Con las autoridades en disputa que gobiernan Gaza y Cisjordania, el pueblo palestino se encuentra en medio de un experimento. En Gaza, donde Hamas está al mando, el precio elevado de la resistencia armada contra Israel ha desacreditado todo intento por revivir el conflicto. En Cisjordania, bajo el régimen de Fatah, las negociaciones no han llegado a ninguna parte. Ninguna estrategia de la política palestina –resistencia o negociación- ofrece esperanza de alcanzar la independencia. En consecuencia, los palestinos enfrentan su desafío más difícil desde 1948.
Las amenazas israelíes de renovar su guerra contra Hamas en Cisjordania son tomadas muy en serio. Las escenas de devastación siguen vivas en las calles y vecindarios de Gaza, y Hamas no se arriesga en lo más mínimo a provocar a Israel y entrar en una nueva guerra. La lucha le costó a Hamas dos de sus máximos líderes, Saeed Siyam y Nizar Rayan, y debilitó significativamente sus capacidades militares. Fue hace poco que se las pudo reconstruir.
Hamas se encuentra en una posición difícil, ya que su política insta a una fuerte resistencia, al margen de la política. Sin embargo, esta estratagema ha fracasado. Hamas presionó a todos los grupos de resistencia en Gaza para que se abstuvieran de provocar a Israel. En una declaración sin precedentes, Mahmoud al-Zahar, un alto líder de Hamas, dijo que todo misil disparado contra Israel desde Gaza sería el “misil de la traición”.
Hamas, en cambio, ha virado su atención a Cisjordania, donde no tiene autoridad política alguna. Ha instado a los palestinos allí a lanzar una nueva intifada contra Israel, al mismo tiempo que insiste con la calma en Gaza.
Fatah, que gobierna Cisjordania, no quiere saber nada con otro levantamiento palestino. El presidente Mahmoud Abbas no ocultó en absoluto su objeción a una estrategia de este tipo. Pero, frente a la incapacidad de su gobierno de hacer algo respecto de la expansión de los asentamientos israelíes, incluso en Jerusalén este, así como de los conflictos permanentes por sitios sagrados en Hebrón, Belén y la mezquita Al-Aksa, los palestinos de Cisjordania están extremadamente frustrados. Las recientes manifestaciones callejeras fácilmente podrían convertirse en un estallido de resistencia continua contra el régimen israelí.
La Autoridad Palestina, que administra Cisjordania, tiene miedo de que una intifada popular no violenta pudiera rápidamente tornarse violenta. Si fuera así, Israel podría usar esto como un pretexto para doblegar a los palestinos y sus instituciones recientemente creadas. Esto ha sucedido antes, durante la última intifada en 2002.
Existe otro escenario que también aterroriza a los líderes de Fatah. Un estallido de violencia podría fortalecer a Hamas y a su ala militar, las brigadas Al-Qassam, en Cisjordania. Esto, a su vez, podría hacer que se repitiera el escenario que llevó a Hamas al poder en Gaza en junio de 2007, cuando la autoridad de Fatah en la zona colapsó tras el retiro israelí.
Sin embargo, el proceso de paz lleva estancado más de un año, lo que reduce marcadamente la credibilidad de Fatah en Cisjordania. Abbas en repetidas ocasiones describió la paz como una elección estratégica para los palestinos. Pero, transcurridos 17 años desde la firma del acuerdo de Oslo y el lanzamiento de conversaciones bilaterales entre la Organización de Liberación Palestina e Israel, es poco lo que se ha avanzado hacia un estado palestino. Según la opinión popular, las negociaciones desembocaron en un punto muerto.
Los diplomáticos árabes también muestran pocas señales de optimismo. En su reciente cumbre en Libia, la Liga Árabe rechazó las conversaciones de proximidad propuestas por el enviado de paz de Estados Unidos para Oriente Medio, George Mitchell. La postura árabe es que no se pueden llevar a cabo conversaciones de proximidad hasta que Israel interrumpa la propagación de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén este. La opinión pública palestina y árabe espera que Estados Unidos, un aliado de Israel, intervenga y presione para que haya concesiones.
Si bien la economía palestina en Cisjordania ha mejorado mucho bajo el gobierno del primer ministro Salam Fayyad, nada sustituye una negociación de paz seria. En agosto de 2009, Fayyad manifestó su visión de un estado palestino en dos años.
En el marco de su proyecto, que ha recibido un fuerte respaldo financiero de Estados Unidos y la Unión Europea, la infraestructura política, económica y de seguridad del estado palestino estaría terminada para agosto de 2011. Fayyad también se ha ganado el respaldo de Fatah y, en su mayoría, de los grupos palestinos en Cisjordania.
La estrategia de Fayyad para que la comunidad internacional reconozca un estado palestino es librar una batalla legal contra Israel en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales. Está convencido de que el establecimiento de un estado palestino serviría a los intereses de todos los partidos, y que las probabilidades favorecen a los palestinos en la lucha política internacional.
Hamas no comparte esta opinión, y los esfuerzos de reconciliación palestinos se encuentran en callejón sin salida. La Liga Árabe le ha asignado a Egipto el papel principal a la hora de conciliar las posiciones de ambas partes, pero Hamas ha desdeñado las propuestas de Egipto. Ahora –en un momento en que flotan en el aire los interrogantes sobre el sucesor del presidente Hosni Mubarak-, Egipto puso estas conversaciones de lado. Los palestinos más bien miran a Irán, un aliado de Hamas, en busca de señales de algún tipo de reanudación de las discusiones entre Fatah y Hamas.
Las opciones de los palestinos son limitadas, y no existe ningún consenso entre ellos sobre cómo proceder. En cambio, existe una creciente sensación de que el juego de la espera no puede durar mucho tiempo más. Lo que vaya a suceder muy probablemente suceda pronto.
Copyright: Project Syndicate, 2010.
www.project-syndicate.org
Traducción de Claudia Martínez
Mkhaimar Abusada is Professor of Political Science at Al-Azhar University in Gaza.