El gobierno de Navarra, en una página puesta en la Red en forma de bando, emplea las mejores técnicas de Goebels (“una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”). Desde la misma presenta lo que llama historia del “REINO, ORÍGENES Y EVOLUCIÓN” de Navarra, con una técnica que puede interpretarse como colaboracionista con el sistema colonial sufrido por Navarra.
Comienza su historia en el siglo IX, afirmando que se rigió por fueros y costumbres, enriquecidos “por posibles influencias de los derechos romano y visigodo“. Realmente no concuerda que una historia propia, comenzada en el siglo IX, que empleaba formas propias para regirse, se fuera enriqueciendo con influencias foráneas de épocas anteriores.
Pero además el relato obvia su origen nacional (“regnícolas”), la defensa territorial (“vascona”), las agresiones externas (desde las masacres romanas en Kalagurris hasta la de visigodos y francos), su victoria frente a Carlomagno (verdadero origen del reino-Estado), las luchas por sus derechos contra reyes y emperadores, etc. Porque ceñir nuestra historia, orígenes y evolución como sociedad, a los reyes ocasionales y las influencias romanas y godas, es desvirtuar nuestro pasado eludiendo plantear perspectivas para nuestro futuro.
Junto a la simple enumeración que hacen del poder que Navarra ostentaba, “(Rey, Tribunales, Cortes) y la existencia de instituciones de control (Cortes, Diputación del Reino)”, asientan de forma desvergonzada que éstas “constituyeron las bases teóricas de la estructuración política del Reino” (el subrayado es mío).
Los mandarines que ejercen actualmente la gobernación de Navarra, en nombre de un rey y una Constitución con leyes que no se votan en Navarra, obvian juzgar las leyes que se nos fueron aplicando, tanto con el Antiguo Régimen como ahora, descalificando las propias a priori: “La existencia de una organización social de carácter estamental y propia del Antiguo Régimen impiden calificar al régimen navarro de
Y aún lo asemejan al régimen actual con esta puntualización: “Pero si no fue democrático, al menos sí fue constitucional“: Muy buena la referencia; un lenguaje tan sibilino hubieran querido para sí los estudiosos de las artimañas que se emplearon en el NO-DO.
Además se añade: “la subordinación del poder político a las normas fundamentales del Reino (el subrayado vuelve a ser mío) y la creación por éste de instituciones de control, fue una convicción permanente de gobernantes y gobernados“. Su redacción, comparable a los BOE de tiempos recientes, dados por pasados, me absuelve de más comentarios.
El análisis histórico del autogobierno de Navarra lo dividen nuestros gobernantes actuales en 4 apartados: 1) Del siglo IX a 1515, como período de reino independiente: Y me pregunto: ¿Y las masacres y ocupación entre 1512-1515, fueron durante nuestra independencia?
2) De 1515 a 1839, se afirma que Navarra mantuvo sus instituciones propias, salvo la del Rey; pero se oculta que todas las leyes fueron aprobadas siempre, desde el absolutismo del monarca, para terminar con la imposición a Navarra de obligaciones constitucionales españolas por el general Espartero, tras 7 años de guerra civil.
Sobre el período 3) 1841-1982, se vuelve a incurrir en las medias verdades, que son peores mentiras que la falsedad misma, fijándole a Navarra la calidad de “provincia española con autonomía administrativa y fiscal“, época en la que no hubo año en que desde la Diputación no se tuvieran que reclamar los quebrantos originados por la “administración Central”, como gustaba de llamarla en sus Autos Luis Oroz Zabaleta, secretario de la Diputación durante 51 años, y 57 de servicios.
Y en la 4) Desde 1982, apoyándose en su anterior adscripción provincial, se pretende mostrar un avance: se asume la aplicación de la Constitución de 1978 y la Ley de Reintegración y Amejoramiento del Fuero como mejoras, aunque dejan al descubierto la careta: “nombre que recibe el estatuto de autonomía propio de Navarra“, como Comunidad Foral. ¡¡O sea que ya se reconoce públicamente que el régimen de Navarra, es sólo un Estatuto de Autonomía!!
La pérdida de la independencia por la derrota (que se reconoce), se convierte en una victoria a través de los beneficios que se citan, sin contrastar su veracidad con nada ni nadie. Ninguna referencia a la colonización sufrida ni a los perjuicios de toda índole, cantidad, que no nos es posible enumerar en este artículo, ni siquiera en titulares.
Solo nos ocurrió, a juicio de la oficialidad que nos gobierna, “la implantación de una nueva dinastía, la pérdida de identidad internacional y la pérdida del derecho a declarar la guerra y la paz“.
Con todo lo que ello conlleva, ¡¡Pues, … no creo que fuera poco perder!!
Como la divulgación se realiza sobre diferentes sectores, tengo que añadir que tampoco estoy de acuerdo con el Departamento de Educación y con quien lo representa, porque al hablar de los conventos de Pamplona, oculta que éstos fueron saqueados por las tropas del duque de Alba, incluido el que cita, de los frailes dominicos. Luego su cambio de lugar fue debido al vuelco que el interés del ocupante por perpetuarse, dio a toda la capital del reino, en aras de la nueva fortaleza.
Del paso de convento de los Dominicos a Universidad, también discrepo. Nunca fue una universidad (como lo eran Valladolid, Salamanca, etc., con titulación válida), sino un colegio conventual, de estudios no convalidables con los títulos que emitían las universidades, y aun en sus cortas competencias fue además suprimido por el monarca de turno. Es aún mas triste reconocer que luego fue cuartel de infantería e instalación militar por “exclaustración decretada por el Gobierno de Madrid“.
En otro apartado y con los títulos de –Expansión y declive, El dominio navarro-, se hace una recomposición de lo que fuimos, como danzantes de un baile del que no supimos apearnos. Entre las cosas que se ensalzan de Sancho el Mayor, se dice que ejerció “su dominio sobre la mayor parte del territorio cristiano peninsular: Pamplona, Nájera, Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Castilla y León, al tiempo que formula pretensiones sobre la Gascuña y el condado de Barcelona“.
“A finales del siglo XI el reino pamplonés detiene forzosamente su expansión territorial, limitado por el avance de los poderosos vecinos de Castilla y Aragón (en el siglo XI éstos ni siquiera se habían constituido como reinos) …. Oscilando entre la independencia y la incorporación a la órbita política de los monarcas franceses, castellanos y aragoneses. En esta comprometida situación discurrirá Navarra durante la Baja Edad Media”. Y punto.
Alardear de que el Palacio Real de Olite fue corte de los Reyes de Navarra, y uno de los castillos medievales más lujosos de Europa -para ser hoy- rememorador de Fiestas Medievales, no me dice nada positivo de nuestros gobernantes políticos, pues nada aportan social y políticamente a los habitantes que gobiernan.
Y qué decir de la concepción que nuestros gobernantes tienen de las Murallas de Pamplona: “constituyen uno los complejos bélicos más interesantes y mejor conservados de España, lo que le valió ser declarado Monumento Nacional con consideración de Bien de Interés Cultural“.
Mi exclamación es que la guerra da propiedades y glorias robadas e inmerecidas al que la hace (como en el caso del “Guernica”): ¿Dónde un recuerdo a los paisanos de Navarra que condujeron con sus animales, las piedras, la cal, madera, y se emplearon en las obras obligadamente durante varios siglos?
Valorar que la situación estratégica de la fortaleza de Pamplona la convirtió en un puesto avanzado de la corona española ante Francia, además de irónico y sangrante (¿es que no coincidieron ambos Estados, sus reyes y familias en repartirse Navarra?), resulta una vulgar manipulación por los silencios que se callan: ¿Por qué no preguntarse, por qué sus mandos oficiales y soldados, fueron siempre foráneos al reino?
2009