campana de las pensiones, comienza a hacerse una idea cabal de la profundidad de la crisis en España. Y Zapatero, socialdemócrata heroico, luce una bonita soga en el cuello.

Los costes del seguro de paro y del subsidio adicional, más la caída en picado de la recaudación del IVA, han perforado el escudo keynesiano que el ministro Miguel Sebastián, durante meses principal valido del presidente, creía irrompible. El ejercicio del 2009 se ha cerrado provisionalmente con un déficit público del 11,4%, que algunas fuentes sostienen que alcanzará el 12% cuando dentro de unos días se conozcan los datos definitivos. Un déficit griego. Un desvío de dos puntos que deja un agujero de 20.000 millones en las cuentas del Estado (sin sumar a esa cifra el preocupante y opaco desajuste presupuestario de las comunidades autónomas y ayuntamientos, en algunos casos al borde de la quiebra); un desastre que difícilmente podía pasar desapercibido en el circuito de poderes e intrigas también conocido como los mercados internacionales.

Desde que la revista británica The Economist publicó en noviembre del año pasado un número especial con el elocuente título de Spain, the party´s over (España, la fiesta se ha acabado), España se halla bajo sospecha en los circuitos de opinión anglosajones, en los que se ha acuñado el despectivo acrónimo PIGS (cerdos) para reunir en un mismo pelotón de sospechosos a Portugal, Italia, Grecia y España.

Lo de los PIGS duele. Zapatero está convencido de que hay una conspiración del conservadurismo anglosajón para desprestigiar el euro, tomando a España como cabeza de turco. El presidente lee las traducciones de The Wall Street Journal,el diario más inclemente con su gestión, y no puede pasar por alto que José María Aznar es asesor de News Corporation, el gigantesco grupo mediático de Rupert Murdoch, propietario del viejo e influyente diario de Wall Street. ¿Dan Brown en la Moncloa? ¿Una conjura neoconservadora para romper la constelación planetaria entre Obama y Zapatero? ¿Un movimiento de fuerzas oscuras para taponar la respuesta socialdemócrata a la crisis? Toda teoría conspirativa tiene sus fallos. Hay voces de izquierda entre los diagnósticos más severos de la crisis española Con un intervalo de pocos meses, Paul Krugman, premio Nobel de Economía y punto de referencia del pensamiento progresista, ha lanzado dos temibles avisos: ha advertido que los españoles deberían rebajarse el sueldo un 25% para salir del atolladero y que la situación de España puede ser más peligrosa para la Unión Europea que la de Grecia (mucho peor en términos contables) dada la mayor envergadura ibérica. La idea de que España es el nuevo enfermo de Europa se ha ido extendiendo como una mancha de aceite. Hoy existe consenso europeo sobre esa imagen. Yel vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia -ex secretario general del PSOE y durante años fiel escudero de Felipe González-, la remachó el miércoles parangonando España y Portugal con Grecia. En la Moncloa lo quieren estrangular.

El andamiaje heroico se está viniendo abajo. Desprovisto de un vicepresidente económico con fuste y voz autónoma capaz de atraer sobre su cabeza los rayos de Júpiter, de la City, de la CEOE, de los sindicatos, de la prensa de Murdoch, de Aznar y de todo el Lado Oscuro de la Fuerza, la credibilidad de Zapatero, ya seriamente deteriorada por su retraso en la admisión de la crisis, se halla en estos momentos carbonizada.

Los españoles han dejado de quererle, aunque reconocen su talante conciliador. El último barómetro del CIS (enero del 2010) desvela un extraordinario rechazo: el 71% declara sentir poca o nula confianza en el presidente del Gobierno. Ni Suárez, ni González, ni Aznar nunca cayeron tan bajo. Sólo hay una persona que le supera. Mariano Rajoy, líder de la oposición, no inspira gran confianza al 76% de los encuestados. Esta es la deriva de España: cuatro millones de parados, déficit público al galope, problemas de solvencia agarrotando la emisión de la deuda pública, ausencia de horizontes y un estamento político bajo sospecha. Rumbo a las costas de Grecia, pese a la firmeza del banquero Emilio Botín pidiendo tranquilidad y confianza.

El escudo de los 200.000 euros y un liderazgo que buscaba la mímesis con Obama y Sarkozy se hallan desbaratados. Hay que recortar gastos y comienzan a emerger liderazgos paralelos como el del ministro Blanco anunciando el viernes, con voz severa, el guantazo a los controladores aéreos. Ya no es un secreto: el vicesecretario general del PSOE gana puntos como posible pieza de repuesto. Blanco lo desmiente, pero sus gestos lo confirman. Otras voces apuntan al vasco Patxi López, hoy en horas dulces.

Aturdido por la increíble gestión del futuro de las pensiones (un fallo en cadena de las dos vicepresidentas, que las deja desarboladas), por el deshilachamiento de la presidencia europea, por las encuestas y por el azimut de la prensa extranjera, Zapatero busca una salida al laberinto. Deriva griega o cirugía. Dos Minotauros le acechan: el descrédito irreversible y la huelga general.