Good Bye 27-S!

¿Hay una salida que no sean elecciones? Pues sí, hay una. Es el referéndum.

Si un ciudadano, independentista pero confiado, se hubiera tomado un descanso informativo del Proceso entre, por poner una fecha, el pasado 21 de octubre y este 21 de marzo, a la vuelta encontraría que la victoria electoral del independentismo que él daba por descontada cuando comenzó sus vacaciones se ha evaporado. ¡Zas!, visto y no visto. Si repasara la prensa acumulada comprobaría que, durante los 5 meses que ha estado desconectado, los líderes independentistas han dejado titulares como que pedir al Gobierno que declare la independencia en 18 meses es pedir “un deber que no podrá cumplir” (Artur Mas) o que aún hoy “tenemos pendiente el conseguir una mayoría también en las urnas” (Carles Puigdemont).

Estaría bien, ya que estamos, que alguien le explique a nuestro amigo independentista y confiado qué cargos ocupan ahora Mas y Puigdemont, aunque recomiendo que lo haga poco a poco para que lo pueda digerir, una especie de ‘Good Bye Lenin!’ a la catalana.

La derrota en las urnas del independentismo se ha producido en diferido. El 27 de septiembre ganó, dijeron, pero a finales de marzo y sin que el resultado haya cambiado ni en el acta arbitral, aquellos números ya no dan para cumplir la hoja de ruta. No se puede declarar la independencia con menos del 50% de los votos, alegan, así que hay que volver a buscar una mayoría en las urnas. La salida al lío que apuntan desde Juntos por el Sí -y que la CUP parece haber comprado con alegría- son las próximas elecciones. ¡Vaya con los giros de guión! Este, en concreto, describe una espiral.

Hay varios problemas con esta nueva situación que, como se ha planteado poco a poco en un fantástico ‘Good Bye 27-S!’, ha logrado esquivar los análisis pausadas. En primer lugar, ¿de qué va entonces esta legislatura? Si con las últimas elecciones no se ha obtenido un mandato para la independencia, que hace el Gobierno preparando la independencia? Si no habrá desconexión, ¿por qué ahora se pueden hacer estructuras de Estado y la legislatura pasada no? Si al final la mayoría en escaños no servía para cumplir la hoja de ruta, ¿para qué sirve la mayoría independentista en el Parlamento?

Si se hubieran alcanzado más del 50% de los votos, si lo único que faltó es un exiguo 2% en las urnas, ¿cómo es posible que ahora se necesiten 18 meses para preparar aquello por lo que supuestamente ya se estaba preparado? No culparía al amigo que dejó de leer los periódicos en octubre si, a estas alturas, empezara a sospechar que, o bien aquí nadie tenía la más mínima intención de declarar nada, ni con el 48% ni con el 58% de los votos, o bien que alguien está tratando de tener una legislatura gratis habiendo convertido un plebiscito sobre la independencia en unas elecciones autonómicas.

Esta sensación aumenta con la solución elegida, la de volver a unas elecciones. Plebiscitarias, otra vez, supongo. Unas elecciones donde, a priori, nada hace pensar que habrá un cambio de preferencias nacionales de los catalanes. El escenario sigue siendo el mismo. Idóneo para que CDC presione a ERC para ir en una lista conjunta. Idóneo para que Ciudadanos haga el mismo discurso demagogo contra el independentismo. Idóneo para que desde el espacio de Podemos se juegue en una indefinición calculada que arañe el 3% de los votos que le faltó al independentismo el 27-S. Idóneo para poner a la CUP en la picota de apoyar al candidato de CDC o ser acusados de poco independentistas.

Pero es que las elecciones ni siquiera parecen una buena idea para el independentismo apartidista. Como ya pasó, volverán a ser leídas como un referéndum por unos y rechazadas como referéndum por los otros, por lo que los votantes que pondrían la papeleta del ‘Sí’ en un referéndum irán a parar a partidos no independentistas por cuestiones económicas, sociales o de diversa índole. Parece una obviedad, pero los únicos a los que les interesa ir a unas elecciones son los que tienen interés en ganar unas elecciones, esto es, los partidos que aspiran a gobernar. A gobernar una autonomía.

¿Hay una salida que no sean elecciones? Pues sí, hay una. Es el referéndum. Aunque, en vista de que la promesa de En Común Podemos no parece estar terminando de cuajar en Madrid (¿alguien asumirá responsabilidades si se confirma este fracaso, o pasará como con el Proceso?), La cuestión gravita en torno a la interpretación del 27-S. Dependiendo de hasta qué punto se considere que existe un mandato para la desconexión o, dicho claramente, la desobediencia a España, esta legislatura “de preparación” podría servir para hacer el primer gran acto de soberanía en forma de referéndum convocado desde Barcelona. Si en algún momento tienes que desobedecer, mejor hacerlo en un acto que se autolegitime. Eso, o seguir con el mismo proceso a perpetuidad, hasta que la independencia llegue por accidente o hasta que nuestro amigo el independentista confiado se vaya definitivamente a su casa.

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