O mucho peor todavía, pretender que los que hemos escuchado el reciente discurso “oficial” de, Josu Jon Imaz o el artículo de glosa publicado por José María Chacón en Izaro News (04/08/2005), lo estemos.
Seamos serios, pues estamos hablando de asuntos realmente graves. El futuro de una sociedad no es algo baladí o que pueda tratarse de modo superficial.
Para comenzar hay que afirmar rotundamente que confundir el “ser” con el “deber ser”, y no digamos nada con el “querer ser”, podrá ser un ejercicio de malabarismo pero nunca una buena receta para actuar efectivamente en política. Es evidente que para transformar la realidad hay que “quererlo”, pero las cosas no cambian sólo porque lo “queramos”; hay que poner los medios necesarios para lograrlo.
La realidad, como decía el viejo Marx, es tozuda y acaba imponiéndose. Los discursos con que nos martillean cotidianamente quienes gobiernan actualmente en la CAV nos afirman por activa y por pasiva que la época de la soberanía de los estados ha pasado y que estamos en una Europa a la que forzosamente han tenido que ceder partes muy importantes de soberanía. Eso es una parte de la verdad, pero no toda la verdad. Ocultan embaucadoramente que existen una buena colección de aspectos en los que el Estado sigue siendo perfectamente soberano y, sobre todo, encubren que las entidades políticas “inferiores” al mismo (Comunidades Autónomas) no tienen ninguna capacidad soberana.
Los estados pierden algo, sí; Europa gana, también. Pero esos entes llamados “Comunidades Autónomas” según la Constitución española, pierden siempre. Y por goleada. Un aspecto tan simple y sencillo como la política lingüística sigue siendo soberanía plena de los estados. ¿Cómo vamos a normalizar el euskara, realmente, sin Estado? Me gustaría saber qué hace un Estado, cualquier Estado, con una colección de pseudoprofesores, como los que en la CAV se plantan y protestan por no poder trabajar (a pesar de que siguen cobrando su sueldo), al no tener el perfil lingüístico adecuado, a pesar de todas las facilidades recibidas para alcanzarlo. Josu Jon y José María convendrán en que los únicos idiomas oficiales de la unión corresponden a los de los estados constituidos que forman parte de la misma. El euskara y el catalán seguirán siendo, mientras vivan y no sean idiomas estatales, lenguas de segunda o tercera categoría. Serán “voluntarias” y no exigibles en la vida cotidiana.
Es evidente que, en su (nuestra) opinión, “no debería ser así”, pero, mal que les (nos) pese, es. Querríamos que fuese de otro modo, pero no lo es. Y lo peor es para cambiar esta situación a nivel de la Unión Europea el esfuerzo necesario, la coordinación de voluntades y la presión necesaria a ejercer, pienso que serían muy superiores a las requeridas para conseguir nuestro acceso al nivel estatal. Por lo menos si se invirtieran en ello todos los esfuerzos de las fuerzas sociales de nuestra nación, comenzando por los partidos políticos que se afirman como abertzales.
Se pueden citar una gran cantidad de aspectos de acuciante actualidad como las políticas sobre migraciones de procedencia externa de la Unión Europea, las relaciones interestatales en relación con agricultura y pesca, la política del agua etc. etc. En todas ellas los sujetos “agentes” son los estados miembros y la propia Unión, nunca los entes “inferiores”, que son exclusivamente “pacientes”.
Hay un punto especialmente dramático que es el “sistema fiscal”. La CFN y la CAV tienen un sistema fiscal propio y originario que en muchos aspectos funciona como un sistema estatal. Nuestros dos amigos, en sus juegos malabares, escamotean el origen de este sistema, también llamado “foral”. Su origen no es otro que el de ser el residuo o última manifestación superviviente de un sistema estatal propio. Del sistema correspondiente al único Estado real que hemos tenido los vascos en nuestra historia: el reino de Navarra.
La fiscalidad de la CAV y de la CFN siempre ha sido contestada e impugnada desde el Estado español. ¿Cabe mayor ingenuidad que pensar que quienes siempre la han atacado y conculcado puedan ser nuestros valedores ante Europa? Seamos consecuentes, si nuestros regimenes fiscales son restos de una soberanía estatal propia y arrebatada por hechos violentos (conquistas) y se manifiestan públicamente como atributos estatales, lo que tenemos que hacer es recuperar plenamente nuestro Estado. Eso supone tenerlo tan soberano, o tan poco soberano, como el español o el francés, pero a su mismo nivel.
Es la única garantía para supervivir con dignidad en Europa y en el mundo. Es la única solución democrática a los graves problemas que nos acucian. Nada es la panacea. No es una condición suficiente, pero sí es necesaria.
Para terminar. Me encantaría saber: cuando el señor Chacón, o el señor Imaz, hablan de “los vascos y vascas”, de “Euskal Herria”, de “Euskadi”, a qué se refieren. Es evidente que si se refieren a “todos los vascos y vascas”, ni Ibarretxe es su lehendakari, ni, dando por buenos los resultados electorales españoles como medida de la relación de fuerzas sociales, el 60-40 % en la distribución de nuestra población, son reales.
Las técnicas de prestidigitación están muy bien en el circo. Pero como “con las cosas de comer no se juega”, tampoco se puede jugar con la única herramienta que en el mundo actual puede permitir tanto nuestra normalización democrática como garantizar nuestro futuro. Banalizarlo y escamotearlo es jugar la carta de la sumisión y la prolongación del conflicto.