En la última emisión de Preguntes freqüents, el programa de TV3 que Laura Rosel conduce con mano firme y zapatos con tacones de palmo y medio, hubo un momento memorable, cuando entrevistaba a Xavier García Albiol. La cosa iba sobre si el proceso de independencia ha tenido consecuencias negativas en la cohesión social de Catalunya. Le dijo Rosel:
–Pero no hay fractura en la convivencia en Catalunya…
García Albiol no estuvo de acuerdo:
–Sí, hay fractura. Lamentablemente, hay fractura.
–Pero en la calle no la nota… –puntualizó Rosel.
–Yo no la noto, pero hay fractura, hay fractura. No se puede negar que hay una parte de la sociedad con la que no se puede hablar de política. O sea: no puedes hablar de política en determinados ámbitos familiares, en determinados círculos de amigos, en determinados… En el chat de la escuela, por ejemplo… Me siento querido. Sí que a veces te encuentras personas que no coinciden contigo y algunos te lo dicen de una manera más o menos correcta, pero yo no tengo, por suerte, yo tengo que decirlo, yo no tengo problemas.
Me quedé pasmado. De pasta de boniato no, porque a estas alturas las hemos visto de tantos colores que ya es difícil transmutarse en un tubérculo. De entrada me impresionó el hecho de que no pueda hablar de política en el “chat de la escuela”. Me llegó al corazón. A mí todo eso del WhatsApp y los chats de padres de alumnos me pilla fuera de época. Cuando mi hijo iba a la escuela, no había chats de esos. Quizá por este motivo nunca habría imaginado que se utilizaran para hablar de política. En mi inocencia imaginaba que sirven para poner en contacto a padres y maestros para avisarse de detalles que afectan al funcionamiento de las clases de los niños, no para debates como los que se organizan en los parlamentos o las emisoras de radio y de televisión.
Me quito el sombrero ante un señor que es capaz de afirmar que hay fractura social en Catalunya y acto seguido explicar que no la nota. Él no nota la fractura de convivencia, pero está convencido de que existe, aunque no aporte ejemplos que lo demuestren. La fractura social en Catalunya tiene puntos de contacto conceptual con lo que pasa en Galicia con las meigas: “Eu non creo nas meigas, mais habelas hainas”. Iker Jiménez debería dedicar urgentemente un Cuarto milenio a la fractura de convivencia como hecho paranormal. Podrían aparecer también las personas que, en determinadas casas, perciben presencias fantasmales que no pueden concretar. Estos días, la esposa de Carlos de Gales, Camila Parker Bowles, ha explicado en una entrevista a la cadena ITV que en la Dumfries House, la residencia que tienen en el sur de Escocia, hay un espíritu: “Sin ningún tipo de duda, hay un fantasma”. No lo ha visto, pero lo percibe. Lo mismo que le pasa a García Albiol con la famosa fractura. Quizás ambos deberían quedar una tarde para hablar de ello mientras toman una taza de té.
LA VANGUARDIA