Guinea, el sueño colonial del franquismo

Hay unas víctimas del franquismo que han quedado prácticamente olvidadas. Como a todos españoles se les sometió a un régimen de excepción, se les encuadró en un partido único, se les dio una educación dogmática, se les negó cualquier tipo de representación democrática, pero, como colonizados, a los guineanos se les estigmatizaron sus lenguas, su forma de familia, sus religiones… No es que este racismo fuera un invento del franquismo -ya desde 1858 había habido una separación estricta entre blancos y negros, que no cambió ni durante la República- pero la Guinea Española se convirtió, tal como explica Gustau Nerín, antropólogo experto en temas africanos y periodista de Elnacional.cat y comisario de la muestra ‘Guinea, el franquismo colonial’, que se puede ver desde hoy en el ‘Memorial Democrático’, este fue más que un colonialismo. El militarismo africanista más delirante y descarnado y la corrupción más escandalosa fueron el método de control de un territorio que venía a representar la última joya del antiguo imperio colonial, y con el que el régimen de Franco, con el envío de gran número de colonos, blancos, quiso reconstruir aquel sueño imperial que los “enemigos de España” le habían negado.

Tal como él explica, la influencia del franquismo sobre la población colonizada fue especialmente perniciosa: “En las colonias francesas e inglesas los colonizados aprovecharon el discurso teórico en defensa de las libertades y los derechos humanos que hacían las metrópolis para reivindicar su liberación. Por el contrario, el franquismo hizo que muchos guineanos asumieran la cultura autoritaria que imponía el régimen, principalmente a través de las escuelas y las misiones”. La Imposición de la lengua y la religión, especialmente por parte de los claretianos y concepcionistas encargados de imponer el nacionalcatolicismo metropolitano, hizo el resto.

El franquismo, una herencia que dejó la independencia

La independencia de Guinea Ecuatorial, inevitable con la oleada descolonizadora posterior a la II Guerra Mundial a pesar de los intentos del régimen de provincializar las colonias, asimilándolas a cualquier territorio metropolitano, o de establecer un régimen de autonomía, con presidente y partido único -el MUNGE, Movimiento de Unificación Nacional de Guinea Ecuatorial, creado a imagen y semejanza de Falange- incluido, en las posesiones africanas, llegó con las peores condiciones posibles: “el paternalismo de los blancos era especialmente pernicioso: al no permitir a los guineanos ocupar cargos intermedios y reservar estos para blancos, impidieron que se prepararan los cuadros necesarios para la independencia. No había suficiente personal como para gestionar un Estado moderno” asegura Nerín. En un primer momento el Estado guineano sobrevivió con el apoyo de los funcionarios españoles que se habían quedado en el territorio, pero después de la evacuación de la colonia española, en marzo de 1969, el Estado tuvo graves problemas por falta de experiencia de los gestores públicos. La dictadura macista, al eliminar muchos cuadros, no hizo sino agravar la triste herencia del colonialismo español.

De hecho, tal y como explica Nerín, la independencia del territorio africano llegó de repente y mal, impulsada por el Ministerio de Exteriores que comandaba Castiella, un antiguo irredentista que en 1969 estaba convencido de que el gesto permitiría tener el apoyo de la ONU -a donde se habían dirigido los jóvenes militantes de los movimientos de liberación nacional de Guinea en el pleito de Gibraltar-. Hay que tener en cuenta, además, que el territorio no era estratégico -y resultaba demasiado caro de mantener- para el franquismo, que no estaba dispuesto a una guerra colonial sangrienta como la de los portugueses en Angola. Esta independencia se tuteló desde Madrid, que paradójicamente, planificó una transición hacia la democracia… ¡en pleno franquismo! De todos modos, a pesar de la independencia y posterior evacuación de todos los españoles -colonos, funcionarios y técnicos y guardias civiles- los inicios de la sangrienta dictadura del primer presidente de Guinea Ecuatorial, Francisco Macías Nguema -antiespañol, pero admirador del “Caudillo”-, la herencia del franquismo pervive hoy en día bajo la tiranía del actual jefe de Estado, Teodoro Obiang. Tal y como recoge la exposición, un intelectual guineano afirma que “Si alguien quiere saber qué era el franquismo, que venga a Guinea Ecuatorial”.

Contra la visión nostálgica del paraíso perdido

La exposición, además de contextualizar políticamente el franquismo colonial, recoge un buen número de testigos guineanos -fruto del profundo conocimiento del país que tiene Nerín- y que desmontan la visión paradisíaca y nostálgica que se ha querido imponer respeto a los viejos tiempos de la colonia, especialmente por parte de los antiguos colonos y sus descendientes. “Si te emborrachabas, te metían en la prisión. Pero en la cárcel no había blancos por emborracharse. El blanco no tenía tiempo de ir a la cárcel por haberse emborrachado. Ellos confiaban en su color”, explica Mariano Bibang Bekaa. Y es que la explotación laboral, el maltrato y los abusos sexuales contra las mujeres negras, estaban a la orden del día. “Muchos españoles tenían mujeres negras. Hay muchos negros que han salido de blanco y su madre es negra. Hay muchos. El blanco tenía muchas mujeres negras. Pero en cambio, el negro, tener mujer blanca. ¡Pej! Fusilaban… fusilaban… En colonia. Si un negro va con una blanca le fusilan, le fusilan… Pero el blanco sí iba con mujeres negras” añade Juan Asumu Betugu. El abuso, como método y sistema. “Cuando entra aquí un guardia, tú tienes que coger y darle aceite, plátano, cacahuete. Y no te da nada. Hasta una mujer… Nuestras mujeres eran para ellos. Si quiere llevar a la mía, se la lleva. Yo calladito. ¿Qué podría hacer?” comentaba Benito Ngonga.

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