Pensé en el terrible sufrimiento que debió de padecer el individuo Nº 5 antes de que lo matasen, el fémur fracturado de un culatazo, que bestialidad. Una señora a mi lado al oír aquello me dijo: “Mira cómo tiene la mano, seguramente se la llevo a la boca por el dolor”. Quién sabe si lo tirarían en la fosa agonizando o cayó así por azar, pero resulta extraño…
Este individuo Nº 5 no es Sanjurjo. A Sanjurjo lo volvieron a enterrar con todos los honores militares el otro día en Melilla. El individuo Nº5 permanecerá en una caja de plástico, hasta que su familia, si hay suerte, lo reclame, si las pruebas de ADN coinciden con alguna muestra dejada por los muchos hijos y nietos que siguen buscando a sus familiares. Como diría el jesuita y teólogo de la liberación Jon Sobrino, le robaron todo lo que confiere dignidad a una persona, la identidad. Y más allá de todo eso, quizás también dijese aquello, puesto que la inmensa mayoría de los presos del fuerte eran trabajadores pobres, agricultores, principalmente castellanos, que también le robaron el calendario.
Nadie sabe cuando murió, que día fue perpetrado el cruel asesinato, la matanza, para los pobres no existen 11-S, ni Je Suis… desaparecen en los agujeros negros de la historia oficial. Solamente el testimonio de un testigo, de un niño de 7 años, Martín, de la edad de mi hijo y próximo a sus últimos días, ha sacado sus cuerpos del olvido, que no sus identidades. Mientras los culpables y herederos, de títulos y fortunas robadas no pidan perdón, deberían ser inhabilitados y mientras los partidos políticos que todavía justifican el Alzamiento y sus atrocidades no condenen estas masacres y delitos de Lesa Humanidad, deberían ser ilegalizados y puestos delante de un tribunal, Estatal o Internacional. Para medir, hay que emplear la misma vara para todos.
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