Hace 500 años éramos independientes

Angel_Rekalde

Como otros años, en junio, la conmemoración de la batalla de Noain (1521) sirve de escenario para unos actos que recuperan el recuerdo de nuestra historia. Noain es lo que en sociología se llama un ‘lugar de memoria’; un espacio que guarda, revive y transmite entre la población un suceso ocurrido, marcado por una serie de significados relativos a su pasado y su identidad. Estos lugares señalan hitos, cargados de sentido, acompañados de un relato que facilita su comprensión y divulgación, y que la comunidad entiende como propios de su realidad y sus vicisitudes. Memoria, identidad, cohesión social, emociones, sentimientos, sociabilidad… se reúnen en estos referentes colectivos.

En el terreno individual se funciona igual. Nos pensamos y sabemos quiénes somos según esas pautas: nacimos en tal lugar; estudiamos en esa escuela o colegio que recordaremos mientras respiremos; en ese otro sitio empezamos a trabajar; más lejos sufrimos un accidente que nos cambió la existencia… Así construimos nuestro relato de vida, ese topos que dibuja el sendero de nuestra biografía personal, de nuestra identidad.

Lugares de memoria son, en nuestro país, Orreaga, Gernika (con su árbol milenario, el bombardeo y el cuadro de Picasso), Sartaguda, Amaiur, Pamplona, etc. También el euskera a su modo lo es. Un lugar de memoria, para ser referencial, no tiene que ser puramente geográfico. Lo importante es que exista o que actúe para la sociedad, y que ésta le atribuya sus significados.

La celebración de Noain se da en esta ocasión marcada por la proximidad del año que viene. En 2012 se cumplen 500 años de la conquista del duque de Alba –1512-, del inicio de la guerra en que ocurrió aquel desastre de batalla. No es posible separar ambas claves históricas, que pertenecen a un mismo capítulo temporal.

Por ello hemos querido proponer esa secuencia de hechos. “Hace quinientos años éramos independientes”… Es el inicio de un relato; viene a decir, el próximo año ya no se podrá contar así; hace 500 años, añadiremos, nos conquistaron. Se perdió la estatalidad de este país. La presencia de un Estado vasco que situaba nuestra cultura y nuestro ser en el primer plano del orden internacional se eclipsó (aunque siguiera brillando durante un siglo más, siquiera parcialmente, más allá de la línea de los montes, en Nafarroa Beherea). La violencia del imperio español, con su catolicismo intransigente y fanático, su Inquisición, se instaló entre nosotros. Nos arrastraron a una historia que no era la nuestra y la padecimos en forma de expolio, de guerras ajenas y de sucesión, carlistadas y civiles, siempre españolas. Nos partieron el territorio, en una fragmentación en la que aún seguimos. Y nos sumergieron en una profunda aculturación, con nuestra lengua, cultura, identidad, atacadas por los siglos de los siglos.

El conflicto que aún actúa en nuestra sociedad proviene de estos acontecimientos. Por ello es triste asistir a las actitudes y posiciones de algunos sectores que, cómodos en la aculturación o cegados por el resplandor de un discurso de posmodernidad, renuncian a conocer las raíces de nuestra dominación, al estilo de los monos de la felicidad, que se tapan ojos, boca y oídos para aislarse de lo que ocurre.

Éramos independientes. Nos invadieron y conquistaron. Un imperio cayó sobre nosotros, y nos hizo pensar que la raíz de nuestras calamidades salía de nosotros. Así somos ‘el problema vasco’, el pueblo de los violentos, aunque durante siglos nos hayan enviado duques de Alba, Cisneros, Torquemada, Maroto y Espartero, Mola, Galindo y sucesivas variantes del mismo engendro.

Va siendo hora de que nos demos cuenta de que el problema son ellos, y que el mejor modo de cerrar 500 años de violencia es retomar el propio camino. Que ser de nuevo independientes es el mejor futuro para dejar atrás medio milenio de conquista y desencuentro.

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua