Europa se hunde y con ella el sueño de los fundadores, posible después de los horrores de las dos grandes guerras y que la paz relativa de los últimos ochenta años ha distorsionado por no decir destruido. Los valores iniciales de Monnet y Schuman eran el fomento de la paz, la libertad, la democracia, la igualdad y los derechos del hombre, pero poco a poco la Europa de los pensadores dio paso a la Europa de los mercaderes que nos ha conducido al déficit de ideas y superávit de mercadeo de hoy. Aquel proyecto inicial parecía incompatible con un retorno de la barbarie, y la barbarie ha vuelto con argumentos parecidos a los de los años treinta que llevaron al poder al fascismo en Alemania, o a los que defendía Mussolini y que le hicieron ganar las elecciones del año 1924 en Italia, o el culto al general Petain en una Francia que quiere borrar el régimen de Vichy o por otras razones y con métodos violentos, en España. No olvidemos que en Alemania el voto a favor del partido nazi surgió de todo el espectro social: campesinado, estudiantes, obreros, pequeña burguesía, clases medias, que se unieron ante la derrota de los partidos tradicionales incapaces de hacer propuestas para afrontar la crisis económica y de valores de Alemania de los años treinta y de gran parte de los estados europeos. Cierto es que el partido nazi quedó el segundo con todavía no el 20% de los votos, pero la socialdemocracia obtuvo el primer puesto con aún no el 30%. La falta de propuestas de los partidos tradicionales provocó la unión de los partidos de ultraderecha y lograron el poder.
¿Cómo combatir hoy el ascenso de la extrema derecha en una Europa carente de ideas y marcada por la guerra, por el miedo y por el desinterés general, como demuestra una abstención de más del 60% en las últimas elecciones? Muchas voces piden más militarización, como si ya no fuera suficiente el 2% de la renta nacional que le dedican los estados. El problema de Europa no es militar, es de credibilidad, de influencia moral y de una incapacidad dramática de toma de decisiones, entre otras cosas por la enorme burocracia que ha creado, que la ha hecho dispendiosa y paralizante. Si se quiere fortalecer, Europa debe invertir en educación, mejoras sociales e investigación, porque de lo que se trata no es ganar una guerra donde no habría ni vencidos ni perdedores porque no quedaría nada, se trata de saber hacer frente a los retos sociales, climáticos y geopolíticos antes de que la barbarie lo destroce todo. Por cierto, la propuesta de Sánchez de la semana pasada recetando socialismo ante cuya frustración e ira se alimenta la extrema derecha me parece una broma y yo le preguntaría cuáles son los ingredientes exactos del socialismo que plantea, porque la idea debe haber cumplido los dos siglos y ya no significa mucho. Necesita ponerse al día. Como alternativa yo recetaría propuestas claras para hacer frente a lo que preocupa a la gente y, sobre todo, a que se cumplan.
Europa debe reinventarse, no tiene otra opción si no quiere convertirse en un problema grave para sus ciudadanos y para el resto del planeta. Reinventar y recuperar propuestas olvidadas que tienen mucho más que ver con el pensamiento de los fundadores que con las ideas de los actuales dirigentes. Porque, ¿qué es la Unión Europea? Es una unión de estados caducos y en crisis moral, estructural y política que practican el dumping fiscal, social y medioambiental; la trampa institucionalizada. La idea del Estado nación tiene ya cuatro siglos de edad y debe reformarse porque ya no puede controlar ni proteger su territorio ni garantizar la legitimidad de sus decisiones. Centralización, expansión y soberanía han perdido sentido por la globalización. Esta Europa carente de ideas y propuestas alimenta una extrema derecha que se aprovecha de la incompetencia y cobardía de políticos incapaces de ofrecer alternativas. El resultado de la segunda vuelta de las elecciones francesas abre una brecha de esperanza y marca un camino que deberíamos tener en cuenta. Cuando el objetivo está claro, la estrategia es hacer el camino más corto con la unión, en el caso francés, un frente popular. Pero esto es tema de otro artículo.
¿Qué Europa me imagino en ese contexto? La que proponía Denis de Rougemont en los años cincuenta, la Europa de los pueblos libres y libremente interconectados. Él hablaba de federalismo y yo hablaría de confederación. ¿Es una utopía? Todos los sueños comienzan siendo una utopía y algunos se vuelven realidad.
EL PUNT-AVUI