Esteban de Zuasti: Soldado y caballero

Recientemente, he leído una crítica mordaz a Esteban de Zuasti, que se basa en datos aportados por el P. Recondo: “Nos basta una pequeña muestra para conocer el sentimiento real de muchos navarros… Los españoles sabían todo esto y por eso su desconfianza comenzaba a devorar incluso a sus propios engendros. Un buen ejemplo y, por cierto, muy significativo, fue el de Esteban de Zuasti, primo de Francisco de Xavier… Ya de mayor, la actitud de Esteban fue un claro ejemplo de ese grupo de navarros que supo plegarse siempre a los mejores vientos que soplaban en cada momento. Si la postura del conde de Lerín fue la de clara traición a Navarra, la de Esteban de Zuasti fue la del conformismo y la conveniencia y, por lo tanto, tan criticable como la primera… la forma de actuar de Esteban descubre a un personaje completamente oportunista, que supo sobrevivir a los desastres de la guerra y beneficiarse de los acontecimientos.

Pese a la tendencia política de su familia, no dudó en alistarse como capitán de las tropas españolas que marcharon a Tordesillas para iniciar la ofensiva contra los Comuneros sublevados en Castilla. Al parecer, cayó herido en los combates que se produjeron alrededor de la villa de Becerril por lo que volvió a Navarra, tras haber demostrado con su sangre la fidelidad al nuevo señor…. Esteban de Zuasti salió indemne del juicio. Había apostado a dos bandas y la jugada le había salido perfecta, porque más allá de las comprensibles relaciones de parentesco y económicas que existían entre las familias nobles de Gipuzkoa y de Navarra, lo que Esteban había hecho era guardar sus espaldas a expensas de la libertad de su tierra”.

Con estas deducciones, los enemigos no necesitan colaboradores. A los Zuasti se les desposeyó de los autos de propiedad, así como a la mayoría de las familias navarras, e invalidaron sus documentos. El católico se hizo propietario del reino, y la posesión de bienes y haciendas sólo podía contrastarse por merced o gracia de dicho rey o adquiriéndola por juicio, tras ser demostrada por testigos ante los tribunales.

No he encontrado ningún auto de posesión de propiedades anteriores a 1512, y lo mismo ocurre en testamentos, contratos matrimoniales, etc., de los principales personajes que se opusieron al nuevo monarca. Fue la búsqueda de la recuperación de su hacienda lo que hizo que muchos navarros se apuntaran a la guerra de las Comunidades en Castilla.

Resulta increíble que se planteen semejantes adjetivos contra Esteban de Zuasti que, al igual que otros muchos navarros, se alistó para conseguir el reconocimiento y reversión de sus haciendas y rentas, mediante su adscripción a las huestes de Carlos V. Entre los que fueron como él (y luego defendieron la causa de la independencia), podemos citar cuando menos a Juan Remíriz de Baquedano señor de San Martín y Ecala, o los cuatro hijos de Carlos de Mauleón, entre otros.

El alistamiento fue generalizado. Incluso existen los datos de cómo el señor de San Martín lo hizo, a partir de la promesa del virrey de que le devolvería su hacienda. A falta de otros casos, la deducción es clara. Por encima de la naturaleza de los enfrentamientos contra los comuneros (y lo moral o no de su alineamiento, que no entro a juzgar), la participación navarra tuvo su banderín de enganche principal en la recuperación de las haciendas confiscadas. Sus participantes volvieron a combatir por Navarra a partir del intento de recuperación de mayo de 1521.

El historial de Esteban de Zuasti está limpio de traición. Zuasti recibió del gobernador y presidente del Consejo de guerra del príncipe Enrique, obispo de Cosserans, el encargo de juntar 300 hombres para defender el frente guipuzcoano, y así lo cumplió. Formó las tropas que derrotaron a los pro-castellanos en el frente guipuzcoano, y fue parte de ellas.

Por otra parte, se sabe también que Zuasti trasladó al citado Iñigo herido (lo cortés no quita lo valiente) a donde los suyos. No cabe duda de que para pasar al herido por el frente de combate (como así ocurrió), tenía la autoridad suficiente para hacerlo. Como jefe (del que no conocemos su graduación, porque no la podía declarar en el juicio), se encargó de trasladar al herido, y para ello contó con la aquiescencia de sus compañeros.

Lo pasó por Zengarren y los lugares donde las tropas impedían que los adictos a Castilla por ese frente entraran a defender a los encerrados. Era, pues, una situación tratada y conformada entre los partisanos. Incluso, estuvo presente y participó con los defensores en la captura de algunos combatientes del lado pro-castellano.

Hay detalles muy reveladores. Martín de Oiñaz (hermano de Iñigo) tenía encargo del virrey español de escaramucear por Pamplona, impidiendo la efectividad del cerco a la fortaleza donde se encontraba su hermano. Sin embargo no lo hizo, o cedió en sus posiciones.

Esteban de Zuasti fue uno de los principales artífices de la sublevación de los navarros en mayo de 1521, y como tal reconocido por los suyos. Tras vencer a los guipuzcoanos del frente oeste, y a una con los hermanos Juan y Valentín de Jasso (sus primos), quedó al cargo del cuidado de la ciudad de Pamplona, durante el tiempo que la capital estuvo liberada. De no haber sido correcta y conforme su actuación con los Loyola y su gente, no habría tenido el citado cargo. Su detención, en vísperas de la toma de Amaiur, corrobora su lealtad.

Pero sus declaraciones al ser detenido tuvieron que ser adornadas para obtener la libertad, ante la acusación de haberse pasado a los “franceses”, y de que, movido por “persuasión diabólica”, se había encargado de reclutar hombres y de contactar con sus primos Valentín y Juan de Jasso para preparar la defensa de Navarra. En su defensa declaró que luchó contra los comuneros y fue herido, hecho separado del fondo de la cuestión, cuando arriesgaba torturas y una sentencia a muerte.

En el proceso recogido por Recondo no se cita un testimonio muy esencial desde el punto de vista analítico de los hechos: “el señor de Loyola (Martín) a una con cincuenta o sesenta hombres, de pie y de caballo llegó a mi casa (cita de Zuasti en el juicio) con harto temor que tenía de ser maltratado con su gente, y yo por hacer servicio a V. M., recogiéndolos en mi casa y dándoles lo que habían menester, luego les acompañé hasta ponerlos a salvo”. Es decir, entre tanto los compañeros de Loyola perdían los combates con las tropas navarras reclutadas por Zuasti, éste “entretenía” o daba de comer y beber al hermano de Iñigo y a sus hombres, retrayéndoles, con previsibles argumentos, de participar en los combates.

Zuasti dio el sentido que le convenía en el proceso para salvarse de la tortura y muerte. Lo que sí queda claro, por encima de la bonita versión de ayuda, es que la tropa de los Loyola y su capitán no estaban en el lugar que les correspondía, pues los 60 hombre de Martín de Oiñaz o Loyola, que formaban parte de las partidas contra los navarros, no entraron en combate y dejaron solos al señor de Berástegui y compañía, que fueron derrotados. No voy a entrar a razonar los motivos, porque considero al lector lo suficientemente inteligente para hacer sus propios cálculos sobre lo ocurrido.

Posteriormente y a una con su primo Valentín de Jasso, se cuidó del orden en Pamplona, como ya hemos citado. Al tiempo de preparar el virrey las tropas para ocupar Amaiur, fue preso por su participación en la sublevación organizada, tras lo que se le procesó en el pleito que nos ha proporcionado la mayor parte de estos datos. Por tanto, Esteban de Zuasti fue un soldado con honra de Navarra, con méritos demostrados para ser calificado como tal.