Fetichismo del PIB


ESFORZARSE POR REAVIVAR LA ECOnomía mundial al mismo tiempo que se responde a la crisis climática global ha planteado un interrogante complejo:

¿las estadísticas nos están dando las “señales” correctas sobre qué hacer? En nuestro mundo orientado hacia el desempeño, las cuestiones de medición han cobrado mayor relevancia: lo que medimos afecta lo que hacemos.

Si tomamos malas decisiones, lo que intentamos hacer (digamos, aumentar el PIB) en realidad puede contribuir a empeorar los niveles de vida. También podemos enfrentarnos a falsas opciones y ver compensaciones entre producción y protección ambiental que no existen. Por el contrario, una mejor medición del desempeño económico podría demostrar que las medidas tomadas para mejorar el medio ambiente son buenas para la economía.

Hace dieciocho meses, el presidente francés, Nicolás Sarkozy, creó una Comisión Internacional para la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social, debido a su insatisfacción -y la de muchos otros- con el estado actual de la información estadística sobre la economía y la sociedad. Mañana, la Comisión dará a conocer su tan esperado informe.

El gran interrogante implica saber si el PIB ofrece una buena medición de los niveles de vida. En muchos casos, las estadísticas sobre el PIB parecen sugerir que a la economía le está yendo mucho mejor que las propias percepciones de la mayoría de los ciudadanos. Es más, el foco en el PIB crea conflictos: a los líderes políticos se les dice que lo maximicen, pero los ciudadanos también exigen que se preste atención a mejorar la seguridad, a reducir la contaminación del aire, del agua y el ruido, y demás -lo cual podría reducir el crecimiento del PIB-.

El hecho de que el PIB pueda ser una medición deficiente del bienestar, o incluso de la actividad del mercado, obviamente es algo que se reconoce desde hace tiempo. Pero los cambios en la sociedad y la economía pueden haber agudizado los problemas, al mismo tiempo que los avances en la economía y las técnicas estadísticas pueden haber ofrecido oportunidades para mejorar nuestras mediciones.

Por ejemplo, si bien se supone que el PIB mide el valor de la producción de bienes y servicios, en un sector clave -el gobierno- normalmente no tenemos manera de hacerlo, de modo que solemos medir la producción simplemente por las inversiones. Si el gobierno gasta más -aun de manera ineficiente- la producción aumenta. En los últimos 60 años, el porcentaje de la producción del gobierno en el PIB aumentó del 21,4 al 38,6% en Estados Unidos, del 27,6 al 52,7% en Francia, del 34,2 al 47,6% en el Reino Unido y del 30,4 al 44% en Alemania. De manera que lo que era un problema relativamente menor se ha convertido en un problema importante.

De la misma manera, las mejoras de calidad -digamos, mejores autos en lugar de más autos- representan gran parte del aumento del PIB hoy en día. Pero evaluar las mejoras de calidad resulta difícil. La atención médica ejemplifica este problema: gran parte de la medicina se ofrece públicamente, y muchos de los avances son en calidad.

Los mismos problemas de hacer comparaciones en el tiempo se aplican a las comparaciones entre países. Estados Unidos gasta más en atención sanitaria que cualquier otro país (tanto per cápita como en porcentaje de los ingresos), pero obtiene peores resultados. Parte de la diferencia entre el PIB per cápita en Estados Unidos y algunos países europeos puede ser, en consecuencia, el resultado de la manera en que medimos las cosas.

Otro cambio pronunciado en la mayoría de las sociedades es un incremento en la desigualdad. Esto significa que existe una creciente disparidad entre el ingreso promedio (medio) y el ingreso mediano (el de la persona “típica”, cuyo ingreso se ubica en el medio de la distribución de todos los ingresos). Si unos pocos banqueros se vuelven mucho más ricos, el ingreso promedio puede subir, a pesar de que los ingresos de la mayoría de la gente estén decayendo. De manera que las estadísticas sobre el PIB per cápita tal vez no reflejen lo que les está sucediendo a la mayoría de los ciudadanos.

Utilizamos precios de mercado para valuar los bienes y servicios. Pero ahora, incluso aquellos que tienen mucha fe en los mercados cuestionan la dependencia de los precios de mercado, ya que están en contra de las valuaciones por ajuste al mercado. Las ganancias previas a la crisis de los bancos -una tercera parte de todas las ganancias corporativas- parecen haber sido un espejismo.

Entender esto arroja una nueva luz no sólo sobre las mediciones de desempeño, sino también sobre las inferencias que hacemos. Antes de la crisis, cuando el crecimiento de Estados Unidos (utilizando mediciones estándar del PIB) parecía mucho más sólido que el de Europa, muchos europeos sostenían que Europa debía adoptar el capitalismo al estilo estadounidense. Por supuesto, todo aquel que hubiera querido podría haber visto un creciente endeudamiento de los hogares norteamericanos, lo que habría permitido corregir la falsa impresión de éxito ofrecida por la estadística del PIB.

Los recientes avances metodológicos nos han permitido evaluar mejor qué contribuye a la sensación de bienestar de los ciudadanos y reunir los datos necesarios para hacer ese tipo de evaluaciones de manera regular. Estos estudios, por caso, verifican y cuantifican lo que debería ser obvio: la pérdida de un empleo tiene un mayor impacto de lo que representa la pérdida del ingreso. También demuestran la importancia de la conectividad social.

Toda buena medición de lo bien que nos está yendo también debe tener en cuenta la sostenibilidad. De la misma manera que una empresa necesita medir la depreciación de su capital, también nuestras cuentas nacionales deben reflejar la sobreexplotación de los recursos naturales y la degradación de nuestro medio ambiente.

Los marcos estadísticos están destinados a resumir lo que está sucediendo en nuestra sociedad compleja en unos pocos números fácilmente interpretables. Debería haber sido obvio que no se podía reducir todo a un único número, el PIB. El informe de la Comisión para la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social, es de esperarse, conducirá a un mejor entendimiento de los usos, y abusos, de esa estadística.

El informe también debería servir de guía para crear un conjunto más amplio de indicadores que capturen de manera más precisa tanto el bienestar como la sostenibilidad, a la vez que debería dar impulso para mejorar la capacidad del PIB y las estadísticas relacionadas a la hora de evaluar el desempeño de la economía y la sociedad. Estas reformas nos ayudarán a dirigir nuestros esfuerzos (y recursos) de maneras que conduzcan al mejoramiento de ambos.

* Profesor de la Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel de Economía en 2001Copyright: Project Syndicate, 2009.

Publicado por El Espectador-k argitaratua